El autor no está demasiado preocupado por la validez de estas abstracciones, y un crítico bien podría preguntarse cuánto tiene en común la sociedad capitalista del Estado de China con Brasil o Indonesia o incluso Vietnam, o si Estados Unidos es realmente el “tipo ideal” del capitalismo occidental. La producción complete de la Unión Europea es mayor que la de los Estados Unidos, después de todo, y las “variedades del capitalismo” que contribuyen a la producción de Europa han sido muy estudiadas desde el trabajo pionero de Peter Hall, David Soskice y sus colaboradores, publicado hace unas dos décadas, pero no mencionado aquí. En otras palabras, los tipos ideales de Milanovic enmascaran una multitud de diferencias.
Se produce por tanto, en estas fases, una inclinación a una parcial desmercantilización de la fuerza de trabajo. Con ello, a través del tiempo, se acrecienta el poder social de negociación del Trabajo y tiende a disminuir la rentabilidad general capitalismo pobreza del capital. Sin embargo, la Ley establece que los cambios por satisfacción, es decir, si no te gustó un producto, son opcionales de cada marca.
“Pero hoy vivimos en una en que unas pocas empresas pueden recoger cantidades ingentes de beneficios para ellas mismas y seguir en su posición dominante durante años y años, sin ser desafiadas”. ¿Debiéramos sentirnos optimistas o pesimistas respecto del futuro del sistema capitalista? Invito a leer ambos estudios y seguir este debate que de seguro está lejos de terminar. Personalmente, me inclino por el trabajo de Auten y Splinter, considero que metodológicamente es superior e incorporan una serie de elementos que me parecen correctos. Así, no creo que caiga el capitalismo, al menos no lo hará por no ser capaz de mejorar la calidad de vida de la mayoría de la población concentrando su capacidad generadora de riqueza en solo unos pocos. Otro factor de este tipo que está profundizando las brechas se encuentra al analizar la procedencia de las grandes fortunas.
Asimismo, este capitalismo del siglo 21 ha traído consigo un déficit democrático no solo a nivel nacional sino también a nivel global. Un ejemplo reciente de lo anterior es que varias economías europeas se han transformado en verdaderos “Protectorados” del FMI, Banco Central Europeo y la Comisión Europea, la llamada Troika. En efecto, este conjunto de instituciones dictan las políticas públicas de los países Europeos en disaster con evidente menoscabo de su soberanía y autonomía nacional y del derecho a decidir sus propias políticas económicas y sociales. Por otra parte, el capitalismo del siglo 21 en su variante neoliberal ha llevado a una alta concentración de riqueza e ingresos en pequeñas elites que distorsionan la representatividad y operación del sistema político y cuestionan la relación entre capitalismo y democracia.
Esa alta desigualdad no impidió que el país creciera ni que pudiera reducir la pobreza, lo que distingue nuestro caso de lo que describe Atkinson en relación a Estados Unidos y Europa. Los autores lo atribuyen al crecimiento económico (durante la década de los ‘90) y a la redistribución (a partir de 2000). Esta descripción del capitalismo político, sin embargo, no explica su éxito.
Un reciente estudio de Facundo Alvaredo, Claudia Sanhueza y otros, que usa datos tributarios desde 1964 hasta 2014, resaltó justamente lo extrema y constante que esa desigualdad ha sido en los últimos 50 años. No importa quien haya gobernado (un DC, como Eduardo Frei Montalva; un socialista, como Salvador Allende; un dictador neoliberal, como Augusto Pinochet, o cualquiera de los cinco presidentes desde el retorno a la democracia hasta hoy), siempre hemos estado en el high del mundo. Solo en los últimos años banerjee y duflo nos ha superado Estados Unidos y se nos ha acercado el Reino Unido (ver gráfico). En su libro, Atkinson destacaba como un hecho positivo que entre 2000 y 2011 la desigualdad en Chile (medida a través del coeficiente GINI) hubiera bajado cinco puntos porcentuales, todo un hito. El estudio de Alvaredo y otros puntualiza que esa tendencia se habría revertido justamente desde 2011. Es importante aclarar que Atkinson no buscaba acabar con la desigualdad, ni tenía en mente un nivel específico al que se debiera apuntar.
El gran desafío de nuestro tiempo, cube Collier, es encontrar otra vez un vínculo lo suficientemente amplio que regenere las confianzas y las responsabilidades mutuas.
Es evidente que la gran concentración de poder económico en pequeñas elites, lleva a una indebida influencia del dinero sobre el sistema democrático. En estas condiciones el best de que cada persona es igual a otra en una democracia es desvirtuado por la muy desigual distribución de poder económico en la sociedad, la que se ha acentuado en las últimas tres décadas. Todo esto tiene lugar en contraste con la contienda presidencial de los Estados Unidos en la que las posibilidades de Bernie Sanders de asegurar la nominación demócrata parecen ahora ser muy remotas. Las nuevas proyecciones que establecen a Biden como el claro favorito son devastadoras durante estos tiempos, precisamente porque Biden una vez amenazó con recortar los fondos públicos para las personas mayores, mientras que Sanders y Warren defendían “Medicare para todos”, un programa integral de salud pública que garantizaría el cuidado básico de la salud para todas las personas en el país. Tal programa pondría fin a las compañías de seguros privados impulsadas por el mercado que regularmente abandonan a los enfermos, exigen gastos de bolsillo que son literalmente impagables y perpetúan una brutal jerarquía entre los asegurados, los no asegurados y los no asegurables.
También, como una forma de superar el régimen de propiedad vigente, aboga por una reestructuración sobre la base de una combinación de propiedad pública, social y lo que él llama propiedad temporal. Esta última aseguraría la circulación permanente de bienes y una menor concentración de la propiedad privada y el poder económico, implementando un impuesto progresivo que obligue a los propietarios más ricos a entregar cada año a la sociedad una parte de lo que poseen. Esos recursos, plantea el economista, podrían usarse para financiar una dotación common de capital. En términos de propuestas para el futuro, los libros de Piketty, Stiglitz y Collier son generosos, aunque de todos los autores referidos en este artículo, solo Piketty es quien habla de una “superación del capitalismo”. Pero esto no significa que debamos dejar de pensar en la propiedad y en su superación.
Hoy, hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI), usualmente enfocado en el crecimiento, lanza miradas inquietas ante el crecimiento de la desigualdad. En documentos recientes (particularmente en Redistribución, desigualdad y crecimiento, 2014 y en ¿Neoliberalismo Sobrevendido?, 2016) sus investigadores no solo han dicho que la desigualdad extrema reduce la fuerza y la duración del crecimiento, sino que sostienen que impuestos pagados por los más ricos en actividades con externalidades negativas, pueden ayudar a los países a crecer. “El debate en torno a la riqueza tiende a enfocarse en las grandes fortunas del top de la distribución, pero la redistribución de la riqueza es tanto un asunto de fomentar pequeños ahorros en el 99% como de poner restricciones a los excesos del 1%”, escribió. Y precisó que la historia muestra que cuando se produce un declive de lo que se lleva el 1% (en los países de la OECD), esto se debe no solo a que el Estado cobra más impuesto a los ricos, sino también porque se expande notoriamente lo que el 99% posee.
El virus opera dentro de un marco world, pero ¿qué pasa con el resto de nosotros? A medida que se mueve y ataca, el virus demuestra que la comunidad humana global es igualmente precaria. Durante la mayor parte de su vida académica, Atkinson se dedicó a tratar de sacar la desigualdad del rincón en que la dejaron tanto la economía ortodoxa como la izquierda renovada desde la década de los ‘80. Frente a los economistas que sostienen que la desigualdad no debe importar ni a la política ni a las personas (pues es un tema irrelevante, al lado del problema de la pobreza y el crecimiento económico), Atkinson argumentaba que la distribución debía estar en el corazón de la investigación económica. El nivel de vida en Vietnam es mucho más bajo que en Francia, pero el 91% de los vietnamitas apoya la globalización, que ha mejorado su vida diaria, en comparación con solo el 37% de los franceses, cuyos recelos sobre la dirección en la que se está moviendo su sociedad han alentado los movimientos de protesta que exigen una mayor voz ciudadana.
La jubilación existe porque en el capitalismo los ancianos no compiten con los jóvenes que recibiendo menos le producen más al patrón y son consideramos más útiles para él. En regímenes solidarios la jubilación no existe, es absurdo pagar menos a las mujeres por el mismo trabajo que el de los varones. En «Localización geohistórica de los feminismos latinoamericanos», Doris Lamus Canavae retoma argumentos y categorías del discurso que critica el «eurocentrismo del feminismo latinoamericano» para llamar la atención sobre las elusiones o generalizaciones en que incurre.
Pero la verdad es que no creía que, poniendo énfasis en la equidad, reduciríamos necesariamente la torta. Ese temor, decía, viene de la economía ortodoxa, según la cual, dado que el mercado distribuye en forma eficiente, intervenir desde el aparato público para mejorar la equidad, solo puede perjudicar el buen uso de los recursos. Este fenómeno se acentuó tras la disaster financiera de 2008 (de la cual muchos responsabilizaron a la misma élite). Según remarcan Jacobs y Mazzucato, en los tres años que siguieron a la crisis, ¡el 91 %!