En los años posteriores a la Conferencia celebrada en Río de Janeiro en 1992, se produjo un aumento del número de personas que vivían en la pobreza absoluta, sobre todo en los países en desarrollo. La enormidad y complejidad del problema de la pobreza podría poner en peligro el tejido social, menoscabar el desarrollo económico y el medio ambiente, y amenazar la estabilidad política de muchos países. Este compromiso se tradujo en un marco inspirador de ocho Objetivos y, posteriormente, en medidas prácticas de gran alcance que permitieron a personas de todo el mundo mejorar sus vidas y sus perspectivas de futuro. Los ODM ayudaron a sacar de la pobreza extrema a más de 1.000 millones de personas, a avanzar en la lucha contra el hambre, a lograr que asistieran a la escuela más niñas que nunca y a proteger nuestro planeta.
Medidas que deben lograr el pleno empleo y el trabajo decente para todos, la integración social, la disminución de la desigualdad y el aumento de la productividad, siempre buscando la sostenibilidad. En la Agenda 2030, el Objetivo 1 reconoce que acabar con la pobreza en todas sus formas y en todas partes es el mayor desafío global al que se enfrenta el mundo en la actualidad y es un requisito indispensable para el desarrollo sostenible. La pandemia de COVID-19 provocó un incremento del número de personas que viven en la pobreza extrema, por primera vez en una generación. Los avances en áreas importantes, como la vacunación infantil y la igualdad de ingresos entre países, se han revertido, lo que no había ocurrido en los últimos treinta años.
En el punto medio del plazo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el mundo está mal encaminado. Al ritmo de avance precise, el mundo no alcanzará el objetivo global de poner fin a la pobreza extrema para 2030 y, según estimaciones, casi 600 millones de personas seguirán debatiéndose en la pobreza extrema en esa fecha. En síntesis, ambas mediciones de la pobreza la monetaria y la multidimensional se complementan y ayudan a una mejor comprensión de la pobreza, en su afán mayor por reducirlas y brindar oportunidades mejores a la población para que logren vivir la vida que desean. Hace una semana, se recordaba el Día Internacional de la Erradicación de la Pobreza y como PNUD hacemos un llamado ha sumar esfuerzos para evitar en lo posible que se pierdan los logros alcanzados en reducción de pobreza, y con una visión más amplia afrontar mejor los desafíos que deja la crisis de la pandemia por coronavirus en el país. Mucho más ahora en el contexto de pandemia que se vive, donde las futuras transferencias serán más eficientes para reducir la pobreza si son focalizadas y priorizadas en la población más weak. Según los valores anteriores, para el 2019 el 37.2% de la población boliviana vivía en pobreza, es decir que menos de cuatro de cada diez personas tenían ingresos suficientes para cubrir sus necesidades alimentarias, pero no necesariamente para cubrir otros servicios como por ejemplo vestimenta o transporte.
El umbral de la pobreza en las zonas rurales va más allá de los casos en las ciudades, ya que además la falta de servicios acrecienta la falta de alimento, debido a que en la mayoría de las zonas rurales los habitantes dependen de su tierras para cultivar. Tomando en cuenta que en algunos lugares no hay otra forma de alimentarse, ya que el trabajo es escaso y los medios para desplazarse son casi nulos. En Colombia Responsable hicimos la tarea con los transeúntes de la ciudad para conocer su definición de pobreza. Los resultados de la encuesta demuestran que aunque la pobreza se mide de distintas maneras, sus efectos se evidencian en deficiente calidad de vida y en falta de oportunidades. En abril de 2020, las Naciones Unidas emitieron un Marco de la ONU para la respuesta socioeconómica inmediata ante el COVID-19 y crearon el Fondo del Secretario General de las Naciones Unidas para la Respuesta y Recuperación en relación con el COVID-19.
El tema del foro político de alto nivel de 2017 fue “la erradicación de la pobreza y la promoción de la prosperidad en un mundo en evolución”, e incluyó el ODS 1 como uno de los ODS prioritarios. Sin embargo, la desigualdad entre las naciones del primer y del tercer mundo es de magnitudes tan significativas, que no hay sencilla solución a la pobreza. La pobreza no tiene causas simples determinadas sino que es consecuencia de una serie de condiciones de construcción histórica, social y cultural.
La erradicación de la pobreza en todas sus formas arrancaba como el primero de los 17 objetivos. En 2001, la Conferencia Mundial contra el Racismo, celebrada en Durban, puso de relieve que la pobreza, el subdesarrollo, la marginación, la exclusión social y las disparidades económicas estaban estrechamente relacionadas con el racismo y contribuían a la persistencia de actitudes y prácticas racistas, que, a su vez, generan más pobreza. La pobreza es tanto una causa como una consecuencia de las violaciones de los derechos humanos. Muchas personas que viven en la extrema pobreza suelen ser también víctimas de la discriminación.
Este tipo de análisis forma la base de aquel diagnóstico que definió el problema del retraso relativo de Europa occidental respecto a otras economías avanzadas como “euroesclerosis”, es decir, como un exceso de regulación y rigidez que impedía la rápida adecuación a las circunstancias siempre cambiantes del mundo precise. Importantes documentos de la UE, como ser el Libro blanco de 1993 titulado Crecimiento, competitividad, empleo – Retos y pistas para entrar en el siglo XXI y la Agenda 2000, han basado gran parte de su diagnóstico sobre los logros tan poco satisfactorios de Europa en materia de crecimiento económico y creación de empleo en este tipo de argumentos. En muchos casos, elementos de los tres enfoques aquí analizados se mezclan de formas muy variadas y a veces incluso contradictorias. Estos enfoques se ven complementados por diversas hipótesis explicativas como las que se enumeran a continuación. Se trata de grupos excluidos del bienestar y el poder pero a su vez incluidos en el sistema social como trabajadores explotados o explotables. Al mismo tiempo, estos enfoques postulan que solamente un cambio radical que afectase a la dinámica misma del sistema capitalista podría resolver el problema de los oprimidos y excluidos.
Es a partir de esta constatación que los defensores de este enfoque a menudo proponen una serie de intervenciones correctivas o paliativas a fin de aliviar estos costos y tensiones que, de no ser suavizados, podrían llegar a amenazar la supervivencia misma del conjunto de la estructura social. En esta perspectiva, la pobreza y la exclusión social son fenómenos recurrentes y connaturales del desarrollo económico pero no deben llegar necesariamente a plasmarse en una clase o grupo social formado por personas permanentemente empobrecidas o excluidas en la medida que se creen mecanismos adecuados para facilitar su salida de estas situaciones. En otras palabras, se trata de facilitar una gran movilidad social que haga de la caída en la pobreza o la exclusión una situación meramente pasajera. Esta es, de hecho, la situación de la inmensa mayoría de las personas que caen en la pobreza o el paro en economías dinámicas y flexibles. Así por ejemplo, casi dos terceras partes de los estadounidenses adultos caen en la pobreza por al menos un año en su vida pero solo un ínfima parte ellos cae en la pobreza crónica.[cita requerida] Como veremos más adelante, esta ha sido la línea de argumentación predominante, pero no la única, dentro de la UE y sus antecesoras sobre estos temas.
El desafío de la fragilidad, el conflicto y la violencia es generalizado, y no solo afecta a los países de ingreso bajo. Continúa trabajando estrechamente con los países para ayudarlos a encontrar las mejores maneras de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos menos favorecidos. Para contribuir a los bienes públicos y mantenerlos, se necesita una amplia cooperación y coordinación. Esto es basic para promover un aprendizaje generalizado y mejorar las bases de la formulación de políticas a partir de datos.
Es decir que cuanto más pobre es una persona, más difícil resulta encontrar oportunidades para cambiar su situación. Dicha diferencia deriva, en determinados casos, en que existan personas que no tienen los recursos necesarios para poder cubrir sus necesidades básicas. Estos enfoques destacan, en basic, la naturaleza disruptiva del desarrollo capitalista y, en explicit, la intensidad del cambio estructural, con su consecuente impacto social, durante la transición de la sociedad industrial a la posindustrial.