Asimismo, el análisis por rubro de actividad económica también muestra importantes diferencias en los indicadores. Sobre la participación complete de mujeres, los rubros con las mayores proporciones son “Otras actividades de servicios” y “Enseñanza”. Por otro lado, la menor participación de mujeres está en “Construcción” y “Explotación de minas y canteras”. Datos de Banco Mundial (2016) muestran que los países que presentan una mayor diferencia en los ingresos tienden a presentar un menor grado de movilidad intergeneracional. Esto significa que hay una correlación clara entre la disparidad de los resultados y la de oportunidades –que determina la movilidad social–.
Este informe constituye un valioso aporte para analizar las brechas de participación laboral y de representación en los espacios de toma de decisión en Chile. De manera muy importante, junto al análisis de las entidades que reportan a la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), esta cuarta versión incluye una comparación de los indicadores de las empresas privadas y las públicas. Este esfuerzo aporta en la identificación de los avances y desafíos en este segmento específico, para articular respuestas que atiendan de manera integral la evolución de las brechas y desigualdades de género en el mercado laboral. En conclusión, nuestro estudio muestra un panorama general de las diferencias de género en el impacto psicológico de la pandemia en Chile. En este contexto, la pandemia intensificó brechas de género ya presentes en la salud mental y en el mercado laboral.
La mayor brecha de género en informalidad laboral en desmedro de las mujeres ocurre en la Industria manufacturera, en donde la tasa de ocupación informal femenina es 21,1 pp superior a la masculina, alcanzando una informalidad de 39,5%. Por el contrario, en la Construcción la tasa de ocupación casual femenina es 28,3 pp inferior a la masculina, aunque esto está asociado a la baja prevalencia femenina en esta rama, donde las pocas mujeres que se insertan lo hacen en una proporción importante en ocupaciones de alta calificación, que suelen estar asociadas a mayor formalidad. Más estratégicamente, se ha utilizado activamente la tecnología de la información y las comunicaciones (TICs) para desarrollar contenidos y aplicaciones, ampliando la oferta educativa a través de los medios de comunicación, apoyando a niñas y niños para que sean capaces de continuar y disfrutar su proceso de aprendizaje.
Es decir, al menos en términos de percepción de desigualdad salarial, a menor estatus menor es la desigualdad percibida. En general, los resultados de investigaciones nos señalan que la percepción de desigualdad posee variaciones relevantes en la población, las que serían afectadas por una serie de determinantes contextuales e individuales. Otra característica que resalta de las acciones públicas analizadas tiene que ver con la temporalidad de estas respecto de la Agenda 2030. En este sentido, de las 27 acciones públicas examinadas, solo nueve son posteriores a esta misma y un contenido de una de ellas, es decir, el Programa de Educación Financiera para Niños que es parte de unas de las acciones llevadas a cabo por el Fondo de Solidaridad e Inversión Social del año 2017. Además, de las otras que son anteriores a esta agenda, hay algunas como, por ejemplo, la Reforma Previsional del año 2008, o la Ley Nº19.966 del año 2004 que establece un Régimen de Garantías Explícitas en Salud, que son varios años previas al acuerdo, pero que aun así se incluyen en el informe relativo al ODS 10. Es decir, que incorporar la Agenda 2030 a las diferentes reparticiones públicas del país es un proceso que no es inmediato y necesita un trabajo previo como el diagnóstico y planes de implementación.
A pesar de todos estos retos, el estudio mantiene una visión positiva, ya que observa un importante cambio generacional frente a las actitudes tradicionales. En una encuesta realizada en la que la pregunta era “Cuando hay pocos empleos, ¿debería un hombre tener más derecho a un empleo que una mujer? ”, en Chile los encuestados de más de 50 años que apoyaban la contratación preferencial de los hombres superaban en 15 puntos porcentuales a los encuestados de 18 a 29 años. Además, con base en tendencias recientes, se espera que en Chile la brecha de género en la participación laboral se reduzca más de la mitad para 2040.
En esta categoría, Sen (2000) señala que hay diversas características, de las cuales el individuo no es res-ponsable, que configuran de una u otra manera sus necesidades, y, por consiguiente, sus metas y elecciones. Por ejemplo, etnia, género, contexto familiar, estrato social del que provienen y discapacidades físicas o mentales (Paes de Barros et al., 2008). Por lo tanto, reconociendo estas condiciones se admite también que el punto de partida es diferente para todas las personas. El peso que tiene la mujer como sostenedora del núcleo familiar lo indagó un reciente estudio realizado por la Universidad de Playa Ancha de Valparaíso y el grupo Defensa, y que reveló que el 73% de las mujeres son el sostén económico del hogar.
En este sentido, Iwuoha & Jude-Iwuoha (2020) argumentan que la actual situación mundial causada por el COVID-19 ha retrasado gran parte del trabajo que se había llevado a cabo respecto de la Agenda 2030, como también ha dejado en evidencia, nuevamente, las insuficiencias del modelo de desarrollo que se había alabado tanto en algún momento de la historia. En otras palabras, la actual pandemia demuestra la realidad y urgencia que requiere enfrentar las desigualdades socioeconómicas existentes, que sin duda se han acrecentado, siendo la población más pobre la más afectada y marginada (Leal et al., 2020 ). Las imágenes de la sociedad distan de ser un «espejo» de la realidad, ya que se ven afectadas por una serie de variables que actúan como filtro o sesgo perceptual, lo que está en línea con investigaciones en el área de la cognición social que mencionamos al inicio del artículo. Estos filtros producen efectos que se alejan de lo esperable desde el sentido común, tales como la tendencia a percibir mayor desigualdad por parte de individuos de mayor estatus (particularmente mayor educación), la tendencia a sobre identificarse con estratos medios y el impacto de un mayor estatus subjetivo en una menor percepción de brechas. La relevancia de estos procesos de carácter socio-cognitivo va más allá del plano meramente académico, ya que es esperable que tengan consecuencias en acciones concretas de los individuos respecto de la distribución económica del país. Por ejemplo, si aquellos individuos de menor estatus perciben menos desigualdad, no es esperable que exista presión por instalar este tema en la agenda pública como un problema social relevante ni tampoco esperar cambios a corto plazo en términos redistributivos en el país.
También, apoyamos a niñas y niños para que crezcan no sólo como sujetos de derechos, sino como ciudadanos/as globales capaces de compartir y empatizar con sus vecinos/as. Para lograr estos objetivos, adoptamos cuatro enfoques en la ejecución de nuestros programas educativos. Los sistemas educativos deben procurar recursos financieros y no financieros para los alumnos de menores recursos para asegurar que todos los alumnos gocen de altos niveles de aprendizaje. Esto sigue la teoría de que la educación proporciona más capital humano en la que, cuanto más educadas están las personas en una sociedad, mejor compiten por empleos e ingresos y viceversa. La desigualdad educativa empuja a muchas niñas y niños fuera de las aulas escolares, haciéndolos vulnerables a la explotación al entorno legal e incluso en casos extremos, al tráfico de personas. La crisis desatada por el Covid-19 dejó en evidencia que aún queda mucho trabajo por hacer para revertir la brecha que existe entre hombres y mujeres.
Así, se corre el riesgo de seguir perpetuando las estructuras internacionales y nacionales que promueven de una u otra forma las desigualdades en y entre los países. Por otro lado, se critica la mala relación que existe entre sus metas y los indicadores propuestos (Donald & Lusiani, 2016). Como se ve en la Tabla 2, no todas las metas son cuantificables y, por consiguiente, de difícil monitoreo sin los indicadores adecuados.
Por rama de actividad económica, se constató que las mujeres tienen una participación mayor en sectores de bajas remuneraciones o en sectores asociados principalmente a servicios, lo cual refleja la existencia de una segregación ocupacional por sexo de carácter estructural. Por tramos etarios también se aprecian diferencias, ya que entre los años los hombres presentan densidades de cotización en torno al 60% en promedio, mientras que para las mujeres en el tramo de años se observan los valores máximos, en torno al 50%. Esta plataforma, en la que también colaboran ONU Mujeres y la consultora Mercer, busca contribuir a la sensibilización y capacitación de la población respecto de la brecha salarial de género en Chile.
En este marco la hipótesis sugerida es que aquellos que se sienten injustamente recompensados son más sensibles a las diferencias de ingresos y, por lo tanto, la comparación con individuos de salarios mayores llevará a que ellos extiendan el continuo de ingresos en términos perceptuales, percibiendo, por tanto, más desigualdad. Por otro lado, se espera que quienes se sienten más justamente recompensados minimicen las diferencias de ingreso, ya que el ser justamente recompensado en un contexto de alta desigualdad podría generar disonancia cognitiva (Festinger, desigualdad distribucion de la riqueza 1957). El segundo argumento que expone Atkinson (2015) tiene que ver con la igualdad de oportunidades competitiva. Aquí, se garantiza que todos podrán acceder, por ejemplo, a un trabajo o al sistema de educación, entre otros. Sin embargo, existe una amplia gama desigual de recompensas, las cuales son construidas socialmente (Hopkins & Kornienko, 2010). Por ejemplo, dos individuos que pudieron acceder a la misma educación profesional, en igualdad de condiciones ex-ante, obtienen luego el mismo puesto de trabajo, pero en diferentes empresas.
Diversos trabajos académicos han profundizado el estudio sobre las causas y la evolución de la desigualdad en el país. Durán (2018) plantea que, al hablar de desigualdad, existen diferentes enfoques normativos sobre que entendemos por ella, así como formas de medición, incluyendo la desigualdad de riqueza, ingreso y salarios, para los cuales existen diferentes indicadores utilizados por la literatura económica. Respecto del Índice de Gini, el autor plantea que Chile ha tenido históricamente un valor elevado, con solo ocho años, de un total de 161, con un valor bajo 0,45. Además, que este indicador permite analizar el impacto de las políticas fiscales, evidenciando que Chile es uno de los países de la OCDE con menor impacto, pues para el año 2003, el valor del Índice de Gini para los ingresos autónomos fue de zero desigualdad de los ingresos,5 y al incluir transferencias y subsidios solo cae a 0,49. Si bien los valores actuales serían estarían dentro de los mejores resultados alcanzados por el país (Le Fort, 2017), del análisis histórico de Durán (2018) es posible apreciar un comportamiento cíclico de este indicador, por lo que no necesariamente existe evidencia que permita sostener que la actual reducción sea permanente en el tiempo four . Las causas de estas disparidades son múltiples, y estas se expresan en diversos ámbitos de la vida de los/as residentes del país, como por ejemplo, en el sistema previsional, en salud, educación, entre otros ( Vera, 2017 ).
Las reformas educacionales del próximo gobierno deben incluir políticas de inclusión femenina y modificaciones curriculares que reflejen las necesidades sociales más relevantes. Así el género femenino, altamente atraído por el altruismo, se verá representado de mejor manera y en áreas donde existen remuneraciones profesionales más altas. Los modelos señalan que bajo el statu quo, tomará cerca de un siglo llegar a una equidad basic en el mundo. Las mayores desventajas para las mujeres se detectan a nivel laboral, y las menores en cuanto a acceso y logros educacionales. Esto indicaría que, en esta larga marcha por la igualdad, la educación puede ser el caballo de carrera para llegar a la meta.