Esta rabia no tiene justificación cuando, por ejemplo, es la reacción de estadounidenses blancos acostumbrados al privilegio racial que ahora tienen que adaptarse a un mundo más igualitario; pero sí la tiene cuando apunta a un gobierno que enriquece a grupos de intereses especiales a costa de todos. En una economía con poco o nulo crecimiento, donde lo que gana uno sólo puede salir de lo que pierde el otro, semejante robo legalizado es inaceptable. Más en common, el verdadero monstruo es la desigualdad derivada de la conducta “rentista” (enriquecerse con el sudor ajeno sin contribuir nada de valor a la economía). Algunos ejemplos clásicos son los banqueros que presionan al gobierno para debilitar regulaciones y después, cuando los bancos quiebran, dejan a los contribuyentes un costoso desastre que arreglar.
Las diferencias entre los sistemas legales de diferentes países pueden crear obstáculos para la cooperación y el comercio internacional, dificultando la reconciliación de diferencias en valores y principios subyacentes a distintos sistemas legales. Aparece así la empresa informativa, donde la comunicación misma se convierte en producto, y cuyo control y gestión pertenece a quienes la sostienen financieramente. Como indica Torres López (1985) la comunicación de masas al convertirse en una actividad industrial más se manifiesta como una actividad institucionalizada que se regula por un ordenamiento jurídico en cuanto a la institución de los medios como unidades productivas sujetas a determinadas leyes. No podemos ignorar a los que sufren, pero tenemos que asegurar que nuestros “remedios” no sean peores que la enfermedad. El verdadero monstruo son los rentistas que han llegado a tener tanto management del gobierno. Arlie Russell Hochschild, de la Universidad de California en Berkeley, ha escrito sobre la rabia que sienten ciertos grupos de personas ante el avance de otros.
TikTok tiene mil cuatrocientos millones de usuarios repartidos en 150 países, por ejemplo. Hace 25 años, Francis Fukuyama publicaba un libro poco convincente, El Fin de la Historia, que intentaba explicar la política y el mundo con el término del socialismo real y la hegemonía del neoliberalismo. Su nuevo libro, Identidad, resulta más interesante y parece ser un aporte a la comprensión de las nuevas luchas sociales y realidades que estamos viviendo. Los autores chilenos plantearon en esta publicación que la desigualdad de distribución del ingreso agrícola era extraordinariamente alta en nuestro país, como parte del legado colonial y por lo tanto es errado sostener que solo comenzó a aumentar a finales del siglo XIX. Otro problema de globalización es la protección de los derechos humanos, debido a las diferencias en las políticas de cada país.
Paradójicamente, el gobierno norteamericano, que había sido el principal impulsor de la globalización, es hoy día su enemigo. Donald Trump simboliza el nacionalismo económico, las políticas antiinmigrantes, cuestiona la protección multilateral del medio ambiente y despliega un discurso agresivo contra todo aquello que Estados Unidos promovió hasta hace muy pocos años. Explicando el planteamiento, Bartels propone que esta tendencia no es sólo consecuencia de los resultados de las fuerzas económicas, sino que de decisiones de políticas desigualdad autores públicas derivadas de propuestas ideológicas de los mencionados partidos; combinado con las eventuales influencias que ejercen sobre los partidos los denominados grupos de interés de los sectores más acomodados. Igualmente, en el proceso de transnacionalización el rol de los medios es central, ya que favorecen los procesos de socialización del sistema global de producción. Esto se ve reforzado por el uso de la publicidad, mediante el cual se difunde información que influye en los estilos de vida y modos de consumo.
Una metrópolis con severa segregación social afecta tarde o temprano su gobernabilidad y su seguridad. Una metrópolis sin gobierno o administración y sin autoridad responsable de la ciudad, hace imposible por una parte un gobierno democrático con control ciudadano; por otra parte hace imposible el manejo eficiente de desechos, el creciente tránsito y los cada vez más frecuentes conflictos por uso de suelo, con lo cual la calidad de vida se deteriora. Es parte de esta situación que, desde el término de la ex Unión Soviética concluyera el periodo de la guerra fría, los sistemas desigualdad de la población tributarios, salvo excepciones, fueran horadados por la ilimitada codicia de grupos de poderosísimos intereses, que se niegan a contribuir en ninguna proporción, ni siquiera en la que les corresponde, a garantizar la estabilidad democrática de sus respectivos países. Las exportaciones del Reino Unido a la Unión Europea cayeron un fuerte 14% en el año siguiente al Brexit. Pero estas oscilaciones, por grandes que sean, fueron compensadas con una mayor integración económica en Asia Oriental y África, donde las conexiones e interdependencia entre países siguen profundizándose y ampliándose.
La recuperación de los espacios públicos deberá ser la gran prioridad estratégica del desarrollo urbano de la próxima década. En los años recientes, el único espacio público ganado al rápido desarrollo inmobiliario es aquel destinado a satisfacer las demandas de los vehículos motorizados. De hecho, gran parte de las políticas de transporte urbano han tendido a privilegiar siempre a los medios y sistemas de transporte (licitación de recorridos, plan de modernización de omnibuses, innovación tecnológica de sistemas de combustión, concesiones de vías urbanas), antes que al ciudadano usuario. Este, en su condición esencial de peatón, encuentra cada vez menos espacio, seguridad y tranquilidad en la ciudad.
Algunos muestran inequívocamente los éxitos económicos; otros parecieran empinarse, pero sin lograrlo; otros se han quedado definitivamente al margen de tales logros. A pesar de sus costos, problemas y accidentes, la integración entre países no ha muerto. El reto hacia adelante es cómo protegernos de sus defectos y aprovechar al máximo las puertas que nos abre.
El progreso funciona así; tal vez preferiríamos que todos prosperen a la par, pero eso casi nunca sucede. Para complementar el análisis basado en el Gini, una forma menos abstracta y más intuitiva de medir la desigualdad consiste en calcular la porción del ingreso total del país que concentran diferentes grupos de la población. Por ejemplo, la porción del ingreso nacional que se apropian el 1% y el 10% más ricos dan cuenta de qué tan concentrados están los ingresos.
Se trata nada menos que de Robert Castel, Alain Touraine, Mario Bunge, Octavio Ianni y Anthony Giddens. Cinco miradas que, provenientes de distintoss puntos del globo, de distintas trayectorias académicase ideológicas, coinciden a la hora de problematizar los lugares comunes de las ciencias sociales para abordar la complejidad del mundo actual. Se podría decir que los vectores que recorren estas cinco intervenciones son la desigualdad y la globalización, pero también abordan las nuevas formas de subjetividad y la constitución de actores sociales distintos, así como la incorporación de nuevos aportes al paradigma de las ciencias sociales, como las dimensiones de género, la microsociología, la interdisciplina. En los años 60 y 70, del siglo XX, se concedían préstamos a los países del tercer mundo a bajo interés. Los créditos se pidieron contando con unos ingresos que van decreciendo, ya que el valor de los productos de estos países (materias primas) no hace más que devaluarse. Uniendo estos dos elementos (valor de la producción devaluada + aumento intereses) la devolución se hace imposible, por lo que los dirigentes locales han de renegociar con el FMI y el BM nuevos créditos para pagar los intereses de los créditos antiguos.
Efectivamente, el vigoroso crecimiento de las últimas tres décadas, fundado en el comercio y las inversiones globales, ha dado un viraje de one hundred eighty grados. El artículo trata sobre la desigualdad en las primeras décadas después de la Independencia de Chile. El profesor Llorca explica que sobre ese periodo “había muy poca evidencia respecto de los niveles de inequidad y se había dicho en el pasado que la desigualdad en toda Latinoamérica había sido baja o moderada hasta la primera globalización”. El Dr. Llorca en conjunto con los coinvestigadores del proyecto Fondecyt, Juan Navarrete y Roberto Araya utilizaron nuevas fuentes fiscales para concluir que, en las décadas anteriores a la primera globalización, los niveles de desigualdad eran ya muy elevados en Chile. La última conferencia de 2015 dictada por la Cátedra Norbert Lechner, presentó el trabajo del cientista político estadounidense, Larry Bartels, quien ha sido reconocido a nivel mundial por sus estudios que vinculan a la desigualdad económica con la representación política en Estados Unidos.
Desde los años 80 al ninety del siglo pasado, se desarticuló aquella conducta, bajo el criterio de minimizar el rol del Estado. Luego que se desplomó el comunismo ya no tuvieron freno en su afán concentrador de la riqueza. Lo que no fue normal fue la velocidad con la cual pudieron actuar y, en ciertos casos, coordinarse para poder inventar las vacunas contra el Covid-19, producirlas a gran escala y distribuirlas por el mundo en tiempo récord, salvando así millones de vidas. Si este exitoso ejemplo de globalización se pudo hacer realidad una vez, se puede repetir muchas más. «A partir de mediados de la década de 2000, el impulso hacia un orden mundial cada vez más abierto y liberal comenzó a fallar, y luego se invirtió» (F. Fukuyama, Identidad, ed. Planeta, 2019).
El más exhaustivo de estos impuestos es el impuesto a la riqueza, el cual se paga sobre el whole del valor del patrimonio de un individuo. El foco del impuesto a la riqueza son solo los mayores patrimonios, por lo que en general su diseño exime a la mayor parte de la población de este impuesto. Una primera opción son los impuestos a los bienes de consumo, como por ejemplo el Impuesto al Valor Agregado (IVA). Este es un impuesto donde todos los individuos, independiente de sus ingresos, pagan el mismo porcentaje por cada compra que realizan. En Chile la tasa es 19% del monto consumido y aplica a (casi) todos los bienes y algunos servicios. Estos datos también son útiles para estudiar cómo la desigualdad ha evolucionado en el tiempo.