Desde la tradición del pensamiento social cristiano, san Alberto Hurtado outline la justicia social como “aquella virtud por la que la sociedad, por sí o por sus miembros, satisface el derecho de todo hombre a lo que le es debido por su dignidad de persona humana”. El académico comenzó su presentación hablando sobre la historia del crecimiento económico.“En un periodo de aproximadamente 200 años, de mucho progreso de la humanidad, también ha habido una caída de la pobreza”. Como señaló el economista, tenemos zonas de África, Asia y Latinoamérica que siguen muy empobrecidas. Su objetivo es promover que las familias y personas accedan a mejores condiciones de vida, a través de la superación de condiciones de pobreza extrema y vulnerabilidades sociales que les afecten, así como garantizar el ejercicio de sus derechos a lo largo de todo el ciclo vital desigualdad social en tiempos de pandemia. Tiene por objetivo contribuir al financiamiento de proyectos nacionales, regionales y/o locales que estén destinados a fortalecer la participación, asociatividad y liderazgo de las mujeres, en el marco de la equidad de género y los derechos humanos. La Guía tiene 10 acciones claves, y tenemos por delante la tarea de trabajarlo a nivel nacional y regional.
La desigualdad, sobre todo aquella que hiere la convivencia humana, no es un problema que inquieta solo a la sociedad chilena. Preocupa en el mundo entero y ha sido objeto de atención tanto desde el ámbito político, el académico y el eclesial. Obviamente, dada la complejidad de la cuestión aquí abordada, de las distintas aproximaciones disciplinares e ideológicas en juego, el esfuerzo aquí realizado no puede ser sino limitado. Por otra parte, dado el contexto en el que se ha agudizado la discusión sobre las desigualdades, el vínculo con la violencia no puede ser soslayado.
Más estratégicamente, se ha utilizado activamente la tecnología de la información y las comunicaciones (TICs) para desarrollar contenidos y aplicaciones, ampliando la oferta educativa a través de los medios de comunicación, apoyando a niñas y niños para que sean capaces de continuar y disfrutar su proceso de aprendizaje. Adicionalmente, se provee acceso a actividades extracurriculares en áreas de ciencias desde la robótica, artes desde la creación cinematográfica y al desarrollo socioemocional de forma específica y transversal en cada programa. En la misma línea, Li y Zou (1998), utilizando datos filtrados de la muestra de Deininger y Squire (1996), junto con los de Barro y Lee (1994) además de los de Nehru (1995) determinan que el coeficiente de regresión para la variable desigualdad medida por el Coeficiente de Gini resultó positivo. A raíz de lo anterior, concluyen que la desigualdad no es dañina para el crecimiento económico (contrario a lo que plantean Persson y Tabellini en 1994), sino que puede llevar a un incremento de este si el consumo público entra en la función de utilidad. Dichas grandes empresas y poderes financieros son lobbies muy poderosos que influyen en las decisiones que toman los gobiernos centrales y condicionan políticas mundiales llevadas a cabo por el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Los avances económicos y sociales que ha experimentado Chile desde inicios de la década de los ninety son innegables. En las últimas dos décadas y media, el PIB per cápita se ha multiplicado casi seis veces, mientras que la fracción de hogares que vive en pobreza ha caído a menos de la quinta parte. Incluso los indicadores de desigualdad de ingresos, difíciles de alterar sin políticas explícitas, han mostrado una tendencia a su reducción. Si medimos en términos monetarios claramente un país con mayor conciencia social, con más integración, con menos desigualdad, tiene menor riesgos de inversión.
Los sistemas educativos deben procurar recursos financieros y no financieros para los alumnos de menores recursos para asegurar que todos los alumnos gocen de altos niveles de aprendizaje. Esto sigue la teoría de que la educación proporciona más capital humano en la que, cuanto más educadas están las personas en una sociedad, mejor compiten por empleos e ingresos y viceversa. Respecto de las transferencias corrientes, los resultados fueron bastante representativos en evidenciar que ella afecta de forma negativa tanto en el presente como en el pasado (rezagos), aun cuando esta variable tiene relación directa y significativa con la tasa de crecimiento del PIB. En este sentido, Deininger y Squire (1996) advierten que muchos de los modelos estimados en donde se observa una relación negativa entre desigualdad y crecimiento no son robustas, dado que al aplicar pruebas de sensibilidad y agrupar variables explicativas adicionales o variables dummy, el coeficiente de la variable desigualdad se presenta en signo negativo pero no significativo.
Se concluirá que el sistema tributario Chileno responde a un pacto social -impuesto, no acordado- que le asigna un rol acotado al Estado tanto en la recaudación como en la corrección de las desigualdades del mercado. En ese sentido, los altos niveles de desigualdad en Chile no son consecuencia inevitable de la economía internacional. Desiguales destaca el rol que le cabe a la política pública en igualar el acceso a los servicios sociales, reducir la concentración del ingreso en el 1% más alto y romper el vínculo entre el dinero y la influencia en las decisiones públicas.
Otras políticas relevantes son aquellas que promueven el desarrollo infantil, como Chile Crece Contigo. Algo que usted también tiene presente en el caso chileno es la “promesa de la movilidad”, y cuando se pregunta si es posible lograr una alta movilidad intergeneracional con altos niveles de desigualdad, la respuesta parece ser que no. Porque detrás de las buenas cifras, que debemos valorar y mejorar, cómo no, queda claro que los desafíos para el Estado siguen más vigentes que nunca. No descansar hasta reducir al mínimo la pobreza de los niños, niñas y adolescentes; reducir y empequeñecer la brecha histórica entre mujeres y hombres, y también garantizar una vejez digna, con un sistema de seguridad social que permita que las personas mayores vean mejoradas sus pensiones hoy, y no en forty años más. Luego de lo ocurrido en los últimos años en el país, está claro que la desigualdad ha erosionado la confianza en las instituciones y ha desgastado el tejido social. Factores como la salud, la educación y el empleo, no están operando de manera adecuada y perjudican especialmente a los grupos prioritarios para la política social.
Pero esas sociedades igualitarias (Abelianas, de pastoreo) están en vías de extinción o de exterminio por las organizaciones desiguales con propiedad privada (Cainitas, patrones de fundos o de capitales). Dada la profunda transformación económica, social y política por la que atraviesa nuestro país, es urgente generar una pausa en el clima de polarización para revisar cómo queremos vivir el presente desigualdad social pobreza y superpoblación y cómo queremos proyectar el futuro. Por ejemplo, un 27,2% de las y los trabajadores declara que su empleo no le permite tener estabilidad financiera y un 33,4% considera que su educación no les ha entregado la oportunidad de aumentar sus ingresos o de ascender en el trabajo. Esta frase deja en evidencia que la pandemia por Covid-19 nos impactó y nos sigue impactando de diferentes maneras.
Entre los modelos más recientes basados en la curva de Kuznets se encuentra el planteado por Greenwood y Jovanovic (1990), quienes dan un realce al desarrollo del mercado financiero de un país y su cambio de un sistema no sofisticado a uno moderno como condición basal al momento de emprender políticas de crecimiento económico. Por otro lado, Helpman (1997) se enfoca en la tecnología que se encuentra disponible en el país o en los sectores económicos como causa del crecimiento, sosteniendo que el sector con menor capitalización o pobre en recursos financieros utiliza una tecnología obsoleta, mientras que el sector con mayores recursos utiliza una más avanzada. Es este apartado, de manera muy somera, recogeremos algunos análisis sobre el fenómeno de las desigualdades, consideradas sobre todo desde la economía, de la historia y las ciencias sociales, tanto en estudios globales como locales. El autor se refirió a los seis nudos de reproducción de la desigualdad que se identifican en el libro y que son los que debieran atacarse para revertir la brecha socioeconómica. Entre ellos mencionó que el capital y los ingresos están muy concentrados en un conjunto de grupos económicos; que el Estado está insuficientemente involucrado en tareas de redistribución y provisión de seguridades para los ciudadanos; y que nuestro sistema educativo altamente segmentado no permite asegurar la suficiente igualdad de oportunidades.
Durante la investigación, se realizó observación, entrevistas en profundidad y etnografía móvil, en fin de mostrar las dinámicas de producción y reproducción cotidiana de desigualdades en el espacio segregado, a partir de un análisis del tiempo destinado al trabajo remunerado, de cuidado y doméstico, de ocio y sociabilidad y tiempo de traslados. Durante las últimas dos décadas, el PNUD instaló la desigualdad como un tema central de las políticas públicas en Chile, argumentando que es un determinante clave del malestar ciudadano. El trabajo empírico de Thomas Piketty y Emmanuel Sáez facilitó esta labor, al concentrar nuestra atención en el 1% más rico.
Al contrario, en épocas de estabilidad, las desigualdades no han hecho más que aumentar hasta niveles que acaban siendo insostenibles, al punto de desembocar en asaltos igualitaristas abruptos. De este modo, directa o indirectamente, se aplanaban las desigualdades que solían incrementarse en tiempos de paz. De ahí que, para el autor, comprender esas “fuerzas niveladoras” que han surgido en la historia pasada parece crucial para adoptar políticas y medidas concretas que nos permitan combatir pacíficamente la desigualdad en el presente y futuro. Por otra parte, y como también se mencionó al comienzo de este artículo, el Coeficiente de Gini es uno de los indicadores más utilizados a nivel internacional a la hora de medir la desigualdad ( Medina, 2001 ; Goubin, 2018 ) y Chile no es la excepción. Si bien se reconoce la utilidad de este índice, existen críticas al mismo, como las planteadas por Atkinson (1970 ) sobre la proporcionalidad de las transferencias, otorgando más peso a las transferencias en el centro de la dis-tribución que en las colas, lo que no necesariamente refleja los valores sociales tras un indicador de desigualdad.
Además, de las otras que son anteriores a esta agenda, hay algunas como, por ejemplo, la Reforma Previsional del año 2008, o la Ley Nº19.966 del año 2004 que establece un Régimen de Garantías Explícitas en Salud, que son varios años previas al acuerdo, pero que aun así se incluyen en el informe relativo al ODS 10. Es decir, que incorporar la Agenda 2030 a las diferentes reparticiones públicas del país es un proceso que no es inmediato y necesita un trabajo previo como el diagnóstico y planes de implementación. Por otro lado, las acciones públicas incorporadas que son muy anteriores a la Agenda 2030, en términos de temporalidad, son acciones que además de perdurar en el tiempo, son de largo alcance. Por ejemplo, la Reforma Previsional ya mencionada, requiere de un largo período de tiempo para ver resultados, ya que hace referencia un segmento de la población que verá los resultados de esta ley en varios años más, cuando sea momento de jubilarse, como también quienes año a año se retiran de sus actividades laborales. O bien, la Ley Nº19.966 del año 2004, la cual continúa vigente e, igualmente, ha ido incorporando cada vez más elementos para incluir a una mayor cantidad de personas beneficiadas desde su entrada en vigencia hasta el día de hoy. Por lo tanto, las acciones públicas analizadas dan cuenta del trabajo que se ha realizado en el país respecto de la reducción de desigualdades, las cuales han podido ser incorporadas como respuesta a las metas establecidas para el ODS 10, pero no necesariamente como un trabajo que se ha realizado en base a esta agenda, aún.
Este escenario de disaster, a su vez, pone en el centro del debate el estado actual de la cohesión social y sus posibles proyecciones de fortalecimiento y/o reformulación, tomando en consideración el inicio de un proceso constituyente en el país que asegure la promoción de un modelo de desarrollo basado en los principios de justicia, participación y democracia. Con la nueva corriente que relaciona negativamente a las variables surgen estudios como el de Persson y Tabellini (1994), quienes realizan dos modelos de regresión con muestras históricas y actuales, evidenciando un signo negativo de la desigualdad sobre el crecimiento. Dado lo anterior, estos investigadores concluyen que la desigualdad es dañina para el crecimiento, puesto que conduce a políticas que no protegen los derechos de propiedad y no permiten la apropiación privada complete de los rendimientos de la inversión. A partir de lo anterior se obtiene como resultado que para cada modelo existía una relación negativa entre la desigualdad y el crecimiento. En la misma línea, del estudio de Benabou (1996) se puede desprender que el coeficiente negativo para la desigualdad del modelo, como así también en otros, es provocado en parte por factores fuera de las variables planteadas, como por ejemplo la riqueza agregada (aggregate wealth), instituciones políticas (political institutions) o el nivel de desarrollo (development level). Lo anterior reforzado por Alessina y Perotti (1996), ya que estos evidenciaron que otro de los vínculos entre la relación negativa entre desigualdad e inversión es la inestabilidad política de un país promovida por el descontento social.