En una época en la que es difícil sustraerse al discurso de “las políticas basadas en evidencia” y en un ambiente marcado por el cierre de las campañas electorales, y con ello de cierta saturación de mensajes en el espacio público, El Colegio de México presentó, en junio pasado, el informe Desigualdades en México 2018. El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED)6 identifica a la pobreza como el principal problema de los jóvenes. «Se ha sabido por décadas, si no por siglos, que la sociedad maya clásica era desigual», apunto Keith Prufer, de la Universidad de Nuevo México (EE.UU.). «Pero lo que podemos añadir es que esta desigualdad se extendía a toda la sociedad, incluso dentro de los vecindarios. Eso no se había documentado bien antes». Factores como el tamaño de la casa no dan una imagen absoluta de la riqueza y «todo hay que verlo en sentido relativo», dijo Gary Feinman, otro de los autores del estudio. En gran medida esta desigualdad está relacionada con el acceso a bienes o las redes comerciales, señalaron los científicos.
Se trata de examinar el modelo social que ha adoptado la nación y de repensar el papel del estado en la reducción de las desigualdades. Qué puede esperarse del estado en este marco para avanzar hacia una sociedad justa, en un espacio social fragmentado en sectores que, al perseguir sus intereses legítimos, producen y reproducen tensiones a propósito de los derechos de las mujeres, de los niños, de los homosexuales, de los adultos mayores, de los inmigrantes, de las minorías étnicas y de las minorías lingüísticas. Desde el punto de vista del indicador de pobreza como factor desigualdad de la pobreza de discriminación, los resultados indican que al igual que en el índice de percepciones la condición de pobreza tiene muy poca o nula importancia para las minorías étnicas y religiosas, se mantiene entre 12 y 15 por ciento para los jóvenes, y en alrededor de 25 para las mujeres. En el primer apartado se revisa literatura relevante que ha discutido, a escala nacional e internacional, la relación entre pobreza y discriminación.
También identifica cómo las desigualdades se materializan en brechas en el ejercicio de derechos y en algunos de los principales ámbitos del desarrollo social, como la educación, la salud y la protección social. En pocas palabras, la situación de los jóvenes se encuentra en una coyuntura histórica de crisis tanto como la de cualquiera que esté vivo en ese momento. Lo que decide quién absorbe el impacto no es la coyuntura misma, sino la estructura de la desigualdad. En este caso, el acceso de los jóvenes a los beneficios o prerrogativas de los adultos se limita o se posterga y, como consecuencia, los mayores pueden mantener sus condiciones de vida en un contexto adverso gracias a la exclusión temporal de los jóvenes. Introducir a la discusión la perspectiva del adultocentrismo, en el caso de los jóvenes, o de género, en el caso de las mujeres, abre la puerta al debate de la justicia y la equidad en las soluciones, en lugar de limitarlo a un análisis sincrónico o transversal de las posibilidades y la eficiencia dentro de un statu quo asimétrico.
La inflación como objetivo central es una hipótesis cuestionable porque en el caso de Estados Unidos y Europa no ha sido éste el problema, sino la elevada tasa de desempleo. Las autoridades monetarias de Estados Unidos contaron con los instrumentos jurídicos para instrumentar regulaciones al sector financiero, como la ley Dodd-Frank, que entró en vigor en julio de 2010, pero no tuvieron la intención de implementarla. El Comité del Senado, a su vez, fue el encargado de supervisar el mercado de los derivados (los productos financieros más riesgosos), emitidos por bancos con garantías del gobierno, pero tampoco fueron supervisados.
Según esta perspectiva, se establecieron tres umbrales de pobreza (alimentaria, de capacidades y de patrimonio), y para cada uno calcularon los ingresos que delimitan, para el ámbito rural o urbano, la pertenencia o no de un hogar a un estrato de pobreza determinado. Aunque el CONEVAL estableció la medición multidimensional como el método oficial a partir de 2009, no ha dejado de realizar las cuantificaciones por la vía de los ingresos, y mantiene actualizadas por mes y a precios corrientes las líneas que demarcan los umbrales de pobreza urbana y rural. 23Es decir, los jóvenes que ya pueden formar parte de la población económicamente activa (PEA) y tener un trabajo remunerado tienen menos acceso a la seguridad social, que en México está vinculada al trabajo formal, que los niños que no forman parte de la PEA.
La desigualdad económica se contempla como la distribución desigual de bienes y servicios; esta se da cuando dos individuos efectúan el mismo trabajo, pero la ganancia monetaria no es igual para ambos. Para Hunt y Colander[18] el factor más importante son las diferencias en las ganancias de los individuos. Estas diferencias se basan en parte a la ocupación y a las cualidades personales de las personas involucradas. El issue más básico que determina las variaciones de ingreso entre los grupos ocupacionales es la demanda y la oferta. Las ocupaciones que requieren actitudes especiales y mucha capacitación tienen sueldos altos debido a que la oferta de trabajadores es poca en relación con la demanda.
El movimiento zapatista, por ejemplo, logró contestar narrativas del pasado colonial reivindicando la ciudadanía de los pueblos originarios a partir de una identidad étnica que los presentaba como «iguales pero diferentes» al resto de los mexicanos. Es también el caso de algunos grupos de jóvenes que adoptan marcadores identitarios estéticamente desafiantes para amplios sectores de la sociedad y reivindican derechos grupales, y otros que conciernen a la sociedad en su conjunto. Hay propuestas sólidas para hacerlo que pasan, entre otras cosas, por mejorar los servicios públicos de educación y aumentar el presupuesto educativo hasta alcanzar el mismo nivel de inversión que el promedio de los países latinoamericanos.
Este país ha decidido, en primer lugar, permitir que los hogares tengan ingresos enormemente desiguales (es decir, “desigualdad de los hogares”), explica Grusky. “La evidencia inicial, que se refería únicamente a los resultados de los adultos en el estudio, no fue concluyente. Con todo esto, podemos considerar que la discriminación laboral es otra expresión de violencia que tiene que enfrentar la mujer.
La desigualdad social es un problema de las sociedades contemporáneas, producto del desarrollo desigual de las diversas regiones del globo y de la imposición de ciertas ideologías o valoraciones de unos seres humanos por encima de otros. De hecho, la desigualdad social es el origen de la discriminación, ya que esta última consiste en tratar de manera distinta a quienes se vean desfavorecidos económica, social o moralmente. La provocación que supone la publicación de este informe no se limita al plano de la preocupación y responsabilidad desigualdad de la población social. Por un lado, el estudio documenta fehacientemente ámbitos en los que el modelo social vigente en México habría estado descompuesto, suscitando interrogantes, pero también la frustración del lector ávido de detalles y explicaciones. Sin abundar en éstas, resulta enigmático el silencio que parece envolver el hecho de que, en la mayoría de sus datos, el informe parece documentar una desigualdad menos penosa que aquella que prevalece en nuestros prejuicios alimentados por la narrativa política y mediática.
El desarrollo de un marco analítico basado en el adultocentrismo puede tener una serie de aportaciones relevantes. En primera instancia, podría orientar la generación de información, de indicadores y de evaluaciones de las condiciones de vida que se ajusten a la situación y a las necesidades de los jóvenes, y que reflejen de manera más fidedigna la realidad de este grupo de edad. También podría facilitar el diseño y la revisión de los esquemas de protección social que dan apoyo y seguridad a las personas que transitan hacia la adultez, y la independencia económica para garantizar la atención y prevención eficiente de las consecuencias de los sesgos adultocéntricos, como la precarización de la inserción laboral. El análisis de la desigualdad entre jóvenes y adultos en términos de desempleo e inserción laboral, ingresos laborales y condiciones laborales requiere un análisis detallado que permita conocer las trayectorias -no solo la antigüedad- y distinguir entre el contexto de origen, el tipo de inserción laboral y el historial laboral. Sin embargo, pese a las limitaciones en la información disponible, los datos sugieren la existencia de sesgos adultocéntricos. La segunda limitante en los estudios sobre la pobreza entre los jóvenes mexicanos es que la medición no considera algunas necesidades comunes de este grupo de población.
consigo la automatización del empleo y la revolución digital. La segregación racial puede resultar en la marginación de minorías sociales e individuos debido a su procedencia, por el shade de la piel o por la pertenencia a una cultura vista como inferior. Aunque la mayoría de los países tiene un marco legal que otorga igualdad ante la ley a todos los ciudadanos, esto está lejos de ser cierto.
Llama la atención que en ningún período de nuestra historia el coeficiente haya estado en un nivel comparable a los que muestran los países actualmente más desarrollados (figura 1). El feminismo es un posicionamiento activo ante la desigualdad entre sexos, y es una forma de lucha para obtener igualdad de derechos ya sean económicos, políticos, judiciales o de otro tipo. Las desigualdad entre sexos, menos acusada en basic en sociedades preestatales, se intensificó en las primeras culturas estatales y sendentarias. En la antigüedad existían importantes diferencias entre diferentes civilizaciones y es complicado dar afirmaciones generales. En las modernas sociedades postindustriales occidentales, la desigualdad tradicional ha disminuido, en parte debido a factores materiales y organizativos[23] y en parte también debido a las luchas del movimiento feminista.
La mayoría comparten características que permiten comparar entre países e incluir múltiples dimensiones en su cálculo. Algunas de ellas son el Índice de Desarrollo Humano (IDH)2, el Coeficiente de Desigualdad Humana3 y el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM)4. El problema de la igualdad de oportunidades es que es una reformulación de la meritocracia, que es siempre una forma de justificar los privilegios de las élites. Damos prestigio o dinero a ocupaciones que socialmente son muy poco importantes o incluso negativas, como la especulación financiera. En cambio, ocupaciones vitales para el funcionamiento de la sociedad las infravaloramos o pagamos mal.