E. Sanz Giménez-Rico (ed.), Cuidar de la Tierra, cuidar de los pobres (Sal Terrae, Santander 2015), 38-40.
Como ya se mencionó, el IPM Global fue desarrollado por la OPSI y la OGRD, y puesto en marcha en 2010. Se ha actualizado anualmente y cada dos años por la OPSI, e incluido en cada Informe de Desarrollo Humano desde entonces. El objetivo del IPM mundial es comunicar a la política mediante información comparable sobre la pobreza multidimensional para el mundo en desarrollo. En este sentido, la selección de dimensiones, indicadores y otros parámetros se guía por este propósito, así como por la información disponible para este gran número de países. El IPM Global es comparable a la medida de 1,90 dólares por día de la pobreza monetaria por el Banco Mundial; proporciona un punto de referencia internacional y permite la comparabilidad. Esta medida utiliza el hogar como la unidad de identificación, lo que significa que los indicadores se definen a nivel del hogar y todos los miembros comparten el mismo estatus de privaciones.
Los hogares pobres son más vulnerables que los hogares no pobres, en la medida de que sus residencias son endebles frente a catástrofes naturales, están sujetos a violencia e inseguridad, la deficiente alimentación lo hace vulnerable a las enfermedades, sujetos de la misma forma a la pérdida de su trabajo frente a las políticas macroeconómicas. Una crítica a esta forma de medir la pobreza, que se sustenta en medidas utilitaristas, es su visión altamente instrumental en la medida que facilita de forma significativa la medición de la pobreza. La utilización de pobreza a través de ingreso y de consumo sesga hacia abajo la medición de la pobreza, limitando de forma importante la lucha contra la misma a través de la política social2. Desde los debates sobre el mínimo necesario, sobre lo que se considera socialmente necesario, hasta los bienes que debería constituir la canasta mínima son hoy aún objeto de polémica. En efecto, hoy pueden coexistir muchas líneas de pobreza nacional que no son comparables a escala common. En esta dirección el Banco Mundial (2001) considera el valor de 1 y 2 dólares al día a precios de paridad (PPA).
Es importante que aumente el bienestar material, pero ello es solo parte del objetivo. Necesitamos preocuparnos por la solidaridad social, la justicia, la calidad de vida y la educación […] pues la educación no puede verse [solo] como un medio para aumentar los ingresos, sino también como un elemento que enriquece la calidad de vida. Se considera que la pobreza urbana se mide en las malas condiciones de vivienda, alimentación, servicios básicos como luz, agua potable, drenaje. El nivel de vida va de acuerdo a los niveles de ingreso que se tiene por persona, si bien esta persona no tiene buenos ingresos económicos, habrá carencias para vivir dignamente, al menos con los servicios básicos para garantizar el bienestar. Curiosamente, hay bolsas de miseria incluso en países con bajos niveles de IPM (figura 4). Por ejemplo, en países como Turkmenistán, Bosnia Herzegovina, Barbados, Uzbekistán y Azerbaiyán, el 30 por ciento o más de los pobres del IPM son indigentes.
En Sudáfrica, menos del 9 por ciento de los pobres del IPM son indigentes. En basic, las tasas de indigencia tienden a ser inferiores a las tasas de pobreza de 1,90 dólares/día. Pero la indigencia es notablemente superior a la pobreza por ingresos en algunos países, como Pakistán, Mauritania, Sudán, Gambia, Chad, Etiopía, Níger y Sudán del Sur. Este hallazgo destaca la importancia de medir y combatir la pobreza en todas sus formas y dimensiones. En el lado negativo, hay seis países donde la indigencia es «la norma» que afecta a la mitad o más de la población.
Todos estos conceptos han sido moldeados por el enfoque de capacidad de Sen, que produjo cambios drásticos en la formulación de políticas y desafíos de medición importantes. Dos consecuencias inmediatas surgen de la conceptualización de la pobreza, en tanto que privación de capacidades. La primera es el reconocimiento de la asociación negativa entre la pobreza y el desarrollo humano y, en última instancia, entre la pobreza y el bienestar de las personas. Concebir la pobreza como un fenómeno multidimensional implica varios retos, tanto en términos de requerimientos de información (se necesitan datos sobre las múltiples dimensiones para calcular una medida de pobreza multidimensional) como de juicios de valor (hay que definir la importancia relativa de las diversas dimensiones). Esto es particularmente relevante en el Programa 2030, ya que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) lanzados en 2015 requieren que los países reduzcan la pobreza en «todas sus formas y dimensiones».
Este cambio de paradigma implicaba centrarse en el individuo como unidad de análisis, en lugar de la economía, y evaluar el progreso en el espacio de las capacidades y las libertades, en lugar de los ingresos. El concepto de desarrollo se convirtió en «desarrollo humano», las medidas de desarrollo, la pobreza y la desigualdad pasaron de una dimensión a múltiples dimensiones y la formulación de políticas cambió drásticamente para mejorar variables diversas y para avanzar en el desarrollo humano, no solo aumentando el nivel de ingresos de la economía. Tras el lanzamiento del Índice de Desarrollo Humano (IDH) en 1990, se han creado varios nuevos índices dirigidos hacia una comprensión más amplia del desarrollo. A partir de este cambio de paradigma, surgieron diversas consecuencias prácticas. El enfoque en el individuo significó el paso del concepto de desarrollo al concepto de «desarrollo humano». La comprensión y medición del desarrollo cambió de una única dimensión, es decir, los ingresos, a múltiples dimensiones, esto es, capacidades y libertades.
En el cuadro 3, se encuentra que la mayor concentración de población pobre está asociada a Asia Meridional (40,0%), al África Subsaharia (46,3%), a América Latina y el Caribe (15,6%), para una cifra superior a los 1.100 millones de personas. En el cuadro 1 se presenta el impacto de disaster económicas en algunos países sobre la pobreza. Problemas relacionados con la hiperinflación, el contagio, las disaster financieras, cambiarias, y de términos de intercambio producen incrementos sustanciales de la pobreza. De esta forma se confirma que la política económica no es neutral, y que al contrario tiene efectos sobre la pobreza y la desigualdad. Las políticas dirigidas a combatir la pobreza no pueden olvidar la vulnerabilidad de los hogares pobres. La lucha contra la pobreza es sostenible en la medida en que se considere el fenómeno de forma integral.