La búsqueda metodológica procuró componer una cartografía en tanto que actualización del pensamiento crítico, como “creación de nuevos conceptos o herramientas de navegación” (Braidotti, 2018, p. 7). Un caché para aprehender tanto lo estriado como discontinuidades y rupturas; un caché que manifieste no sólo al otro, sino como otro. Generar canales donde aparezcan en la escena de la investigación formas diferentes de pensarnos en el mundo, que nos acerquen a eso “que somos diferencia, que nuestra razón es la diferencia de los discursos, nuestro yo la diferencia de las máscaras. Cartografiar supone escapar del laberinto de las antinomias “de la única manera en que se puede, disolviéndola” (Deleuze, 2008, p. 11). Mapear involucra al plano, las líneas y los estratos donde mapa y territorio se intersectan, componen y ensamblan; ir tras los trazos del mapa del rizoma tratando de evitar dicotomías que nos fijan al caso, o, a la inutilidad.
En el caso específico de los asentamientos precarios del sur international esas historias de trauma suelen no sólo referir a vidas inestables, sino que definen un presente signado por el padecer que abona la lógica de trauma. En la escena del patio de la escuela es, justamente, esta lógica aquella que entra en colisión con la afirmación de vida, la voluntad de aprender. La pregunta por la cotidianidad suele dirimirse en el caso, el individual.
Sin embargo, en esos años eran comunes las poblaciones callampa, con decenas de familias viviendo en las peores condiciones imaginables. Sin energía eléctrica, sin agua potable, mucho menos con alcantarillado, en extremo hacinamiento y confinados a construcciones miserables. Nos encontramos con dos afirmaciones, una que contiene la negación del siempre otro, niega al afirmar “esta gente”. Aquella que narra un barrio que suscita pánico, pero también pena. Pero, como señala Das (2020) la caridad no puede ganar la guerra porque nunca es suficiente.
No se trata de aprender a pesar de las condiciones de vida, sino de un aprender que ocurre en esas condiciones. Allí radica la densidad de lo ordinario, de una cotidianidad que se realiza en esa materialidad, en sus afectaciones múltiples. Las paredes de la escuela serían otras sin ese deseo de aprender y ese deseo sería otro sin esas paredes, esa afección la pobreza es es lo que interesa a la cartografía de la cotidianidad. Un reservorio metodológico que permite múltiples entradas, al que se puede entrar por cualquiera de sus líneas porque la cartografía siempre “es necesariamente selectivo, parcial y nunca exhaustivo” (Braidotti, 2018, p. 3). No plantea soluciones, pero escapa y al hacerlo nos ubica, nos reubica.
A continuación, se revisan los enfoques conceptuales principales en torno a la problemática de la pobreza y precariedad urbana. Pese a lo anterior, de acuerdo al estudio, en los últimos 16 años un 41% de la población rural salió de la pobreza por ingreso y 22,6% en el caso de la extrema. En suma, como lo determinó un análisis realizado por la Universidad San Sebastián (USS) sobre la base de los datos de la Casen, existe un 62% más de pobreza rural que urbana, una cifra que se modera hasta el 57% en el caso de la pobreza extrema.
Un otro abyecto que se teme mientras que da pena, aquel que debe civilizarse, evangelizarse, o asistirse. Una avenida que también narra la sedimentación de las desigualdades urbanas, o, más bien, de las políticas de la vida urbana cuya sedimentación se expresa en esos bordes y demarcaciones. El verde que demarca un espacio en uno la pobreza en tiempos de pandemia de ellos es el espacio dibujado a mano alzada del otro. El primero es resultado del procesamiento georreferencial de datos censales. En un degradé que va del negro al blanco, los asentamientos en los polígonos más oscuros aparecen a su vez demarcados con rojo. En verde Carcova, el barrio donde desarrollamos la investigación.
En common, los acercamientos son parciales, sin la instalación de modelos de desarrollo sostenible native. Al nivel regional, se detecta algunas experiencias de potenciar las posibilidades existentes en las ciudades y los barrios precarios, para que los hogares de escasos recursos tengan acceso a espacios e instalaciones adecuadas para el fomento productivo native y la generación de oportunidades de ingreso. El Cuadro 2 presenta una serie de iniciativas en la región que ejemplifican estrategias multipropósitos en el campo del empleo, el habitat y los ingresos. Revisaremos las estrategias públicas actuales para atender a la vulnerabilidad económica de los pobres urbanos, desde el campo del habitat y la intervención urbano-territorial. Es significativo que en esta visión agregada de la informalidad residencial, ningún país presente una proporción importante de pobres urbanos que residen de manera casual y cuentan con empleos formales. Este «casillero vacío» parece indicar que de alguna forma, los pobres urbanos están formalizando su habitat, pero siguen teniendo serias barreras para lograr una inserción laboral adecuada en esta región.
La Figura four presenta un submit en pink social y una producción en la escuela. Ambas nos ofrecen una mirada donde ese nuevo regular se ensambla y adquiere densidad en el, ahora, devenido viejo regular. En toda esta narración resalta el modo de referir al barrio cuando. Son quienes carecen de futuro, de confianza en sí mismo, que ahora resultado de ese trabajo reciben la posibilidad de ver futuro. Un enunciado que no sólo se expresa en la estigmatización, sino que afirma ese borde, esa avenida que separa al barrio del resto de la ciudad.
Se trata de captar lo cotidiano por lo menos en dos aspectos su condición cambiante como cosas que ocurren, sensaciones, expectativas, impulsos, sueños siempre en movimiento, inmanentes, palpables y con un potencial que excede y evade (Stewart, 2007). Captar esa afección ordinaria requiere afinar los artefactos de investigación de modo que permita examinar lo múltiple, lo díscolo, lo impredecible e inesperado. De otro modo podemos rendirnos a la seducción de lo que fluye o fuga y perdernos en ellas.
Aunque vivían en mediaguas, sus casi 600 habitantes sólo contaban con seis llave para surtirse de agua potable. Al cabo, lo imperioso de las soluciones obligó a levantar barracones de emergencia que no tenían agua potable, ni energía eléctrica y mucho menos, servicio de alcantarillado. De hecho, en los primeros años de existencia, solo hubo un par de baños para todos sus pobladores. Estaba ubicada en el bandejón central de la avenida Vicuña Mackenna, frente a donde ahora está la ruinosa cárcel pública, donde cientos de personas vivían en las peores condiciones imaginables. B) La pobreza disminuye, pero el valor del trabajo es menos relevante para que decrezca. El empleo deja de ser un mecanismo de movilidad social ascendente para las familias, más bien, ellas quedan atadas a las transferencias estatales y se pierde el carácter dinámico de la movilidad intergeneracional.
La experiencia de algunos países parece indicar que la pobreza formal es especialmente vulnerable a los ciclos económicos, tanto por los costos de vivir en viviendas convencionales como por la mayor rigidez que enfrentan los hogares a la hora de ajustar sus patrones de vida cuando lo requieren las fluctuaciones en el ingreso. El proceso de urbanización ha permitido resolver algunas de las necesidades básicas de la población pero no ha podido facilitar la eliminación o substancial reducción de la pobreza. La informalización del mercado laboral debida a la incapacidad de las economías de generar suficiente empleo formal4, se considera entre las principales causas de la pobreza urbana. El sector casual ha llegado a representar el 73% del mercado laboral urbano, especialmente en lo que se refiere a actividades de las prestaciones de servicios, que es el sector adonde se registra el mayor incremento.
Todo ello, con el objetivo de permitir la distribución del poder y la capacidad de agencia de la ciudadanía, resguardar el patrimonio biocultural y garantizar derechos sociales con una concepción de bienestar más amplia y diversa. En general, el enfoque nacional sobre los tugurios ha variado, pasando de políticas negativas (desalojo, erradicaciones, negligencia benévola) a políticas más positivas como el mejoramiento de los asentamientos, la movilización de recursos locales para las mejoras y políticas basadas en el derecho. Se han aplicado distintas estrategias programáticas, desde las que se limitan a regularizar la propiedad de las viviendas irregularmente ocupadas, a programas integrados de mejoramiento de los barrios. Estas estrategias se fundamentan en un consenso regional generalmente aceptado de que las estrategias basadas en el asentamiento de poblaciones en las zonas que ya ocupan, proporcionan la solución más deseable desde el punto de vista social y económico al problema de los asentamientos informales. En este sentido, los asentamientos irregulares se aceptan como una realidad urbana que no puede erradicarse y se aceptan como parte del proceso de crecimiento de las ciudades.