Es importante destacar que todas las versiones de la Encuesta Casen realizadas a contar del año 2011 han fijado como variable de interés la tasa de pobreza por ingresos (porcentaje de población en situación de pobreza por ingresos), por lo que los niveles de error asociados a la estimación son aplicables exclusivamente a la evaluación de dicho indicador. No es un secreto, que el mejorar el acceso al mercado financiero, conlleva una mejora en el desarrollo económico de los países, puesto que se beneficia el individuo al acceder a servicios financieros y productos a menor costo, y el sistema financiero al ampliar su base de clientes. El país tiene mucho que avanzar en los distintos ámbitos que abarca la desigualdad y debe hacerlo por múltiples motivos, incluyendo sus efectos en la cohesión social. Elevar sustantivamente el gasto en transferencias monetarias a las familias, y rediseñarlas, imprimir progresividad al sistema tributario, agregar solidaridad a la seguridad social, revisar los mecanismos de provisión de lo público y procurar más competencia en los mercados, son solo algunas posibilidades. Se trata de instrumentos que los países desarrollados a los que tanto admiramos usan extensamente para reducir la desigualdad.
En Chile, el analfabetismo es cada vez menor (ver Gráfico 9), pasando de un 5,2% de la población de 15 años o más que no sabía leer ni escribir en 1990, a un three,1% en 2015. En 1990 un 14,2% de la población rural era analfabeta y un 3,4% de la población urbana; asimismo, el 5,4% de las mujeres lo era, seguidas de cerca por un 4,9% de los hombres. Para 2015 se observa un buen progreso en las personas del área rural, ya que un menor 7,8% no sabe leer ni escribir, así como un 3% de las personas de la ciudad; este año, hay un 3,3% de mujeres analfabetas, seguidas muy de cerca por un 3% de los hombres. Mientras en regiones como Tarapacá y Magallanes, el analfabetismo no alcanzó al 1% de la población, en Los Ríos, La Araucanía y el Maule, superó el 4%, develando una tarea pendiente en estas regiones, principalmente con su población rural. Para la mayoría de las regiones, hay un mayor porcentaje de mujeres analfabetas que de hombres, a excepción de las regiones de Tarapacá y O’Higgins. Un dato elocuente en relación a la importancia de la desigualdad nacional es el porcentaje del total de los ingresos que perciben las personas que se encuentran al tope de la distribución.
También están las diferencias en el acceso a una salud oportuna y a una educación de calidad, y la vivencia de malos tratos y discriminación debido a causas que están fuera del management de las personas (el aspecto físico, el origen socioeconómico, el género y el lugar de residencia, entre otros). Como lo ilustran los tres ejemplos anteriores, casi todo se puede expresar apelando a la desigualdad. Sin embargo, existe un tema del cual nos fuimos olvidando y que no necesariamente lleva a mayores niveles de igualdad. En el mediano y largo plazo, las diferencias en los niveles de desarrollo de los países se explican en buena medida por diferencias de productividad. Es cierto que las instituciones impactan sobre la productividad, pero también existen diversas políticas que mejoran la productividad directamente.
Cada vez que la Encuesta de Caracterización Socioeconómica (Encuesta CASEN) entrega sus resultados, se reabre el debate sobre los niveles y cambios en la pobreza y desigualdad del ingreso en Chile. Existe siempre mucha expectativa por definir si ha habido una caída (o no) en estos indicadores, tanto que en algunas ocasiones, el debate público frente a estos resultados se ha tornado ácido con culpas que van desde un sector político a otro. Inclusive, durante la administración pasada, aparecieron acusaciones de manipulación de estadísticas debido a que se había cambiado la metodología de ajuste de los ingresos. Hasta el año 2013, además, estuvo a cargo de realizar el proceso de ajuste de las variables de ingresos a la cuenta de ingresos y gastos de los hogares del Sistema de Cuentas Nacionales (proceso que deja de efectuarse en el marco de la nueva metodología de medición de la pobreza por ingresos establecida en enero de 2015). Al considerar otro indicador clásico de medición de pobreza, como es el Índice 20/20, la Casen 2022 indica que el 20% de los hogares con mayores ingresos monetarios obtiene ingresos eight,2 veces superiores a los del 20% de hogares con menores ingresos, esto es una baja relevante respecto a 2020, cuando la diferencia entre ambos grupos era de 11,7 veces. Según un análisis de Oxfam, de acuerdo con datos de la UNESCO, en los países en desarrollo, niñas y niños de familias pobres tienen siete veces menos probabilidades de terminar la escuela secundaria (media) que niños de familias ricas.
Lo mismo pasó con el índice Gini que mide la desigualdad de ingresos, el que registró una importante baje respecto de 2020 y logró su número más “igualitario” de la historia. Pero más importante aún, porque en una sociedad donde el dinero compra demasiadas cosas, la desigualdad de ingresos no sólo se transforma evidentemente en desigualdad económica, sino en desigualdad de poder, de influencia, de acción pública. Esta vez fue un rating, dentro de los países de la OECD, en la brecha entre ricos y pobres.¿Resultado? Como era de esperarse, para los trabajadores calificados desigualdad en los ingresos la incidencia de los subsidios es casi nula (ver Gráfico 3). Nótese que la inequidad de ingresos es bastante más estable por edad de jefe para los trabajadores calificados en el año 2015, pero tiende a aumentar para hogares con jefes mayores de 60 años. Las encuestas de hogares, como la Casen, sobre las que se basan las estimaciones habituales del Gini, no son capaces de capturar la concentración en la parte alta de la distribución, porque no suelen representar al pequeño grupo de personas más ricas y porque a la vez tienen dificultades para capturar los ingresos del capital.
Lo anterior se explica por el aumento de la clase pobre que trae consigo complicaciones sociales que afectan el bienestar socioeconómico. Estas complicaciones derivan en un derroche de recursos del capital humano, dado que las personas prefieren interrumpir el orden social que aumentar los esfuerzos en el trabajo. En este sentido, como la población utiliza su tiempo en cosas ajenas al trabajo la productividad del país cae y, en consecuencia, también lo hará el crecimiento.
Comenzando por Kuznets (1955), cuya teoría sostiene que cuando una economía comienza a crecer, también lo hacen las desigualdades, hasta llegar a un cierto punto de desarrollo, donde luego a pesar del mayor crecimiento económico, las desigualdades van disminuyendo, tomando la forma de una U invertida3. En easy, estos son impuestos que se cobran sobre activos, como por ejemplo activos financieros o propiedades. A diferencia de los impuestos al ingreso que se calculan en base a flujos (es decir, a cuánto se gana en un año), estos impuestos se calculan en base a stock (es decir, a la cantidad acumulada a través de los años). Dentro de esta categoría encontramos, por ejemplo, las contribuciones, el impuesto a la herencia y el impuesto a la riqueza.
Sin embargo, en términos de poder adquisitivo, el individuo que parte de un ingreso mayor se beneficiará en términos absolutos más de dicho crecimiento uniforme que quien empieza desde un ingreso menor. “La caída de la desigualdad se detiene, el ímpetu se acabó, y se acaba en un contexto en que además también está disminuyendo la tasa de crecimiento y en algunos países incluso hay algo de recesión y aumenta la pobreza”, dijo. La evidencia disponible sugiere que tanto el aumento como el descenso de la desigualdad del ingreso laboral han estado asociados al incremento o la caída de los retornos de la educación.
A nivel de regiones, las mayores tasas de pobreza multidimensional corresponden a las regiones de Tarapacá (23,8%), Atacama (20,3%), La Araucanía (19,8%) y Los Lagos (19,7%). Esta desigualdad se mide por encuestas de hogares, principalmente la CASEN, no mide ingresos más altos, ya que para eso hay que pedir impuestos”, explicó Matías Cociña, investigador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El valor de la CBA fue determinado a partir del gasto de aquel grupo de hogares (estrato de referencia) correspondiente al quintil de menores ingresos per cápita que, dado su patrón de gastos en alimentos, satisface en promedio los requerimientos calóricos recomendados por persona al día. La medición de pobreza por ingresos identifica al conjunto de hogares cuyo ingreso whole desigualdad en la pandemia mensual no supera el valor de la línea de pobreza y que, por tanto, no cuentan con ingresos suficientes para satisfacer el consumo de un conjunto básico de bienes alimentarios y no alimentarios.
Este método es pertinente para analizar diferencias en estimaciones producidas para muestras de, a lo menos, 200 casos. La encuesta tiene cobertura a nivel nacional, entregando información representativa de hogares y población residente en viviendas particulares, tanto en zona urbana como en zona rural. Un caso que vale la pena señalar es el de Bolivia, donde los gobiernos izquierdistas han aumentado de manera considerable el gasto en el sector del bienestar social. Sin embargo, según lo revela otro estudio, debido a que las transferencias monetarias no están enfocadas exclusivamente en los pobres sino que son universales, su efecto distributivo en general no es progresivo sino impartial. Efectivamente, en los países ricos, durante este mismo período, el puntaje se elevó – de 29,8 a 30,4. Pero, en América Latina cayó estrepitosamente, de un escandaloso 55,1 en 2000 – que hacía de este continente la región más desigual del mundo – a un 50,2, todavía muy alto, diez años después.
Benítez repara en lo peligroso en la aceptación discursiva del ‘mérito educativo’ y todo lo que eso conlleva y que acrecienta aún más el individualismo del cual es prisionera nuestra sociedad. “Las generaciones jóvenes tienen muy interiorizado que el mérito es de ella o de él, y es falso. Hay una madre, hay alguien, hay toda una estructura que te da soporte y que te lleva ahí, y eso se ha invisibilizado.
Sin embargo, la curva explica relativamente poco las variaciones de desigualdad entre países y a través del tiempo. Para el caso de Chile no se ha desarrollado una línea investigativa sistemática que evidencie el tipo de relación entre las variables, situación que repercute directamente en la toma de decisiones y diseño de políticas que buscan disminuir la desigualdad por medio de una redistribución de la riqueza. Considerando este escenario, resulta necesario recopilar información que estime la relación entre ambas variables, de modo de poder establecer una base que sirva para la toma de decisiones de política económica que logre determinar la incidencia que tiene la desigualdad de la distribución de los ingresos y la tasa de crecimiento del PIB. En este sentido, la presente investigación busca determinar los efectos que ha causado la actual distribución de la riqueza en la tasa de crecimiento del PIB. Esto apoyado por una fuerte evidencia empírica que recorre desde la teoría clásica de la curva de Kuznets, hasta investigaciones contemporáneas, como la realizada por José Gabriel Palma.