La desigualdad económica puede tener implicaciones a largo plazo en áreas como la movilidad social, la educación y la salud de la población. En este artículo, exploraremos los diferentes aspectos de la disparidad de ingresos y riqueza en la sociedad actual, así como sus impactos en diversos ámbitos de la vida. Un ejemplo de cómo la inequidad inclina la balanza política en beneficio de los más ricos se refleja en cómo han decaído los impuestos a las clases más altas tanto en los países desarrollados como en los en desarrollo. En estos últimos, las tasas de ingresos por impuestos a los estratos sociales más altos cayeron del 66% en 1981 al 43% en 2018.
Aquellos que tienen más recursos tienen la capacidad de influir en las decisiones políticas y económicas, lo que a su vez puede beneficiarlos aún más. Esta influencia desequilibrada crea un ciclo vicioso en el que los intereses de unos pocos son priorizados sobre los de la mayoría, perpetuando así la desigualdad económica. En resumen, la desigualdad social se refiere a las disparidades significativas en el acceso a recursos, oportunidades y derechos entre diferentes desigualdades e inequidades en salud individuos o grupos dentro de una sociedad. La desigualdad económica se refiere a la disparidad en la distribución de ingresos y riqueza entre diferentes individuos, grupos y regiones en una sociedad. Es relevante porque puede tener impactos significativos en la estabilidad social y el bienestar de la población. La lucha contra la desigualdad social es uno de los ejes centrales de la acción que lleva a cabo Oxfam Intermón en los países donde tiene presencia.
Empoderar a las mujeres económicamente es clave para reducir la desigualdad de género y promover un desarrollo sostenible. Esto implica garantizar el acceso a la educación, brindar igualdad de oportunidades laborales y fomentar un entorno inclusivo en el que las mujeres sean valoradas y respetadas. Al empoderar a las mujeres, no solo estamos creando sociedades más justas, sino también impulsando el crecimiento económico y mejorando la calidad de vida para todos. La desigualdad económica también se manifiesta a nivel global, con una brecha significativa de ingresos entre países desarrollados y en vías de desarrollo.
Veamos algunas estadísticas sobre la desigualdad de clase social y sus explicaciones sociológicas. El término desigualdad de clases sociales, en pocas palabras, señala el hecho de que la riqueza se distribuye de forma desigual entre las poblaciones de la sociedad moderna. Esto da lugar a desigualdades entre clases sociales basadas en la riqueza, los ingresos y otros factores relacionados. “Esos ingresos permitieron acceder a unas condiciones de bienestar que la mayor parte de la población no había podido disfrutar hasta entonces”.
En muchos lugares del mundo, los grupos sociales que más tienen se erigen en el derecho de acaparar el grueso de los recursos que, en realidad, pertenecen a toda la ciudadanía; de esta manera la brecha social se ensancha. La desigualdad social se aprecia a través de las contribuciones de los grupos que conforman una comunidad. Lo lógico sería pensar que los que tienen capitales más grandes sean los que más aportes realicen a los sistemas tributarios o de tipo fiscal. Pues no siempre es así, lo cual permite que las clases más favorecidas aumenten sus beneficios y los grupos sociales marginados lo tengan más difícil para ascender en la escala social. Esta situación, a su vez, limita las posibilidades de progreso de las sociedades, ya que se pierden capacidades de generación de nuevos negocios y otras instancias de mejora del bienestar de la sociedad. Por último, la desigualdad tiende a causar situaciones de conflicto social que, a su vez, pueden derivar en consecuencias que afectan las posibilidades de desarrollo, ya sea a través de situaciones de inestabilidad política o por el tipo de políticas económicas implementadas.
Entre 2010 y 2016, los ingresos del forty % más pobre de la población crecieron con más rapidez que los de la población total en 60 de los ninety four países sobre los que se dispone de datos, lo que demuestra que las desigualdades no son ni inevitables ni irreversibles. Tanto dentro de los países como entre ellos, siguen observándose desigualdades derivadas de los ingresos, la localización geográfica, el género, la edad, el origen étnico, la discapacidad, la orientación sexual, la clase social y la religión, factores que determinan el acceso, las oportunidades y los resultados. Entretanto, están surgiendo deficiencias en otros ámbitos, como el acceso a las tecnologías móviles y en línea.
Uno de ellos, el coeficiente de Gini, se usa para estudiar la acumulación y el reparto de riqueza de un país o territorio. Otro, el índice de Palma, refleja la desigualdad como la proporción de todos los ingresos del 10% de las personas con los ingresos más altos entre los ingresos recibidos por el 40% con menores ingresos. En el año 2000, 189 países miembros de las Naciones Unidas firmaron una declaración donde se comprometían a trabajar en una agenda para el desarrollo con ocho Objetivos del Milenio ( Fondo ODS, 2018). Ahora bien, la desigualdad de resultados, de acuerdo a Atkinson (2015), tiene que ver con aquello que los individuos logran a pesar de sus circunstancias. El economista establece tres razones importantes para considerar esta faceta de la desigualdad, aún asumiendo que se ha establecido igualdad de oportunidades en primer lugar. Es decir, que habiendo garantizado que las particularidades de cada individuo no influyeran en el resultado final de cada uno, todavía existirían factores que causen la desigualdad entre ellos.
En ese sentido, su apuesta es el desarrollo social estructural, es decir, la puesta en marcha de proyectos que supongan mejoras para la calidad de vida de las personas, siendo estas mismas las encargadas de ejecutarlos y protagonizarlos. La Organización de las Naciones Unidas incluyó la lucha contra la desigualdad social como uno de los objetivos prioritarios de gobernanza mundial en los próximos 30 años, especialmente en países en vías de desarrollo o en contextos marcados por la pobreza, la exclusión y la marginalidad. Datos de Banco Mundial (2016) muestran que los países que presentan una mayor diferencia en los ingresos tienden a presentar un menor grado de movilidad intergeneracional. Esto significa que hay una correlación clara entre la disparidad de los resultados y la de oportunidades –que determina la movilidad social–. Es muy possible desigualdad socioeconómica en el mundo que la causalidad opere en ambas direcciones, puesto que una alta desigualdad de ingresos dificulta la igualación de oportunidades en ámbitos como el desarrollo infantil temprano y el sistema educacional, por las grandes divergencias que existen en el capital económico, social y cultural de los hogares de origen.
Aquellos que reciben un tratamiento preferencial por su condición provocan una desigualdad en el acceso a los mismos recursos. La función de los trabajadores sociales en muchos países no abarca a todas las familias marginadas, perpetuando el estado de vulnerabilidad constante en que se encuentran. Las personas en situación de pobreza extrema suelen encontrarse excluidas debido a la falta de recursos para salir de esta situación. Además, la ayuda social que podrían recibir requiere de procesos administrativos burocráticos, complicados o inaccesibles. Las diferencias en el acceso de oportunidades es otro ejemplo importante de ser resaltado, esto debido a múltiples razones, vinculadas en muchos casos a los descritos anteriormente.
Sin embargo, y como se presentará a continuación, esta no sería la única dimensión de las disparidades a la que hay que aludir para disminuir las brechas existentes en Chile de manera efectiva. En 2015, los dirigentes mundiales aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible , que consta de 17 objetivos dirigidos a construir sociedades más pacíficas, justas y sostenibles. Reconociendo que las desigualdades atentan contra el desarrollo socioeconómico a largo plazo y pueden generar violencia, enfermedades y degradación ambiental, uno de los objetivos —el Objetivo 10 tiene por objeto reducir las desigualdades y las disparidades de oportunidades, ingresos y poder.
Una de las principales críticas que se le ha hecho a este ODS se relaciona con la forma en que este fue concebido. Si bien los 193 países resolvieron en conjunto los objetivos que esta Agenda 2030 contemplaría, aún así hay quienes abogaron por no incluir un apartado especialmente dedicado a las desigualdades al momento de las negociaciones, principalmente debido a que este implica, de una forma u otra, un problema redistributivo ( Donald, 2017; Oestreich, 2018 ). Por lo tanto, haber aprobado la Agenda 2030 indica voluntad, pero aún así objetivos como el 10, tendrán que superar barreras y resistencias políticas a nivel internacional y nacional para poder ser implementado y realmente exitoso (Donald & Lusiani, 2016). Esto generó que su elaboración no fuera fácil, al haber un gran número de voces que escuchar, con diferentes ideas, intenciones y prioridades (Martínez & Martínez, 2015; Tassara & Cecchini, 2016). Finalmente, el tercer fundamento que propone Atkinson (2015) es que la desigualdad de resultados afecta directamente la igualdad de oportunidades para la próxima generación, ya que condicionará el punto de par-tida para ellos, para bien o para mal. En este sentido, el nivel de resultados obtenido por un sujeto influirá en la distribución familiar futura y limitará nuevamente el nivel de resultados para esta nueva generación de individuos dentro de una economía, generando un círculo vicioso que irá incrementando las brechas económicas, como ya ha ocurrido en el mundo ( United Nations, 2020b).
Todas estas migraciones forzadas tienen un elemento en común, búsqueda de oportunidades laborales, de seguridad, educativas y bienestar. Es importante comprender que la desigualdad existe porque hay pobreza, y hay pobreza porque existe la desigualdad. También en el acceso a medios tecnológicos de última generación, así como a información veraz y de calidad.
Según los datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), 5,6 millones de niños mueren de hambre cada año debido a la mala calidad o la falta de higiene de estas. Además, el aumento de embarazos precoces en niñas y adolescentes aumenta el riesgo de niños sin sustentos suficientes para una vida sana. Los multimillonarios se hacen cada vez más ricos y los pobres son arrastrados a una pobreza cada vez más extrema. Millones de personas son obligadas a abandonar sus países de origen por múltiples razones como guerras o conflictos sociopolíticos, convirtiéndose en la mayoría de los casos en refugiados. Un ejemplo claro de esto son los llamados paraísos fiscales que permiten la evasión fiscal especialmente de personas involucradas en actividades ilícitas. Si bien este concepto está muy relacionado con los aspectos productivos de cada región, existen otras formas de desigualdad que en ocasiones pueden pasar desapercibidas.
Además, es necesario fomentar una distribución equitativa de los recursos y promover la inclusión social y económica de todos los grupos de la sociedad. Por otra parte, y como también se mencionó al comienzo de este artículo, el Coeficiente de Gini es uno de los indicadores más utilizados a nivel internacional a la hora de medir la desigualdad ( Medina, 2001 ; Goubin, 2018 ) y Chile no es la excepción. Si bien se reconoce la utilidad de este índice, existen críticas al mismo, como las planteadas por Atkinson (1970 ) sobre la proporcionalidad de las transferencias, otorgando más peso a las transferencias en el centro de la dis-tribución que en las colas, lo que no necesariamente refleja los valores sociales tras un indicador de desigualdad. El autor examina también las propiedades de utilizar varianzas y la desviación relativa de la media, encontrando que cada una de ellas tiene sus propias limitaciones. Sin embargo, tomando en consideración las críticas que ha establecido la literatura, el Índice de Gini continúa siendo un indicador ampliamente utilizado para la medición de la desigualdad y la formulación de políticas públicas (Liu & Gastwirth, 2020; Furman, Kye & Su, 2019). Así, se podría haber inferido que la estrategia chilena para reducir las desigualdades en el contexto de la Agenda 2030 se centraría mayormente en la dimensión ex-post.