Debemos ser ingeniosos en nuestras propias prácticas, demostrar que el pueblo, las trabajadoras y trabajadores de Chile, podemos llevar una práctica política de autogestión, que deje en claro nuestra enorme potencialidad de coordinación y de apoyo mutuo. Los poderosos junto a todos sus medios de prensa se enfrascan día a día en correr el cerco para volver a instalar sus sentidos comunes y modelos sociales, fuertemente resquebrajados por la Revuelta Popular desde Octubre 2019. A la situación actual, quieren transitar hacia el retorno complete la pobreza y las desigualdades mundiales sin muchas condiciones, llamándole “nueva normalidad”. Matinales tomados por alcaldes de derecha y personajes de lo más rancio de la transición, que creíamos ya olvidados tienen amplios espacios televisivos.
Hayek sostiene que este último concepto es vacío, puesto que, en una economía de mercado, los individuos intercambian bienes y servicios, sin que deba asistir una distribución de la riqueza. En definitiva, en este juego se puede ganar o perder, y no debiera invocarse la intervención del Estado para corregir los resultados desfavorables (Araya y Gallardo, 2015). De lo antes expuesto, se desprende el papel preponderante que juega la competencia en la propuesta de este pensamiento.
En el intertanto, los costos de producción se incrementaron fuertemente, en especial por el deterioro de la calidad de los minerales extraídos, la incidencia de la apreciación cambiaria y el «descuido» con los costos cuando las utilidades son «excesivamente» altas. Con todo, los ingresos fiscales provenientes de la minería se elevaron de 1,0 por ciento del PIB (5,0 por ciento de los ingresos del gobierno central, Ygc) en 2003, a eight,2 por ciento del PIB (31,9 por ciento del Ygc) en 2007 y decrecieron a 1,9 por ciento del PIB (9,1 por ciento del Ygc) en 2014 (Rodríguez, et al. 2015). Hay una sexta variable que se ha mencionado con cierta frecuencia, pero que me parece no ofrecía mayor vulnerabilidad.
El focus group, la encuesta, el asesor de advertising, – y más tarde las redes sociales, como Facebook – se transformaron en los nuevos mediadores entre ciudadanos y políticos. Tanto la derecha como la izquierda asumió que lo que tenía al frente eran consumidores. Con la privatización de las empresas públicas y las AFP se buscaba que los trabajadores se vean a sí mismos como pequeños capitalistas. La ficción authorized que hace posible las AFP es que los trabajadores son dueños de la cotización obligatoria y lo que hacen es invertir su dinero mediante los fondos de pensiones. Similarmente, las políticas habitacionales que empiezan con la dictadura intentan transformar el problema de vivienda de un asunto de organización colectiva a uno de pequeños y atomizados propietarios. Un cuarto tipo de pregunta viene de investigación de antropología, sociología y psicología social que investiga la experiencia cotidiana.
Qué pasaría si estos miles de jóvenes, abandonados por el Estado, decidieran manifestarse en las calles en contra de lo que a todas luces es correcto. No cabe duda que el Estado aplicaría su directriz mencionada anteriormente; la tendencia del orden por sobre el caos. Y esa tendencia fue la que comprometió a erradicar la violencia, no primando el criterio de atacar la desigualdad. Con el fin de seguir manteniendo el management social y el auto convencimiento de la sociedad, pues hasta las familias vulneradas en dignidad y derecho consideran valido el discurso del Estado como necesario para desarrollar su rutina.
Otra línea de investigación, que se desarrolla principalmente en los 90s, se preguntó si el nuevo tipo de actor colectivo es el consumidor. Mucha de la discusión de la época asumía en un tono optimista que el nuevo espacio público es el Mall, que la nueva forma de mostrarnos frente a otros es según lo que compramos, y que, el consumidor remplazaría al trabajador como categoría de representación colectiva. De hecho, los partidos y candidatos políticos tomaron esto muy en serio y empezaron a pensar sus votantes como consumidores.
Lo cual, sin embargo, no debe oscurecer el hecho de que el neoliberalismo es una doctrina que existe realmente y que se aplica aquí y allá desde hace su buen tiempo. Con esta frase partió su clase magistral Ricardo Ffrech-Davis, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, Economista y Dr. De la Universidad de Chicago, Estados Unidos. El académico hizo un recorrido por la economía desde 1973 hasta la fecha, destacando los aportes y fallas dela economía chilena en las distintos gestiones políticas. Les invitamos, pues, a iniciar la lectura de esta nueva edición de la revista Intervención, que espera -como siempre- brindar un espacio de reflexión y debate sobre tópicos actuales y de relevancia en el vasto campo de la intervención social. Agradecemos el excelente trabajo de edición para este número, realizado por Natalia Hernández Mary. Ciertamente, esta tarea de reflexión crítica se renueva especialmente este 2018, cuando nuestro Departamento de Trabajo Social está cumpliendo 15 años de fecunda vida.
Hay fuerzas globales empujando en esa dirección y el país ha logrado –parcialmente– compensarlas. En este artículo indagaremos en Racimo, de Diego Zúñiga, Ejercicios de encuadre, de Carlos Araya Díaz, y en el relato ‘Italia’, del volumen de cuentos Quiltras, de Arelis Uribe, las huellas e interferencias que presagian las revueltas populares iniciadas el 18 de octubre de 2019, denominadas el ‘Despertar de Chile’. Consideramos como detonante de las revueltas, la violencia estructural del neoliberalismo, modelo de desarrollo que ha generado en Chile altos grados de desigualdad y exclusión social, junto a un malestar social acumulado por décadas. Aparte de la corrección del sesgo contra las PYMEs y la inversión productiva del enfoque de macroeconomía procíclica (metas de inflación dominantes, cuenta de capitales abierta y tipo de cambio libre), se requieren reformas del mercado de capitales para un mayor acceso al financiamiento interno de largo plazo y la transmisión de tecnología. Los progresos interesantes, en explicit en el Banco Estado, de trato ampliado y mejorado a las PYMEs, han contribuido a suavizar la desaceleración vigente desde 2013, pero también son claramente insuficientes. Es preciso imprimirle al mercado de capitales un sello incluyente de la diversificación productiva, con un progreso desde el financierismo al productivismo; al estilo de la Corea del Sur de los setenta y ochenta, o de la Europa Occidental de posguerra.
Sobre esta interrogante, Morresi (2008) sostiene, los neoliberales desarrollan y expanden sus concepts en fundaciones y centros de estudio académicos, se instalan por lo basic en espacios gubernamentales de poder, y desde allí implementan políticas públicas según sus idearios. A lo antes dicho, Harvey (2007) agrega el papel de algunos medios de comunicación, en la creación de un clima de opinión favorable al neoliberalismo como único garante de la libertad. Aunque el impacto económico en los próximos trimestres es muy preocupante, lo verdaderamente serio es que esta debilidad se alargue más allá de 2020. Si hasta septiembre el desafío para el crecimiento era sustantivo, el estado actual de las cosas amenaza con profundizar el problema.
Un seguro de cesantía sin ningún apoyo estatal pagado íntegramente por los ahorros de los trabajadores, mantención de contratos con reducción complete de sueldo, casi un nulo apoyo a trabajadores sin contrato que trabajan día a día y menos, apoyo real y concreto a las pequeñas y medianas empresas. Mientras tanto, las grandes empresas solo esperan que las proteja el Estado, tras décadas de enormes ganancias y concentración de mercados. Esta es mucho más que una mera cuestión de palabras, aunque las palabras importan —siempre—, porque sirven tanto para dar cuenta de las cosas como para falsificarlas. Así, los jerarcas de países comunistas hablan de “democracia popular” para calificar a regímenes que no tiene nada de democrático. Del mismo modo, es fácil hacerse llamar “republicano” cuando todo lo que eres es de extrema derecha.
En este ambiente neoliberal, no resulta extraño que, para el pleno ejercicio de la ciudadanía, se deba de ser cliente de alguna compañía de telecomunicaciones. Sobre esta situación, Harvey (2007) sugiere que el neoliberalismo atrae toda la acción humana hacia el mercado. De esta manera, se configura la presencia de un sujeto, que transita de forma cotidiana e imperceptible, entre las esferas del Estado y el mercado, con el objeto muchas veces de satisfacer necesidades básicas. En esta oportunidad, la manifestación virtual de la institucionalidad pública se acopla no exento de tensiones a las relaciones caras a cara entre funcionarios y ciudadanos. En la construcción de esta modalidad de gobierno en línea, que hoy alcanza dimensiones globales, el desarrollo tecnológico ha jugado un rol activo, enfatizando en su condición de herramienta práctica y neutralidad valórica, cuestión de la cual Internet no es la excepción.
Consecuentemente, surge la inquietud acerca del tipo de sociedad que se construye, sobre la base de criterios que suponen la igualdad donde en efecto no se alcanza. En definitiva, el riesgo de que esta ola modernizadora traiga consigo la configuración la pobreza segun la onu de nuevas formas de injusticia, parece ser algo sobre lo cual es necesario detenerse. Puede resultar paradojal, que tanto despliegue tecnológico, finalmente mantenga y reproduzca los privilegios de aquellos sectores sociales más aventajados.
Lo paradojal es que los viejos anarquistas del XIX se llamaban a sí mismo “libertarios”, aunque estaban pensando en la libertad de las personas y no en la ausencia de regulación y control de los mercados, que es —esta última— la parte más importante del empobrecido ideario neoliberal. Se ha acumulado una abundante bibliografía sobre el neoliberalismo, tanto en castellano como en otras lenguas, y son ya pocos los que se atreven a afirmar que “neoliberalismo” no es otra cosa que “el” liberalismo o que el primero de esos dos términos es solo un invento de los críticos del segundo, que es lo que ha intentado hacer, por ejemplo, Mario Vargas Llosa. Es cierto que “neoliberalismo” es también una palabra con la que se pretende descalificar los logros del capitalismo —que a diferencia del neoliberalismo es únicamente un sistema económico—y hasta una expresión que se emplea para quejarse de cualquier malestar que produzcan las sociedades contemporáneas.