El trabajo humano concreto produce mercancías concretas, y la relación entre la cantidad de producto generado (Q) y la cantidad de trabajo requerida para generarlo (T), se denomina productividad (o poder productivo) del trabajo (Q/T) indicador básico de ese fenómeno que hemos denominado desarrollo económico. Cuando la productividad media del trabajo se plantea a nivel macroeconómico ponderada por los precios relativos de mercado, la contrapartida de ese aumento del poder productivo de las sociedades es el incremento en el poder adquisitivo medio de la población. Si denominamos (N) a la población complete, podemos llegar a otro indicador (Q/N) que sería la cantidad de bienes y servicios que pueden en promedio ser adquiridos por persona. Si Q se expresa en unidades físicas, estamos en presencia de medidas técnicas y no económicas del desarrollo puesto que las mediciones del producto social pasan a través de las valoraciones del mercado siendo ponderadas por precios relativos.
Este y los siguientes capítulos sobre salarios y desempleo y sobre la teoría de la inflación se analizan luego. El capítulo last aborda los ciclos de largo plazo, el aumento de la desigualdad y la distribución del ingreso basada en las clases. Hasta el día de hoy se puede observar en Chile un proceso que Marx llamo acumulación primitiva. Terrenos y pobreza en nueva zelanda recursos naturales cómo el agua, están progresivamente apropiados con ayuda del estado para estar incluidos en la acumulación capitalista. Con esto se les roba por medios legales y a la fuerza el espacio, los medios de producción tradicional y de subsistencia a pueblos originarios. No es sorprendente que haya resistencia a estos procesos de acumulación primitiva.
Si bien solamente he podido abordar algunos de los muchos puntos que plantea y algunos aspectos de su teoría integrada del capitalismo, estoy seguro de que su libro seguirá siendo un punto focal de estudio del capitalismo en los años venideros. También ha publicado una serie de conferencias basadas en el libro, que están en línea y serán la base de estudio para muchos. Espero con interés que continúe el debate sobre todos los aspectos del trabajo de Shaikh y sus implicaciones.
Y reclamaba que la “Tercera Vía” y sus seguidores en el mundo no se hayan atrevido a actuar frente a los mercados, en defensa de las familias. Pero el alza de China e India, dos países pobres y sobrepoblados, ha hecho menos pronunciada la desigualdad global (medida por la disparidad en los ingresos individuales, sin importar dónde viva la gente). El índice Gini de desigualdad cayó entre 2002 y 2008, quizá por primera vez desde la Revolución Industrial, y el crecimiento de Indonesia y Brasil empuja en la misma dirección.
En tanto, los desposeídos, desempleados, migrantes y trabajadores precarizados no merecen mayor atención. En ese contexto, el llamado a contener la especulación voraz de los financistas mediante la regulación es un llamado ethical para regularizar la dinámica de acumulación capitalista, pero no va al fondo de la disaster. En su formulación ideológica, el neoliberalismo reniega de la regulación Estatal sobre el mercado. En la realidad, el Estado es un agente central para que el proyecto que representa el neoliberalismo se pueda implantarse y expandirse. No obstante, el diagnósticos más socorrido sobre la crisis achaca la responsabilidad de su explosión a la codicia y especulación de financistas sin escrúpulos y, los más importante, desregulados. Entre la llamada heterodoxia económica, formada principalmente por neokeynesianos, surgen fuertes llamados para que se ponga en cintura a la especulación financista, mediante la regulación estatal.
Desde ese punto de vista Locke es un predecesor de las teorías del valor trabajo sostenidas por los economistas clásicos y por Marx. También es un antecesor indirecto y remoto de las teorías así denominadas libertarias que toman como punto de partida la “propiedad de sí mismo”. La expresión capitalismo alude a un sistema económico fundado pobreza escolar en el poder del capitalista, una persona que cuenta con poder adquisitivo suficiente para controlar no sólo los productos-mercancías, sino también los factores requeridos (recursos naturales, trabajo y recursos tecnológicos) para producirlos. El capitalista se propone acrecentar su poder inicial en una secuencia indefinida.
La tesis financista no marcha sola, compite con otras explicaciones (véase tabla 1). La tesis de sobreproducción identifica una contradicción entre la desbordante capacidad productiva del gran capital y la política de abaratamiento laboral que desemboca en el declive de la demanda, en una crisis de realización (Katz, 2009). Para una pléyade de analistas, el neoliberalismo está en crisis debido a su incapacidad con-génita para generar crecimiento sostenido y desarrollo humano, y representa además el fracaso de las políticas de ajuste estructural y de la institucionalidad capitalista encabezada por el FMI, BM y OMC (Bello, 2008).
Una encuesta realizada por el grupo de expertos del Instituto McKinsey en mayo del año pasado, encontró que el 93% de las empresas buscaban hacer más resistentes las cadenas de suministro. Estas empresas están preocupadas no sólo por las guerras comerciales y otras conmociones, sino también por su huella ambiental y las normas laborales. Luego de seis meses de gobierno, Milei ha logrado aprobar en el senado un amplio paquete de reformas.
Un punto importante para tomar en cuenta en el análisis, es el hecho de que la referida complejidad de la disaster logra encubrirse, provisionalmente, por el gran descalabro que significa la depresión económica mundial. Para ir más allá de la easy apariencia, es indispensable entonces adoptar una perspectiva histórica, estructural y estratégica. Además de la depresión económica, que da cuenta de una crisis de valorización generalizada, la crisis tiene que enunciarse en plural, como las crisis, o la convergencia de las varias disaster, puesto que posee un desfigurado rostro multidimensional. Esta estrategia analítica necesita superar la tesis financista, anclada en el análisis de las relaciones intracapitales, y advertir cómo la acumulación mundial centralizada acrecienta el dominio del capital sobre el trabajo, la naturaleza, el dinero y el Estado, bajo una lógica depredadora, que a la vez que se apropia y domina, destruye. El capitalismo neoliberal polariza la riqueza en beneficio de las grandes corporaciones transnacionales, y en detrimento de la clase trabajadora y el Estado-nación, al tiempo en que genera ganancias fabulosas, que bajo la argucia del capital ficticio, han sido canalizadas, ciertamente, a la especulación financiera e hipotecaria. Estas súperganancias proceden de una extenuante explotación del trabajo inmediato, la privatización de fondos de pensiones, la transferencia de capital al centro, el pago de deuda externa y la compra de bonos y dólares con reservas de Estados Unidos, además de la sobreexplotación de recursos naturales (Caputo, 2009).
Zygmunt Bauman explora la íntima afinidad e interacción entre el crecimiento de la desigualdad social y el aumento de los «daños colaterales» a los pobres y marginados, privados de oportunidades y derechos, que se convierten en los candidatos naturales a estos daños de una economía y una política orientadas por el consumo. Un informe de la Liga de las Naciones (World Economic Survey) estimó que Chile fue el país más devastado por la Gran Depresión. Se disminuyeron los ingresos fiscales, la deuda pública y privada creció desproporcionadamente y la inflación se disparó, lo que obligó a la suspensión del pago de su deuda externa por primera vez en la historia. Fred Moseley sostiene persuasivamente en su libro Money and Totality (2016) que no existe ningún problema de transformación en Marx. Hemos comenzado con la thought de que Marx comenzó con el valor-trabajo en el volumen I de El Capital y que este valor tiene que transformarse en precios para cumplir con el análisis del volumen III. Moseley postula que Marx comenzó su análisis con los insumos para la producción —tanto capital constante como variable— denominados en precios.
En otras palabras, el mundo de mediados del siglo XX -que a los franceses les gusta denominar ‘los 30 gloriosos’-, un mundo donde el peso del capital period menor, es producto de una serie de factores irrepetibles. Que, en realidad, la principal desigualdad cube relación con temas de trato, respeto y dignidad. A pesar que la meritocracia existe, y que el esfuerzo personal importa, de todas formas está la percepción que la desigualdad existente, al parecer, no está basada en una meritocracia, sino más bien se sustenta en el abuso. Y luego, entonces, la creencia en la concept del mérito no disminuye el malestar que produce la desigualdad en Chile. Que incluso dado lo anterior, estiman que la desigualdad económica existente es superior cuantitativa y cualitativamente a lo que encuentran legítimo. En relación con ello, usando diferentes datos, creo que se puede sintetizar lo que la población piensa al respecto en las siguientes tres tesis.
La institucionalidad político-administrativa de Santiago se ve influida por entidades del gobierno nacional y regional. Por tanto, es importante también analizar, además de la influencia y territorialidad de la economía global, cómo las políticas gubernamentales del Gobierno de Chile y el Gobierno Regional de la RMS han interactuado con los procesos inherentes a la globalización, expandidos desde la década de 1980. En el caso del poder espacial de la ciudad, Santiago no aparece entre las 50 ciudades con mayor importancia en el mundo.
Si bien admite que el gran capital y el Estado tienen mano en la aplicación de políticas de rescate, advierte sobre el hecho de que éstas no hacen más que postergar el advenimiento de nuevas y quizá más profundas crisis. La única salida actual sería un cambio estructural y sistémico, una nueva civilización. No obstante, reconoce que a la fecha no existe un agente colectivo alternativo capaz de confrontar el poderío del gran capital y sus agentes que dan cuerpo al llamado imperialismo colectivo. Muchos países la aplican y son capitalistas”, dijo a CIPER, Ben Ross Schneider. Hasta mediados de los ‘90, la idea de que el Estado tuviera una participación activa en la producción, parecía haber quedado enterrada en la historia.