Para tratar de demostrar cómo el cambio hacia una sociedad más justa y fraterna comienza con el cambio en uno mismo, que hemos llamado “conversión” al otro, hemos dividido nuestro trabajo en tres apartados. Estos datos optimistas del Banco Mundial, de que se ha logrado reducir a la mitad la pobreza extrema en el mundo en los últimos años, parecen contradecir lo que nosotros vemos y constatamos en la realidad. Cada vez es más presente y cruda la presencia de los pobres en nuestras sociedades, en nuestros países de América Latina, en el mundo.
Por lo mismo, sus resultados no son comparables a los resultados que han sido difundidos a contar de dicha fecha. Los resultados de la medición de pobreza por ingresos, considerando la metodología de medición establecida en enero de 2015 por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, se encuentran disponibles de manera retrospectiva desde el año 2006. Sólo en algunos años y, únicamente, para el subconjunto de comunas identificadas como representativas según las especificaciones del diseño muestral de cada versión de la Encuesta. Si bien las bases de datos de la Encuesta Casen incluyen la variable comuna y un factor de expansión comunal (que permite realizar inferencia estadística a este nivel), sólo en algunos años su diseño muestral ha considerado a las comunas como dominio de representación y ha establecido objetivos de precisión para las estimaciones producidas en esta escala.
Los éxodos masivos en Oriente Medio, África, Asia y América Latina, hacia países más desarrollados, dan prueba de ello. La guerra, el narcotráfico y la corrupción política en varios países, han engrosado considerablemente el número de pobres en el mundo. El mundo logró la meta del primer objetivo de desarrollo del milenio (ODM) de disminuir a la mitad para 2015 la tasa de pobreza registrada en 1990, y lo consiguió en 2010, cinco años antes de la fecha prevista.
Con el objeto de que los datos de la muestra puedan ser usados para representar su expresión en términos del complete de población y hogares del país, se construyen factores de expansión que asignan una ponderación a cada caso incluido en la muestra. Desde la versión 2011 de la Encuesta Casen, estos factores de expansión han sido elaborados por el Instituto Nacional de Estadísticas y su construcción es consistente con las proyecciones demográficas entregadas por el INE para el whole de población residente en viviendas particulares a la fecha de levantamiento de la Encuesta. La crisis en el ámbito de la salud mental de los chilenos y chilenas es un tema crítico y en el cual podríamos extendernos, sin embargo, el tema que quisiéramos aludir en esta columna es la relación entre la salud mental y la inequidad existente en nuestro país. ¿Será solamente coincidencia que en Chile tenemos simultáneamente malos índices de salud mental y malos índices de distribución del ingreso?
El estudio concluye que cada dólar invertido en la ampliación del tratamiento de estas enfermedades, rinde un 400% en la mejora de la salud de las personas y su capacidad de trabajo, además de otros beneficios asociados. El fondo concursable “Para Vivir Mejor” tiene como objetivos financiar proyectos de la sociedad civil que presenten iniciativas para apoyar a personas en situación de pobreza y/o vulnerabilidad social con especial atención a las demandas sociales destinadas a salud mental, cuidados, migrantes, desigualdades de género y participación ciudadana. En el caso de Chile, las brechas en salud mental se están estudiando desde antes de la aparición de la pandemia provocada por el Covid -19. En el año 2012, el estudio Salud Mental Infanto-juvenil en Chile y Brechas de Atención Sanitarias presenta la primera prevalencia de enfermedades mentales entre los four y 18 años, el cual fue de 22,5 %.
El estudio NCS-R reportó que solo el 50% de las personas con depresión reciben algún tipo de tratamiento y aproximadamente un 20% recibe un tratamiento que es mínimamente adecuado(13). Las condiciones de la vivienda que se habita y la situación de salud familiar, fueron los dos factores que se asociaron de forma más determinante al tecnoestrés en estudiantes de educación superior de la Región del Maule, durante la pandemia. El concepto de inequidad es, por lo tanto, un concepto ethical la pobreza social referido a la insuficiencia de justicia distributiva en el concepto aristotélico de igualdad entre iguales o, en el concepto de Rawls, a las desiguales oportunidades de acceso a determinados servicios o prestaciones.
Sin embargo, la bajísima inversión de un 2,3% es difícil de entender cuando son variados y contundentes los indicadores que alertan respecto a que los trastornos de salud mental se están convirtiendo en un importante problema de salud pública en nuestro país. Por ejemplo, el aumento significativo de las licencias médicas por esta causa en los últimos 10 años con cifras cercanas al 7% de la población; las tasas de envejecimiento y el incremento de las enfermedades crónicas de los chilenos, muchas de ellas asociadas a enfermedades mentales. Existen diversas teorías que explicarían de qué manera la inequidad afecta los índices de salud mental de un país. Según un grupo de investigadores de la escuela de Salud Pública de Harvard y la Universidad de California (Berkman, Kawachi, & Glymour, 2014), en una sociedad desigual existen más personas con malas condiciones de vida y mal acceso a la salud, lo que hace que disminuyan los índices de salud física y mental del país. Aunque las personas en general tengan cubiertas sus necesidades básicas, el hecho de no poder pagar por bienes y servicios a los que otros sí tienen acceso lleva a una sensación de injusticia y a la percepción de tener una posición social inferior.
“Ya a nivel de hospitalización tenemos brechas importantes en psiquiatría infanto adolescente y adulta, y el 50% de la oferta se encuentra en la Región Metropolitana, por lo que hay desigualdades en la distribución de esa atención a lo largo del país”, explica. De este porcentaje de personas que son atendidas, Robles cube que acceden a atención insuficiente desde un punto de vista de cuánto tiempo se les dedica y a la periodicidad de los tratamientos, que tienden a ser muy espaciados. La evidencia respecto de los beneficios transversales de la inversión en esta materia es contundente, entonces, el llamado a nuestras autoridades es a la implementación la pobreza social de una política pública robusta, que sea pertinente y sustentable en el tiempo. Algunas posibles respuestas, se relacionan con la falta de voluntad política, tanto pública como privada, para destinar mayores recursos e impulsar una legislación ad-hoc, entendiéndola desde una lógica de inversión y no sólo de gasto. En la práctica eso se puede traducir en un “debilitamiento del sistema inmunitario que dificulta al cuerpo resistir las infecciones” y en el desarrollo de enfermedades cardíacas y otras afecciones. “Es importante recibir este tipo de ayuda porque a nosotros, como mamás, nos ayuda cuando estamos en nuestros peores momentos.
La exposición a circunstancias sociales, económicas, geopolíticas y ambientales desfavorables, como la pobreza, la violencia, la desigualdad y la degradación del medio ambiente, también aumentan el riesgo de sufrir afecciones de salud mental (OMS, 2022). Contar con presupuesto, infraestructura y private necesarios para tratamientos eficaces es un imperativo de protección social. Las enfermedades mentales empeoran la calidad de vida, aumentan el riesgo de enfermedades físicas y significan un costo económico y social tanto para las personas como para el país.
Los resultados de mayo-junio evidenciaron que el Covid-19 representaba una amenaza para la economía doméstica (inseguridad laboral, probabilidad de reducción de ingresos y endeudamiento) y esa vulnerabilidad e incertidumbre económica demostró estar asociada con mayores niveles de síntomas ansiosos y depresivos en las personas. En septiembre-octubre, cuando un 77% de los encuestados llevaba más de cuatro meses confinado, predominaban la tristeza, preocupación y rabia. Mientras las consecuencias sociales y económicas de la pandemia se profundizan, crece la preocupación por sus efectos en el bienestar y salud mental de la población. Estrés, ansiedad y tristeza son reacciones normales en un contexto de alta incertidumbre, más aún si también se ven afectados la salud, trabajo, ingresos, educación, movilidad, and so on. En un escenario de probable aumento de la pobreza y exacerbación de las desigualdades es esperable que aumente la prevalencia de problemas de salud mental. Existiendo una correlación entre la problemática de salud mental y los aspectos sociales que determinan producen y reproducen en muchos casos la patología misma y el escenario social «condiciones de pobreza, factores materiales y de origen de clase”.
También sabemos que el bajo acceso a la posibilidad de atención en el sistema público produce, en algunos países, que los individuos busquen proveedores de salud privados con el consiguiente «gasto de bolsillo» y pérdida de las oportunidades de empleo. Es evidente que durante la última década más personas están recibiendo tratamiento para las enfermedades mentales, pero hay poca evidencia hasta la fecha que esto se acompañe de una reducción de la discapacidad(13). De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, más mil millones de personas —que corresponden a un 15% de la población complete del planeta— se encuentran en situación de discapacidad. Cifra que aumenta año a año, debido al envejecimiento de la población y al aumento de las enfermedades crónicas (66,5% de todos los años vividos con discapacidad en los países de ingresos bajos y medianos)(14).
De acuerdo al COES, el nivel socioeconómico, años de escolarización y ser mujer, son factores que inciden al ahora de hablar de depresión. En cuanto a educación, señala que la prevalencia de depresión severa es cuatro o cinco veces mayor en personas con sólo educación básica. La investigación, además, identifica en las mujeres mayores síntomas depresivos severos, siendo un 9% en ellas y un 5% en ellos. Durante el desarrollo prenatal y la infancia, los programas de visitas domiciliarias, como el disponible en el subsistema Chile Crece Contigo, son efectivos para los grupos vulnerables. Estos programas, que en su mayoría han sido realizados por enfermeras profesionales, pueden ser entregados como parte de los programas de atención primaria de la salud para mejorar, entre otras cosas, la salud mental de la madre, las habilidades parentelas y el apego.