Por último, uno de los puntos más oscuros de la desigualdad social tiene que ver con la incertidumbre, específicamente la laboral, que es la que determina todo lo demás para las personas de escasos recursos. “Del universo de trabajadores cubiertos por el seguro de cesantía en un período de 11 años, aquellos que partieron en un trabajo de bajo salario tuvieron empleo formal y con contrato indefinido menos de un 30% de esos 132 meses y tuvieron en promedio casi 10 empleadores. Quienes partieron en un trabajo de alto salario estuvieron en esa situación más de un 72% de los meses y tuvieron en promedio menos de cinco empleadores. En otras palabras, la estabilidad de las trayectorias laborales está tremendamente estratificada en Chile”, finaliza Cociña. Chile ha presentado gran progreso en las últimas décadas en lo referente a indicadores de salud, con cifras comparables con países desarrollados en cuanto a mortalidad infantil y general.
Además de los indicadores de desigualdad conocidos, recalca que la sociedad, actualmente, valida más la desigualdad que hace 30 años. Asimismo, la percepción de este autor es que las políticas redistributivas, más que abogar por una verdadera equidad, buscan beneficios adicionales, como la perpetuación del poder político-económico. desigualdad en la distribución del ingreso De acuerdo con la Encuesta CASEN, los años de escolaridad promedio en Chile son superiores a los presentados anteriormente por Barro y Lee y el PNUD. A pesar de estas diferencias, son muy informativos y nos permiten hacer comparaciones entre los distintos territorios del país y su evolución en el tiempo.
A nivel de sociedad, este problema se ve aun más profundizado debido al desconocimiento que existe a nivel de la opinión pública. La alta concentración de la población total de la región en la comuna de Arica (99%) y la falta de conocimiento de las otras tres comunas y sus localidades, provocan que no se aprecie la realidad de las personas que viven en las localidades aisladas de la región. El acceso a la educación es uno de los factores más importantes para determinar el futuro de las personas. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló que las personas con discapacidad tienen el riesgo de morir antes que las personas sin discapacidad, en ocasiones hasta 20 años antes, debido a la desigualdad sistémica y persistente en el acceso a la salud. Desde hace algún tiempo se instaló el discurso de que la desigualdad social, es decir, la diferencia de ingresos entre ricos y pobres era -y es- el principal problema de Chile.
Para esta discusión será útil definir qué significa que la intervención del gobierno sea progresiva o regresiva. Diremos que una política es progresiva si es que ésta mejora la distribución de ingresos, es decir, si los impuestos y transferencias conllevan a distribuciones más igualitarias que las que se observan en el mercado. Por el contrario, una política que empeora la distribución del ingreso se define como regresiva. El escenario más optimista de acuerdo a las estimaciones para Chile, nos deja como el país más desigual entre países ricos y como el sexto más desigual a nivel global. Para Chile, existen diferentes estimaciones de la porción de los ingresos que se lleva el 1% más rico, que varían dependiendo de los datos disponibles, supuestos metodológicos, y correcciones hechas por evasión y elusión. El estudio de Flores, Sanhueza, Atria y Mayer encuentra una concentración en torno al 24% usando datos tabulados.
Acorde con la CASEN, los años de escolaridad promedio del país son eleven, con una leve diferencia por género, 11,2 años para los hombres y 10,9 en el caso de las mujeres. Esta diferencia, aunque pequeña, se ha mantenido en el tiempo y es el mismo comportamiento presentado por Barro y Lee (2010). Otros datos interesantes que nos entrega la CASEN en materia de educación, es la diferencia de escolaridad por lugar de nacimiento y pertenencia a una etnia.
Evidencia reciente en Colombia sugiere que incluso en países con instituciones fiscalizadoras más débiles que las de un país desarrollado, estos impuestos pueden ser ejecutados de manera efectiva. Algunos columnistas han especulado que esto se debe a la ineficiencia del Estado en las transferencias. Uno podría desigualdad en el mundo ejemplos argumentar, en cambio, que las transferencias son progresivas, pero la manera de recaudar es regresiva, haciendo, por lo tanto, neutro el sistema en su conjunto. Eso quiere decir, detalla Méndez, en que una sociedad ve que esas diferencias van configurando asimetrías que no consideramos legitimas.
Un desafío que también abordamos a nivel interno y que nos llevó a realizar el primer Diagnóstico Institucional de Género, proceso que se desarrolló entre octubre y diciembre del año pasado. Hoy, el 53% de la dotación institucional son mujeres, las que, en promedio, llevan más de una década integrando nuestra Superintendencia y aportando con su compromiso a la labor funcionaria. Una presencia que nos llena de orgullo y que se ha plasmado también en la creación del primer Comité de Género de la SP, cuya misión es trabajar en la definición, promoción e impulso de medidas para que todas las funcionarias y los funcionarios se desempeñen en un ambiente de trabajo en igualdad de condiciones, respetuoso de los derechos y diferencias.
Asimismo, las políticas sociales, enfocadas a la población de menores ingresos han obtenido buenos resultados disminuyendo la pobreza del país y en cada una de sus regiones. Chile fue el primer país Latinoamericano invitado a ser parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Actualmente, Chile es el segundo país más desigual de la OCDE (índice de Gini antes y después de impuestos y transferencias).
Entre otras razones, revela el estudio, porque el sueldo imponible de las mujeres es un 10,3% menor a los de los hombres y, además, sólo cotizan el 45% de su vida laboral activa. Si ocurre que jóvenes de familias más pobres, con poco conocimiento y experiencia en educación superior, reciben educación de peor calidad y poco apoyo en su paso por la educación superior, esto reduce sus oportunidades laborales y de movilidad. Un gran desafío para países que expanden su educación superior e invitan, por primera vez, a sectores tradicionalmente excluidos, es apoyar, con recursos económicos pero también extraeconómicos, a los jóvenes más vulnerables. La persistencia intergeneracional de la riqueza se asocia a una alta concentración de ingresos en el grupo de ingresos más altos en Chile.
Sabemos que el fenómeno es actual, y más allá de un eslogan de campaña, la evidencia apunta a que existe una gradiente social inversa, esto es, que personas que tienen menor nivel educacional, menores ingresos económicos, o que ocupan posiciones sociales más bajas, son personas que tienen más enfermedades. En último lugar, se encuentran las razones de participación socioeconómica en la vida social, puesto que, por un lado, las mujeres participan menos en actividades económicas y, por otro lado, están los índices de pobreza que son más elevados en mujeres, y en específico, en mujeres con discapacidad. Así, sobre la brecha de género en materia de discapacidad, la Organización Mundial de la Salud (2018)[1], ha entregado algunas respuestas para comprender esta problemática. Dando cuenta de que existen diversas razones para justificar el hecho de que las discapacidades, en general y, en la población mundial, sean más frecuentes en mujeres antes que en hombres. De esa manera, una de las manifestaciones de la desigualdad socioeconómica es que muchas veces las personas se sienten menoscabadas, “miradas en menos” o “pasadas a llevar” debido a ese factor.
Estos riesgos son producto de “factores evitables, injustos y poco equitativos” y no por las condiciones de discapacidad de cada persona, cube el informe. “Factores evitables, injustos y poco equitativos” y no la condición de discapacidad de las personas son los motivos de los riesgos que viven las personas con discapacidad. El texto incorpora 18 aportes de investigadores y académicos latinoamericanos, quienes alejándose de la clásica mirada centrada en los números, ponen el foco en los procesos y conflictos culturales que hay detrás de las sociedades desiguales de la región. Incluye investigaciones recientes sobre el tema en casos de Chile, México, Argentina, Brasil, El Salvador, entre otros.
Esto demuestra cómo la gente se hace parte y es cómplice de esta desigualdad y como finalmente la reproduce”, sostiene. Katya Araujo, Doctora en Estudios Americanos e investigadora del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la USACH, ahondó precisamente en los procesos de legitimización social. Al respecto, sostiene que “la creencia en la legitimidad no es solo resultado de representaciones ni ideales, sino resultado de la experiencia que uno tiene. Considerando lo anterior, es posible afirmar que el trabajo de investigación se alinea a estudios anteriores respecto del área económica analizada. Como forma de facilitar la interpretación de los resultados, se procedió a efectuar una transformación logarítmica de las variables, las cuales fueron sometidas a los check de raíz unitaria de Dickey-Fuller y de estacionalidad a través de un análisis de gráficos lineales.
Mejorar sustancialmente la oportunidad educacional en todas las regiones juega un rol esencial para disminuir las brechas que separan a los chilenos. Ya se estudió uno de sus componentes, el ingreso, por tanto, en esta sección se estudiarán otros dos, la educación y la salud. En este apartado se examina el desarrollo económico del país, evaluado a través de índices de desarrollo humano (PNUD) y el índice de desarrollo regional (Vial, 2017) y a continuación se evalúa la desigualdad social en dos aspectos muy controversiales actualmente en el país, educación y salud.