Apoyamos que todos los niños y niñas reciban el conocimiento y habilidades necesarias en derechos humanos, igualdad de género, paz, diversidad cultural (ODS 4), y protección del medioambiente, para que puedan convertirse en actores principales del desarrollo sostenible. En explicit, y con el fin de eliminar las barreras de género, promovemos los derechos educativos desde la igualdad de oportunidades y contribuimos a crear entornos educativos en que prima la equidad (ODS 5), estableciendo acciones concretas para subsanar posibles desventajas. Chile ha informado en la OCDE sobre la mejora las condiciones de enseñanza y se comprometió a suministrar administradores y docentes escolares competentes a las escuelas para implementar mejoras.
A comienzos de 2020, con el estallido social latente, el Congreso aprobó un proyecto presentado en 2014 para reducir la dieta parlamentaria. El Consejo de Alta Dirección Pública determinó una reducción de un 25% de ingresos para las altas autoridades. Esto no cerró el debate, pues en enero de este año, buscando obtener el apoyo de los votantes de Franco Parisi, el actual presidente Gabriel Boric se comprometió a presentar un proyecto de ley para fijar un techo de diez sueldos mínimos al salario de las autoridades. Los antecedentes aportados en Llorca-Jaña et al [5] y Barría Traverso et al [6] entregan nuevos y valiosos antecedentes al respecto. El nuevo gobierno ya estableció un sueldo máximo para los asesores de La Moneda ($6 millones) y trabaja en un reajuste sustancial al salario mínimo.
El siglo XIX chileno está marcado por sociedades literarias, por la Universidad de Chile, el Instituto Nacional, las escuelas normalistas, la redacción de las leyes, el diseño desde el positivismo de un país racionalista. Pero esta fuerza enorme en dirección de la razón, la ciencia, las artes y la religión al servicio de la república, tuvo (como decíamos) un vicio de origen. Se asumió que la ausencia de racionalidad y madurez de la sociedad chilena era tan brutal que, en tanto no fuera educada, la política no podía hacerse con la ciudadanía. Es decir, se postergó el ejercicio del poder deliberativo de los ciudadanos hasta nuevo aviso y, mientras tanto, se asumió que el control y diseño del país debía residir en las instituciones. “Dejar que las instituciones funcionen”, frase que transformó en emblema Ricardo Lagos, es un resabio claro de la forma autoritaria que adquirió en Chile el republicanismo.
Relacionado con el rol del Estado en disminuir la desigualdad, en Chile existe el mito de que hemos priorizado la billetera fiscal y la responsabilidad del gasto público por sobre la ayuda social y por sobre las necesidades de la gente. De hecho, en los últimos treinta años el gasto social en el país ha crecido de forma acelerada, con una tasa real de expansión anual promedio de un 8,3%, mientras que nuestro PIB ha crecido a la mitad de dicha velocidad (4,6% promedio). Así, nuestro gasto social se ha expandido desigualdad entre paises a una velocidad que casi dobla a nuestro crecimiento. Al comparar a Chile con países latinoamericanos donde hay información disponible, el único que se nos acerca es Colombia cuya elite alcanzó a la chilena en 2010, apropiándose de cerca del 23% de los ingresos de su país. Un cuadro más completo se obtendrá cuando estén disponibles las cifras de países de alta desigualdad, como México y Brasil. El secretario de Estado participó en el bloque «Enfrentando la Desigualdad», junto al destacado economista francés Thomas Piketty.
La desigualdad perjudica al desarrollo, dificulta el progreso económico, debilita la vida democrática, afecta la convivencia y amenaza la cohesión social. Reducirla no es solo un imperativo ético, es también una exigencia para la sostenibilidad del desarrollo de los países. La desigualdad social no existe con independencia de las políticas educativas, las que pueden contribuir aella de distintas maneras, a su amplificación o a su reducción, dependiendo de los periodos que se tomancomo objeto de indagación. A partir de lo cual se plantea que un análisis de carácter histórico resultaparticularmente apropiado para abordar el análisis de las relaciones entre estos dos aspectos de la realidadeducativa que se intenta esclarecer en este Seminario. Tanto más si se tiene presente el hecho de que propiadesigualdad socioeducativa, y las pugnas sociopolíticas que en torno a ella se producen en ciertos momentoshistóricos, no dejan de influir a veces en la propia definición de las políticas educativas. La primera declaración sobre los derechos del niño knowledge de 1920 aprobada por la Liga de las Naciones, la cual se disolvió en 1946.
También enfrentan más barreras logísticas para acercarse a la escuela como falta de transporte, falta de flexibilidad de tiempo diario y falta de tiempo para vacaciones». La lucha por la desigualdad’ es un trabajo de primer orden histórico; un análisis crítico y en profundidad que quiere descubrir al lector cómo las desigualdades que hoy nos toca vivir proceden de la esencia misma del sistema económico que se forjó en el siglo XVIII. Ese período, lejos de ser una etapa revolucionaria y de ilustración de las sociedades humanas, se convirtió en el primer paso para crear un modelo de sociedad que condenó definitivamente a las clases populares a la explotación, la incultura y la desigualdad. Una visión que repasa y compara la realidad en el campo, las ciudades, la educación, el pensamiento político y económico y la cultura en los distintos países de Europa y América. Todo lo anterior ha sido confirmado por el análisis histórico de Javier Rodríguez (2017), quien ha construido una base de datos importante respecto a la evolución de la distribución del ingreso en Chile desde 1850 hasta el 2009, ofreciéndonos la más larga y detallada visión respecto al fenómeno. Rodríguez destaca que, aunque con fluctuaciones y ciclos distintos, la desigualdad en la distribución de los ingresos en Chile, desde 1850 hasta ahora, siempre ha sido alta.
No obstante, desde la década de 1980, una nueva generación intelectual, compuesta principalmente por mujeres comprometidas con la ampliación de la historia social, ha estado desarrollando una especialidad conocida como historia de la mujer. Según un análisis de Oxfam, de acuerdo con datos de la UNESCO, en los países en desarrollo, niñas y niños de familias pobres tienen siete veces menos probabilidades de terminar la escuela secundaria (media) que niños de familias ricas. Además, en los países desarrollados, solo un 75% de niñas y niños de familias más pobres se gradúan de las instituciones de educación secundaria, mientras que un 90% de los niños de familias ricas se gradúan. Existe una distancia inabordable entre las oportunidades educativas que se brinda en instituciones privadas y la realidad de las escuelas públicas.
Uno de los Estados que aún no ha ratificado la Convención, pero que ha expresado su intención de hacerlo, es Estados Unidos. La desigualdad educativa empuja a muchas niñas y niños fuera de las aulas escolares, haciéndolos vulnerables a la explotación al entorno legal e incluso en casos extremos, al tráfico de personas. Las capacidades de las familias para llevar a cabo su cometido educativo no están equitativamente distribuidas, puesto que la pobreza, el nivel educacional de madres, padres o cuidadores, y su capital social influyen en el desarrollo y el desempeño escolar de niñas, niños y adolescentes. La transformación del Estado liberal decimonónico hacia uno social, enmarcado en el paradigma de bienestar, significó también y, sobre todo, una nueva forma de pertenencia e inclusión política. Este cambio en la concepción y en el diseño estatal expresó un giro radical en la comprensión de nuestros vínculos sociales, en la consideración del otro como sujeto de derechos positivos, es decir, que debían garantizarse para que fueran efectivos. Frente a la desesperanza y el conformismo, el autor nos recuerda que el camino hacia la igualdad se ha construido siempre sobre las luchas políticas y sociales.
Desiguales destaca el rol que le cabe a la política pública en igualar el acceso a los servicios sociales, reducir la concentración del ingreso en el 1% más alto y romper el vínculo entre el dinero y la influencia en las decisiones públicas. OECD (2012) postula la necesidad de reformas tributarias que combinen ajustes en impuestos (algunos hacia la baja, otros al alza) con políticas de subsidios al trabajo de los sectores de menores ingresos. En resumen, estamos ante un trabajo llamado a convertirse en referencia imprescindible acerca del devenir de la economía chilena. Historiadores, politólogos, profesores, sociólogos, políticos e interesados en general no pueden ignorar este trabajo para alimentar sus reflexiones. Es, además, un ejemplo de las posibilidades de una investigación rigurosa, abordada con seriedad y ánimo constructivo, para tratar la desigualdad en una economía no desarrollada.
Asimismo, más burocracia estatal y más gasto social —por parte del Estado central— no ayudarían a reducir la desigualdad económica, si dicho gasto social no va acompañado de buenas políticas públicas focalizadas y de un Estado eficiente y profesional. Sin crecimiento económico, complementado con una modernización del Estado y una reforma profunda a su burocracia y gestión, por más impuestos, redistribución y ayuda social que inventemos, la desigualdad seguirá enraizada como lo ha sido siempre en nuestra historia. El artículo se cierra analizando si se aplica a Chile la explicación que ha dado Thomas Picketty para el aumento exponencial de la concentración de la riqueza en los últimos 50 años en el mundo.
Esta es la pregunta que Branko Milanovic imagina plantear a los seis economistas más influyentes de la historia. El libro sintetiza con gracia y rigor la visión de autores como Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx o Vilfredo Pareto sobre la distribución de la renta en unos escritos (a menudo extensos y difíciles), y ofrece una inestimable puerta de entrada accesible a cualquier lector. Los retratos no solo reflejan un profundo conocimiento de la teoría económica y una valiosa capacidad divulgadora, sino también un don para ponerse en la piel de estos pensadores, captar los matices psicológicos y tomar en cuenta las limitaciones y particularidades de sus contextos históricos. Síntesis desigualdad en américa latina 2020 de sus investigaciones sobre las desigualdades económicas, este certero texto de Thomas Piketty analiza cuestiones como la educación, la herencia, la fiscalidad y la persistente brecha de género, a la vez que subraya la necesidad de reducir drásticamente los desequilibrios Norte-Sur como condición para luchar contra el calentamiento global. Ahora bien, una vez que nos hemos despojado de aquellos dos mitos superficiales en torno a la desigualdad, en esta segunda columna veremos más a fondo otros dos elementos clave respecto a la discusión de la desigualdad. Primero, su elemento persistente y condición histórica y, segundo, su relación con el tamaño del Estado y la política pública.
Las lecciones a extraer pueden ser objeto de discusión, pero se cuenta ahora con una base mejor para plantear los términos del debate. En cuanto a la incidencia de la pobreza multidimensional, centrada en el abordaje de las cinco dimensiones de educación, salud, trabajo y seguridad social, vivienda y entorno, y redes y cohesión social; su incidencia en la población fue fijada en un 16,9% a nivel nacional, frente al 20,3% reportado para 2017 y 2015. El estudio de la UNAB evidencia una marcada desigualdad de género en los libros escolares de historia, lo que plantea la necesidad urgente de revisar y reformar los contenidos educativos para reflejar de manera más fidedigna la historia y la contribución que tanto hombres y mujeres han realizado a la sociedad. Se necesitan reformas específicas para abordar determinados cuellos de botella y poder impulsar el crecimiento de la productividad, que ha disminuido durante décadas.