Sin embargo, debido a que la discusión sobre la pobreza en los países de bajos ingresos está actualmente dominada por el enfoque absoluto, parece necesario hacer hincapié en el concepto relativo. Como una medida sumaria, univariable, del bienestar económico, el IDH tiene un appreciable atractivo well-liked y político (véase, por ejemplo, Pant 1999). Sin embargo, los complejos fenómenos socio–económicos, son rara vez descritos con exactitud por una medida de tal tipo. En particular, no hay justificación para que los tres componentes del IDH tengan asignada la misma ponderación —o, para el caso, de las ponderaciones 2 a 1 asignadas a los dos componentes de la escolaridad/índice de alfabetización—. ¿Por qué, por ejemplo, pensaríamos que el efecto de un aumento de uno por ciento en el logaritmo de los ingresos debe ser igual en valor a un aumento de uno por ciento en el promedio de vida? Estos problemas formales en la creación de un índice de bienestar económico no son simplemente técnicos, sino que reflejan los problemas reales —tal vez la imposibilidad— de describir y evaluar una situación compleja con una sola variable.
“Las personas que huyen no pueden ponerse en contacto con familiares y amigos en el resto del país para encontrar refugio. Otra tendencia preocupante, señaló el titular de la ONU, es que una mayoría de hombres está a cargo del desarrollo de las tecnologías digitales y la inteligencia artificial, tanto a nivel directivo, como a nivel de programación. Durante la inauguración, António Guterres declaró que los derechos de la mujer son “fundamentalmente una cuestión de poder” e instó a los países a aumentar las inversiones que permitan alcanzar la igualdad. Este lunes comenzó la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, que este año tiene como objetivo principal impulsar la financiación de políticas con perspectiva de género.
Los países que crecen más rápido no son más desiguales que los países que crecen lentamente.sixteen Por otra parte, hay evidencia anecdótica proporcionada por la experiencia de Corea del Sur y Taiwán (y quizá algunos otros países de Asia Oriental), donde se logró el rápido crecimiento al tiempo que se mantuvo una relativa igualdad. Estos estudios y estas experiencias no demuestran que el crecimiento y la igualdad necesariamente van juntos. En vez de eso, establecen que no existe una conexión firme en cualquier dirección —es decir, ni la igualdad ni la desigualdad conducen necesariamente a un crecimiento más rápido. Sin embargo, en vista de la competencia, los gobiernos se ven obligados a estar preocupados por el problema de atraer y mantener inversiones. Hay, sin embargo, diferentes maneras de competir, y las diferentes formas tienen distintas implicaciones para el desarrollo económico, en general, y para la distribución del ingreso, en particular. Tal vez la manera más importante para fomentar la inversión es crear un entorno económico general donde las oportunidades de inversión, sin concesiones especiales, atraigan a las empresas.
La doctrina de Milei es radical para cualquier país — “soy el primer presidente liberal libertario del mundo”, le gusta ufanarse—, pero mucho más en Argentina, donde el Estado es uno de los grandes empleadores y su economía está muy intervenida. La contundente victoria de un candidato que blandía una motosierra como símbolo del recorte del gasto público fue posible por el hartazgo generalizado con la clase política tradicional tras 12 años de estancamiento económico y pérdida de poder adquisitivo. El poder de compra de los salarios se redujo un 25% entre diciembre de 2017 y noviembre de 2023.
Más aún, al cambiar las sociedades, al ocurrir el crecimiento económico, cambia todo tipo de necesidades. Por ejemplo, conforme aumenta el ingreso en la sociedad, el empleo tiende a moverse fuera y lejos de la casa, generando una necesidad de servicios de transporte. Como otro ejemplo afín lo muestra, el crecimiento económico está acompañado generalmente por el aumento de la participación de la mujer en la fuerza de trabajo remunerada, generando necesidades de servicios (o bienes de capital del hogar) para sustituir el trabajo realizado tradicionalmente en el hogar por las mujeres. Además, como la naturaleza del trabajo cambia la educación y la formación ya no puede tener lugar en y alrededor del hogar (como sucede en las sociedades agrícolas tradicionales), y así surge una necesidad de escolarización. Nuevos tipos de trabajo, asociados con la expansión económica también generan una necesidad de cambios en la dieta y en los estimulantes.
situaciones y sobre todo para evaluar la efectividad de las políticas sociales. En la actualidad se tiene un reconocimiento de que la mayoría de la población en condiciones de pobreza se encuentra en las zonas urbanas, sin embargo esta
El sentido de los medios que utilizamos en la lucha por una transformación social determina el sentido o carácter de la transformación que somos capaces de alcanzar. Una organización política no democrática buscando una transformación democrática de la organización probablemente fallará en sus objetivos formales en caso de que logre hacerse con el poder político de la sociedad. Paliar los efectos provocados por la pobreza y la desigualdad permiten el desarrollo de capacidades y necesidades nuevas, más desarrolladas, que al mismo tiempo que posibilitan nuevas transformaciones las hacen necesarias.
La reforma agraria no sólo puede aliviar directamente la pobreza en el campo, sino que, como se ha señalado en el debate de la escolarización, el poder político de los grandes terratenientes es, a menudo, un obstáculo para el cambio en otros sectores de la sociedad. La reforma agraria no sólo podría cambiar la distribución de la riqueza y los ingresos, sino que puede alterar la distribución del poder político. Aquí el énfasis en la conexión indisoluble entre la distribución del ingreso y la pobreza no es nuevo. Por una parte, en los países de ingreso alto el estándar para la definición de la pobreza a menudo ha sido relativo, conectado a la distribución del ingreso —por ejemplo, la definición de la pobreza como existente cuando el ingreso de una persona es menos de la mitad de la media. De hecho, los países de la Unión Europea utilizan 60% del ingreso promedio para definir la línea de pobreza (véase European Social Statistics, Eurostat, 2000).