El Duro Análisis Del Influyente Thomas Piketty Sobre Las Causas Del Estallido: En Chile Prevalece Una Ideología De Desigualdades

Aun así, una gran parte incluso más grande del electorado decidió quedarse en casa. Si los grupos socioeconómicos más bajos demostraran entusiasmo por Marine Le Pen o por Alternativa por Alemania, la tasa de participación ascendería a 90%. Tenemos un nivel muy reducido de participación, especialmente entre los grupos socioeconómicos más bajos, los cuales están a la espera de una plataforma política o una propuesta concreta que realmente pueda cambiar sus vidas”.

Ciertamente debería ampliarse la indagación hacia otros temas o paradigmas afines, como la justicia y la injusticia, la pobreza y la riqueza, la inclusión y la exclusión, etc. que tienen largas resonancias bíblicas y magisteriales, pero obviamente implica un mayor espacio del que disponemos. Habiendo muchas opciones temáticas y metodológicas, me propuse comenzar por el concepto de “igualdad”, porque la lingüística y la semiótica nos ha enseñado a estar atentos al eje paradigmático de los mensajes que circulan en las culturas; es decir, a los esquemas de diferencias que subyacen en los discursos. Me pareció interesante, entonces, partir por este último significante del eje paradigmático igualdad/desigualdad y desde allí moverme, enseguida, hacia algunas consideraciones teológicas y magisteriales. Espero que este ejercicio teológico sea una contribución en la necesaria atención que requieran las desigualdades que hoy día hieren a la humanidad y a nuestra sociedad, en specific. Por modesto que sea este ejercicio de discernimiento en medio de los turbulentos acontecimientos del presente, nos anima la esperanza formulada por el Concilio Vaticano II (1965) en la constitución Gaudium et spes, de que “la fe […] orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas” (n° 11). Es este apartado, de manera muy somera, recogeremos algunos análisis sobre el fenómeno de las desigualdades, consideradas sobre todo desde la economía, de la historia y las ciencias sociales, tanto en estudios globales como locales.

A tablero vuelto en Santiago, el economista francés presentó ayer su libro «El capital en el siglo XXI». Provocó risas, disparó a Carlos Slim y sentenció a nuestro país como el más desigual del planeta. Piketty menciona, varias veces, que sociedades tan desiguales no serían estables, y que necesitarían altos niveles de coerción para mantenerse -o lograr convencer que esas desigualdades son naturales. Los altos niveles de desigualdad han sido estables por largo tiempo en muchas sociedades; y en explicit las sociedades de la Belle Époque parecen haber logrado un alto grado de compromiso por parte de sus integrantes, como los ingentes sacrificios que realizaron en 1914 lo muestran. Que esos sacrificios luego fueran parte de los procesos que requirieron la invención del Estado de Bienestar es otra cosa, pero lo que muestra esa situación es que Francia o el Reino Unido (o Alemania para el caso) no tenían problemas de cohesión social -como algunos hablan hoy en día- siendo sociedades altamente desiguales. Si uno tiene una buena educación, una buena salud, un buen empleo y un buen salario, pero necesita destinar la mitad de su salario a pagar un alquiler a los hijos de propietarios que reciben ingresos por alquileres durante toda su vida, creo que hay un problema.

Así planteaba una de las causas de su interés por investigar el tema de la desigualdad desde un punto de vista histórico de la economía, trabajo que dio sentido a su libro “El capital en el siglo XXI”, que ha despertado interés entre la comunidad académica y la opinión pública, reponiendo el debate sobre esta materia. En efecto, el asunto de la distribución de la riqueza es demasiado importante para dejarlo sólo en manos de los economistas, los sociólogos, los historiadores y demás filósofos. La realidad concreta y burda de la desigualdad se ofrece a la vista de todos los que la viven, y suscita naturalmente juicios políticos tajantes y contradictorios.

piketty desigualdad

Es jefe de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París y profesor en la École d’Économie de París. Ha publicado diversos libros, entre los que destaca El capital en el siglo XXI (FCE). En 2002 recibió el Premio al Mejor Joven Economista de Francia, otorgado por Le Monde y Le Cercle des économistes, y en 2013 el Premio Yrjö Jahnsson. El economista francés también ahondó en el régimen de propiedad, destacando la Carta Magna alemana que la define como una «relación social» ligada a derechos sociales, lo que abrió paso a una ley que permite a representantes de los trabajadores tener incidencia en definiciones corporaciones.

De este modo, directa o indirectamente, se aplanaban las desigualdades que solían incrementarse en tiempos de paz. De ahí que, para el autor, comprender esas “fuerzas niveladoras” que han surgido en la historia pasada parece crucial para adoptar políticas y medidas concretas que nos permitan combatir pacíficamente la desigualdad en el presente y futuro. Primero me gustaría disculparme del hecho que el libro no trata suficientemente América Latina, pero al mismo tiempo no es sólo culpa mía porque el acceso a los datos fiscales e históricos en América Latina es más complicado.

Y esto produce, ‘mecánicamente’ como nos recuerda Piketty, el retorno del capital. Ante los cambios políticos de América Latina en los últimos años, el economista francés Thomas Piketty sugiere en una entrevista con Efe que los países de la región deben tener más transparencia en sus sistemas tributarios y en el gasto público para acelerar el movimiento por la equidad. En esa época, Francia era por mucho el país europeo más poblado, y por tanto constituía un punto de observación best. Hacia 1700, el reino de Francia contaba ya con más de 20 millones de habitantes, en un momento en que el Reino Unido constaba de poco más de ocho millones de almas (e Inglaterra de alrededor de cinco millones). Francia presenció el crecimiento de su población a un ritmo sostenido a lo largo del siglo xviii, desde fines del reinado de Luis XIV al de Luis XVI, hasta el punto en que su población se acercó a los 30 millones de habitantes en la década de 1780.

Bradford DeLong, Heather Boushey y Marshall Steinbaum además del propio Piketty, entre otros, abordan los que quizá sean los temas de índole económica más importantes de nuestra época. Para nuestro propósito, cabe destacar que esta exhaustiva investigación multidisciplinar fue publicada un par de años antes del estallido social en Chile; es decir, las diversas formas de desigualdad que afectan a nuestro país, como a otros países de la región, estaban siendo objeto de atención desde hace un buen tiempo. Desde el lanzamiento de la edición pobreza capitalismo en inglés de El Capital en el Siglo XXI, a principios del año pasado, Thomas Piketty se convirtió en un fenómeno mundial. The Economist lo calificó de rockstar y en el mundo académico se encendió un intenso debate sobre los plantamientos de su libro. Según la tesis central del economista francés y ex asesor de la candidata presidencial del Partido Socialista galo, Ségolene Royal, la tasa de retorno del capital es mayor que la tasa de crecimiento de la economía lo que genera un aumento sostenido de la desigualdad en el mundo.

Yo comienzo mi libro con una cita del artículo primero de la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789 que cube que las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la pobreza actual utilidad común. Como decía, pueden existir desigualdades pero deben basarse en la utilidad común. Mientras permita el mejoramiento de los más desfavorecidos yo no tengo problemas.

Al mismo tiempo, criticó el nivel de bonos a ejecutivos y directivos en las grandes empresas, lo que no se justifica desde el punto de vista de la gestión, pero sí tiene un efecto relevante en la distribución del ingreso. Recordó que los grandes bancos de inversión en Estados Unidos pagaron en 2013 bonos por varios millones de dólares a sus principales ejecutivos, lo que puede llegar a ser varias veces su sueldo. Esto, indicó, “sin que haya evidencia de un mejor desempeño ni aumento de productividad cuando le pagan US$ 10 millones al gerente”. “La gran parte de los que ganan más ingresos no necesariamente lo reciben como ingreso private sino que lo pueden colocar en empresas y si incluyen utilidades retenidas y se atribuyen al ingreso private, entonces, la participación del 1% más rico sería cercana al 35% (de la riqueza nacional), que sería el nivel más alto del mundo, superior a Estados Unidos incluso.

En cambio, podemos señalar brevemente que, en el contexto latinoamericano, de modo sinodal y colegiado, la Iglesia de la región puso gran atención en las “desigualdades”, en specific, en aquellas que calificaba de “injustas” o “excesivas”. Más aún, podemos decir que hace más de cincuenta años dichas desigualdades fueron consideradas como el issue que más atentaba contra la paz y el desarrollo integral de América Latina. Para un desarrollo más pormenorizado este delicado asunto, me permito remitir a mi investigación teológico-cultural publicada recientemente, con ocasión del 50° aniversario de la Conferencia de Medellín (Verdugo & Arellano, 2019).

En relación a lo segundo, la tasa de crecimiento que Piketty está mencionando es la tasa de crecimiento world, o sea incluyendo el aumento del per cápita y el crecimiento demográfico. Ahora bien, resulta claro que en general la tasa de crecimiento demográfico está disminuyendo, y en particular para los países desarrollados es cercana a 0 (en algunos países incluso en disminución), y este es para Piketty -al final- el mecanismo dominante. En otras palabras, la disminución del crecimiento world en los países desarrollados no se puede revertir y es producto de la disminución del crecimiento demográfico.

El sistema público bien financiado, con profesores bien reclutados y bien pagados, puede funcionar muy bien. No todo, pero creo que un financiamiento público de la vida política es necesario. Después, evidentemente están las cotizaciones de los miembros de los partidos políticos, que pueden tener también donaciones privadas, pero creo que hay que ponerles un techo, un máximo de lo que una persona puede donar a una organización política y que no puede ser muy alto.