Se ha sugerido que la estructura y funcionamiento cerebral tiene bases genéticas altamente compartidas en la población mundial. Por esto es esperable que ciertas áreas cerebrales aumenten o disminuyan su tamaño dependiendo de la etapa del desarrollo en que se encuentre el individuo. Sin embargo, lo que sorprende es que, a pesar de estas bases genéticas comunes, los cerebros individuales pueden variar significativamente entre sí.
En ese sentido, los altos niveles de desigualdad en Chile no son consecuencia inevitable de la economía internacional. Desde comienzos del siglo XX, las condiciones sanitarias de la población urbana, fueron de important relevancia para establecer relaciones entre la naciente salud pública y la distribución del medio ambiente urbano (Ibarra, 2016). El acceso al agua potable, habitaciones higiénicas, atención primaria y medicina preventiva, marcaron la agenda de la salud pública, lo cual permitió sedimentar la relación entre planificación urbana y condiciones sanitarias. Por ejemplo, mientras Salvador Allende era ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, la provisión de vivienda se entendía como un asunto estratégico para mejorar las condiciones sanitarias de la población (Amar, 2008). Luego de lo ocurrido en los últimos años en el país, está claro que la desigualdad ha erosionado la confianza en las instituciones y ha desgastado el tejido social. Factores como la salud, la educación y el empleo, no están operando de manera adecuada y perjudican especialmente a los grupos prioritarios para la política social.
Tanto el seminario como la entrevista tuvieron lugar el jueves 9 marzo en la Facultad de Ciencias Sociales e Historia UDP. La propuesta del académico apunta a comprender las nuevas desigualdades que han surgido al alero del desarrollo mundial del neoliberalismo. A su vez, consiera estrategias para abordar estas neo-desigualdades y analiza la posición de los cientistas sociales en esta tarea. En conmemoración de la creación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1948, hoy 7 de abril se celebra el día Mundial de la Salud. La misión inicial de la OMS era la de “alcanzar el grado más alto posible de salud para todos los pueblos”. El tema escogido por la OMS para este año es el de “construir un mundo más justo y saludable”, lo que tiene directa relación con el impacto que ha tenido esta pandemia en poner en evidencia las inequidades en salud existentes.
Según cuenta, el equipo ha trabajado durante cuatro años y la evidencia es que la posibilidad de elegir entre prestadores públicos o privados de salud y cerca del lugar de residencia es una opción que está disponible en muy pocos territorios. La desigualdad sería menos problemática si el lugar que ocupan las personas en el orden social fuese pasajero, sujeto a cambios durante el ciclo de vida o, por último, si la posición social de los hijos no dependiera de la de los padres. Al igual que otras naciones de América Latina, su origen se remite a la Colonia, cuando se constituyeron las instituciones que la inician, como la concentración en la propiedad de la tierra y la relación jerárquica entre la clase alta y el bajo pueblo. «Este informe también contiene nuevas estimaciones de prevalencia mundial de la discapacidad significativa, que se sitúa en torno al 16% de la población, es decir, al ritmo actual, 1.300 millones de personas con discapacidad significativa», señaló Darryl Barrett, responsable técnico de la agencia de la ONU para las funciones sensoriales, la discapacidad y la rehabilitación. Como diría un viejo filósofo, “un nuevo fantasma recorre Chile, es el fantasma del regionalismo”. En efecto, la llegada de autoridades regionales electas y las prioridades que marca la Convención Constitucional anticipan que muchas inequidades territoriales debieran enfrentarse.
Esto también ocurre con frecuencia a nivel de los tomadores de decisiones y gestores de las redes de atención de salud. La incorporación de lentes de género, etnia y clase social, por ejemplo, son requisitos fundamentales para que los sistemas de salud puedan dar cuenta de la complejidad social a la cual sabemos responden los procesos de salud y enfermedad. Estos son elementos que no han sido suficientemente aclarados, relacionándose con los modelos de atención de los sistemas de salud que abordaremos más adelante en este artículo.
En sistemas de salud mixtos, como el caso chileno, la pertenencia a un tipo de arreglo de seguro de salud (público o privado) representa un proxy de posición socioeconómica, determinado a su vez por elementos de nivel educacional, ingreso y género. Asimismo, estos sistemas llevan a distintos niveles de acceso, utilización, protección financiera y calidad de los servicios entregados, lo cual al estar condicionado por la estratificación social dada por los determinantes estructurales, puede aumentar las brechas de nivel de salud entre los grupos. Estas consecuencias diferenciales debidas al desempeño de los sistemas de salud, pueden actuar a su vez profundizando o disminuyendo los fenómenos de estratificación social y sus efectos expresados en inequidades en el nivel de salud de los distintos grupos.
La primera declaración sobre los derechos del niño data de 1920 aprobada por la Liga de las Naciones, la cual se disolvió en 1946. Ese mismo año, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue creada, organismo que hoy vela por el cumplimiento del derecho internacional, el mantenimiento de la paz internacional, la promoción y protección de los derechos humanos, entre otros. En 1959, la Asamblea de la ONU aprueba la declaración de los Derechos del Niño y en 1989 aprueba la Convención sobre los Derechos del Niño, tratado internacional vinculante ratificado por 196 países. Una buena educación, según expertos, tiene la función de adquirir habilidades y certificar conocimientos para participar aún más en la sociedad, y sirve para “socializar”.
Estos hallazgos tienen implicaciones profundas para la planificación de servicios de salud en nuestro país. Por ejemplo, hemos identificado que de los 177 hospitales públicos que atienden a múltiples patologías, 112 de ellos presentan una cobertura geográfica limitada a su entorno local en un 82%, lo que significa que no están atendiendo adecuadamente a la población que reside en una comuna distinta a donde está ubicado el hospital. Esto se debe en parte a la falta de equipamiento clínico y médicos especialistas en estos hospitales. Esta información es crucial para estructurar un sistema de referencia y contrarreferencia efectivo para el acceso a camas hospitalarias, donde a menudo lo más importante no es la complejidad del centro médico, sino simplemente su existencia. Nuestros resultados revelan que la distribución de las instalaciones hospitalarias en Chile está desequilibrada, lo que crea desigualdades territoriales en la atención médica. Las comunidades ubicadas en zonas densamente pobladas suelen tener un mejor acceso a la atención hospitalaria en comparación con las áreas urbanas marginales y las localidades rurales.
Así, el diseño mismo del sistema tributario explicaría por qué la desigualdad antes y después de impuestos y transferencias es particularmente acotada en el caso chileno. Para complementar el análisis basado en el Gini, una forma menos abstracta y más intuitiva de medir la desigualdad consiste en calcular la porción del ingreso total del país que concentran diferentes grupos de la población. Por ejemplo, la porción del ingreso nacional que se apropian el 1% y desigualdades socioeconómicas ejemplos el 10% más ricos dan cuenta de qué tan concentrados están los ingresos. Por ejemplo, como detallamos más abajo, en Chile el 10% más rico se apropia de más de la mitad de los ingresos totales. Por tanto, la pandemia está afectando en mayor medida a los espacios marginados de la ciudad, desde una perspectiva epidemiológica al presentar las mayores tasas de incidencia, pero también desde la perspectiva de los derechos sociales al verse vulnerados los derechos en salud pública.
Estos indicadores se basan exclusivamente en datos provenientes de encuestas de hogares (en el caso chileno, la encuesta CASEN), que no son representativas para los percentiles de más altos ingresos (es decir, muy rara vez una persona de altos ingresos aparece encuestada en la CASEN). Además, las personas de altos ingresos que sí son encuestadas, subreportan sus ingresos, ya sea porque no los conocen con exactitud o porque no desean hacerlos públicos. Siguiendo al texto Desiguales y a la OECD (2012), se necesita reducir las brechas que existen en la estructura productiva de la economía chilena, que se expresan en circuitos diferenciados de productividad, competencias laborales, salarios y estabilidad en los empleos. Entre las políticas a considerar destacan las que mejoran la productividad vía capacitación, aumentan la participación laboral femenina y reducen las prácticas discriminatorias en el mercado del trabajo; así como un fortalecimiento de todos los niveles del sistema educativo.
[8] Estos números y los reportados por la OCDE no coinciden con exactitud dado el ajuste con datos administrativos a los ingresos altos. [6] Esto no significa que el gobierno no pueda intervenir la distribución de ingresos de mercado. Estos cálculos balancean los potenciales efectos negativos sobre la eficiencia y positivos sobre la redistribución que tienen este tipo de impuestos. Un ejemplo lo podemos encontrar en los gemelos monocigóticos, desigualdad un análisis de la in felicidad colectiva pdf que comparten la misma información genética, pero que pueden tener diferencias importantes en el volumen y funcionamiento de algunas estructuras cerebrales lo cual sugiere que existen otras influencias en juego. Una condición necesaria para que se produzcan efectos duraderos en el tiempo es el tránsito a una cultura de respeto por la persona, por la igualdad de dignidad y respeto, y por los valores de justicia y solidaridad social.
Primero, son alarmantes al informar que existe una diferencia de hasta 17,7 años en la esperanza de vida al nacer, según posición socioeconómica. Y segundo, los resultados difieren de los informes realizados localmente hasta la fecha, los que han mostrado diferencias considerablemente menores entre las comunas de Santiago. El ausentismo y deserción escolar implican pérdidas de oportunidades duraderas y prolongadas, que afectan el desarrollo y el aprovechamiento de las oportunidades educativas, otro factor contribuyente a la desigualdad. Distancia, falta de transporte, enfermedades frecuentes, vestimenta inadecuada, falta de útiles escolares, inadecuadas en las poblaciones vulnerables. Según datos de 2017, Chile tiene uno de los índices más altos en desigualdad educativa entre los países de la OCDE, expresado en el índice Gini con un zero,503 .
En el mismo sentido, estar expuesto sistemáticamente a condiciones adversas de vida que delimitan tus experiencias, como la pobreza, violencia, escasa salud psychological, poca educación, o estrés, pueden afectar profundamente el cerebro. De esta manera, las experiencias individuales tienen un impacto significativo en la forma en que se desarrolla la estructura cerebral. Por lo tanto, cuando las personas se ven limitadas en sus experiencias y expuestas a estresores ambientales asociados a la desigualdad estructural, esto también puede afectar a la función y estructura de su cerebro.