Es el llamado índice de desigualdad de Gini que sigue disminuyendo, pero la ciudadanía no lo percibe. “Siempre nos dijeron que para salir adelante hay que estudiar, yo estudié, saqué mi título profesional, estudié cinco años y me ha costado harto poder seguir creciendo. En esta sociedad, va a sonar feo, pero creo que hay que tener harto pituto”, señaló el hombre de 30 años. Flores cree que los privilegios que gozaban los blancos a través del apartheid explican que el grupo favorecido sea más grande allá. En Chile, en cambio, el 10% no se queda con tanto, porque son profesionales que dependen de su trabajo.
“Chile va bien, las tendencias sociales que están ocurriendo nos llevarán a una mejor distribución del ingreso, mayor movilidad y menor pobreza. Quizás el tema central radica en que queremos apurar el tranco”, señala el párrafo ultimate del libro, que analizó las encuesta Casen desde 1992. La discusión académica lleva al debate de políticas públicas, objetivo bien logrado de “Nuevos Horizontes”. La expansión de la educación superior llevó a la gratuidad, sin avances en calidad. Sin embargo, faltan reformas estructurales que perpetúen el crecimiento y profundicen los avances. El profesor Sapelli explica que si uno realiza un análisis por cohortes de dicha información, se puede apreciar que en Chile, las personas entre 25 y 34 años tienen un promedio de educación secundaria del 85%, mucho más alto que el promedio OCDE, que es de un 80%.
Me gustaría que pudiéramos ver los datos y a partir de ahí discutir si la distribución es justa o no”, dijo el investigador a TerceraDosis. “La historia sobre la baja de la desigualdad en Chile es una ilusión”, escribe Flores en el libro. Sostiene que el estancamiento de la desigualdad es tal vez lo más grave que pasa en Chile. Porque si eso no cambia, y volvemos a crecer, el 60% de todo lo que crezcamos se lo seguirá llevando un 10% de la población. Diversos estudios han sostenido, sin embargo, que la desigualdad ha ido cayendo (ver informe del PNUD, página 14), es decir, que cada día repartimos mejor.
Plantea que hay otras desigualdades, distintas a la de ingresos, que son cada vez más importantes, como la desigualdad de trato. Con respecto a la metodología de tablas sociales, se trata de un procedimiento estándar y bastante validado. Sin embargo, la información es sensible a la decisión sobre los niveles de los salarios. Por ello debemos ser conscientes de que a medida que nos alejamos del siglo xx el perfil del Gini es siempre más conjetural. El autor ha hecho un esfuerzo valioso por indicar los márgenes de error y el lector debe ser cuidadoso en la interpretación de estos antecedentes.
Hablando sobre la desigualdad económica como factor gatillante del estallido social, el economista recordó que Rolf Lüders, ministro de Hacienda de la dictadura, pensaba que la desigualdad era un problema de envidia y que no había que preocuparse de ella, sino del crecimiento. Edwards recordó también que, cuando él mismo estudió en Chicago, jamás le hablaron de la desigualdad. Y le preguntó a Cerda si el no haberse preocupado de ella alimentó un problema que desembocó en el estallido. Quienes anuncian una baja de la desigualdad en Chile se basan en la encuesta CASEN.
Así, nuestro país muestra incluso un porcentaje mayor que Holanda (82%), Noruega (84%), e Inglaterra (77%). Primero, la CASEN se enfoca en hogares y no considera los ingresos de los sectores institucionales de la economía. Segundo, la CASEN no captura bien la riqueza de los grupos más altos porque mientras más dinero tiene alguien, menos probable es que responda la encuesta y, si lo hace, más probable es que omita partes de su fortuna, destaca el académico.
De acuerdo a Sapelli, lo más probable es que la desigualdad siga reduciéndose hasta llegar a niveles similares a la media de los países de la OCDE. La pobreza, la movilidad social y la distribución del ingreso son los temas centrales de este libro, que cuestiona con evidencia empírica actualizada a quienes afirman que la desigualdad en Chile sólo ha empeorado con el paso del tiempo y que no tendría solución. Asimismo, el autor pone en duda que la chilena sea una sociedad extremadamente rígida y explica por qué hay razones de sobra para estar optimistas respecto al futuro de la equidad en Chile. La necesidad del cambio se debe, entre otras cosas, al éxito que ha habido en la mejora de los indicadores sociales (distribución del ingreso, movilidad social, pobreza). La orientación del cambio debiera ser hacia una importante simplificación de la política social en torno a pocos programas, con hogares seleccionados solo por ingresos, y con la ayuda canalizada a través de transferencias en efectivo incondicionales. Chile es un país de una movilidad social relativamente elevada -es decir, es un país de oportunidades- y la distribución del ingreso ha mejorado en forma significativa.
Lo hace relacionando los ingresos de las personas con sus años de educación y experiencia, además de las rentabilidades de cada uno de esos factores. Desde luego, explica la evolución histórica del coeficiente Gini agregado a nivel país, incluyendo que entre 2000 y 2013 se redujo significativamente de 0.fifty eight a 0.50. Sapelli aplica una interesante técnica –análisis de cohortes (generaciones)- a una diversidad de datos históricos y logra, por ejemplo, determinar la distribución del ingreso para cada una de las generaciones, medida por el coeficiente Gini, en el año de la base de los datos de que dispone. Utilizando datos de las encuestas CASEN, calcula la evolución de la distribución de ingreso de las diferentes generaciones, una por cada año, comenzando por aquellas que nacieron a comienzos del siglo XX.
Y las óptimas condiciones económicas que generó el boom de los commodities desde el 2000 contribuyeron al proceso. El fenómeno aumentó los salarios en toda América Latina, particularmente entre los menos calificados. Entonces, no sería la expansión native de la educación superior el issue principal tras la reducción reciente de la desigualdad en Chile, sino un evento foráneo que afectó a toda la región. Cuando le preguntaron a Yunus cuáles son los maceteros que hoy limitan a los más pobres, respondió que son varios, pero que el más importante es el macetero de la educación de mala calidad. Y es cierto, porque aunque nuestra Constitución declara que las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos, la verdad es que a medida que nuestros niños van creciendo, la igualdad entre ellos disminuye y las diferencias se van ampliando. Mientras la libertad de escoger entre diferentes opciones se scale cepal desigualdad en america latina back para unos, para otros se multiplica en variadas oportunidades de desarrollo.
«Durante años el número de vacantes en el sistema universitario estaba congelado, pese a una demanda muy alta. Sacar un título universitario era garantía de que ibas a ser rico y parte de la elite, pero eso estaba distorsionado». En el libro se mostraba la incidencia que tenía el aumento en años de escolaridad en la evolución de la desigualdad, en specific considerando que las generaciones más viejas tenían en promedio menor escolaridad que las nuevas, lo que implicaba una brecha mayor en ingresos. Hoy, el actual director del Instituto de Economía de la UC, está en pleno proceso de actualización de su trabajo, incorporando casi una década más de datos, hasta 2013. Una profundización de las tendencias explicitadas en la primera versión del libro.
“Esto lleva a pensar en una aceleración importante del proceso de mejora de la distribución del ingreso en las Casen más recientes. El libro de Claudio Sapelli es una rica fuente de consulta sobre conceptos, diagnósticos y datos en materia de la dinámica social en Chile. La movilidad intergeneracional corresponde al lugar que los padres tienen en relación a los hijos en materia social. Una forma de estimar esta movilidad consiste en calcular el coeficiente de correlación de los años de estudio de padres e hijos. Si padres e hijos tienen los mismos años de estudio la correlación será igual a uno, valor que uno esperaría encontrar en una sociedad en que no hay movilidad social alguna (aunque también se da en una sociedad muy desarrollada en que todos llegan a tener el máximo nivel de educación, pero no es el caso de Chile). En nuestro caso, este coeficiente tuvo un valor de 0,sixty seven en el año 1930 y ha disminuido hasta estabilizarse en 0,41.
La desigualdad se ha instalado como un tema nacional y ha sido el concepto que ha inspirado las reformas estructurales del gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, quien repitió 41 veces dicha palabra en su programa de gobierno y afirmó que se debe “abordar la desigualdad para mirar al futuro con confianza”. “En el caso de Chile hay un tema de movilidad importante, pero sigue habiendo un componente importante de este capital social del grupo de los privilegiados, de los herederos“, sostuvo Valenzuela. Con distintos matices, miles de chilenos también están cansados de un modelo desigual que dicen concentra los privilegios en unos pocos. Tenemos que avanzar en las condiciones necesarias para que puedan tomar decisiones que les permitan ejercer con libertad sus derechos sociales inalienables. Ese bienestar tan preciado requiere construir umbrales, rutas de desarrollo y acompañamiento para que puedas proyectar tus decisiones en el tiempo, construir propósitos de vida y trazar rutas con proyectos que se cumplan y te den esa satisfacción necesaria para seguir avanzando.
Otra fantasía es la supuesta thought de que Chile, en términos de ingresos, es un país de élites antiguas y herméticas. Como bien dijo Jorge Errázuriz hace un tiempo, el nuestro es un país de nuevos ricos. Es cosa de revisar las fortunas más grandes del país para saber que la mayoría de estas se hicieron cuando mucho en dos generaciones.
En los últimos 20 años el 1% más rico se quedó con más del 30% del ingreso, mientras el 10% superior capturó poco más del 60%, explica el economista Ignacio Flores. Los que menos ganaron, es decir el 50% de abajo, se apropiaron de un 6-8% del ingreso complete de la desigualdad social. Flores sostiene que la desigualdad se ha mantenido estable por dos décadas.