Era evidente que con la alta tasa de trabajo informal que tiene Chile, y que es agravada fuertemente por esta pandemia, todas las familias que se ganan el sustento diario iban a empezar a tener complicaciones importantes en ese sentido. Ahora, por supuesto que nos sorprende en términos históricos, porque era algo que habíamos dejado atrás, ya no era una manifestación principal de pobreza en el país. Eso nos da cuenta de lo vulnerables que somos y cuán vulnerables han sido los avances en estos 30 años en términos de pobreza monetaria. La gente ha conseguido un bienestar a costa del endeudamiento, ha tenido acceso a bienes, servicios que antes no tenía, y hoy eso tiene un retroceso bien dramático y que llega de un día para otro. Hay que actuar rápido, con mayor celeridad y con inclusión de todos los sectores en las decisiones que se van tomando. Primero, vamos avanzar juntos, no es posible sin una articulación lo más sólida posible entre la sociedad civil, el Estado, el sector privado, eso como primera thought.
El hambre, la sobrevivencia y el frío, así como el trabajo infantil, el abandono escolar y la cobertura médica se instalarán en una agenda social que hace sólo un año reconocía la necesidad de un cambio de modelo en Chile. Ahí donde se puso en duda el lucro con la educación, el negocio de la salud privada y los pésimos resultados del sistema privado de pensiones, ahora se reconocerá la necesidad de mecanismos estatales sólidos y permanentes para brindar estos bienes públicos con un Estado robusto, que sirva a las mayorías y que deje su rol subsidiario. También para Ramón López la reducción de la pobreza es indisociable de cómo se produce y reparte la riqueza. “Los grandes monopolios, los súper ricos, los 260 individuos que tienen en promedio una riqueza por encima de los seven-hundred millones de dólares, han creado sólo una proporción de la riqueza que tienen, lo que más han hecho es apropiarse de riqueza existente.
La caridad puede anteponer un velo de ignorancia respecto de la justicia, tal como creía el padre Hurtado cuando decía que la caridad empieza donde termina la justicia. La moderna doctrina social de la Iglesia puede ser vista como una reflexión sobre la riqueza y la pobreza en el contexto del imperativo de la justicia social que aparece en el mundo actual y, de hecho, más que un recordatorio de la teología tradicional sobre la caridad –que se mantiene no obstante como trasfondo–, elabora una teoría del salario justo. No se trata solamente de aliviar el sufrimiento de los pobres, sino de pagar el salario que corresponde. Benedicto XVI, en Caritas in veritate (2009), por su parte, ha recordado que la caridad consiste en dar a aquel que ya tiene lo que merece, puesto que dar lo que alguien merece, es decir, hacer justicia, no es realmente una donación. La caridad presupone y florece solamente allí donde ya existe justicia, y por ello sus símbolos fundamentales han sido el alivio de un sufrimiento inesperado (como en la parábola del buen samaritano), la visita de quienes están justa y debidamente privados de su libertad, o la atención de los enfermos y moribundos que caen en el curso de la vida.
La respuesta convencional a la corrupción eclesiástica será el retorno al principio de la pobreza voluntaria que alcanzará su cumbre en el franciscanismo. San Francisco repite el gesto de Melania y Valerio de casi diez siglos antes, continencia perfecta y renuncia whole francois dubet porque preferimos la desigualdad pdf de los bienes. Apareció entonces el problema de la riqueza de la Iglesia, que pondrá en juego el principio de redención por la caridad.
generar conocimiento crítico y acciones para potenciar las luchas sociales y sindicales. El desplazamiento de la predilección de Dios hacia este último, aquel que está en una situación de dependencia absoluta respecto de Dios, será el que conduce a la ética cristiana de la caridad. La exaltación religiosa del valor del trabajo es completamente burguesa y protestante y el catolicismo ha solido ignorarla.
La pandemia no callará este llamado, por el contrario, es muy possible que lo amplifique, con la evidencia que dejará no sólo en términos de enfermedades y fallecidos, sino también de cuidados y privilegios. Los sectores populares donde se concentró la pandemia y algunos hechos de violencia que ocurrieron en 2019 han sido los primeros en implementar ollas comunes, redes de asistencia ciudadana y mecanismos colaborativos incipientes entre vecinos. Generalmente apoyados por los gobiernos municipales, han enfrentado la precariedad con dignidad, pero también con un claro sentido de abandono que se hizo evidente con los limitados apoyos entregados inicialmente, los llamados al encierro sin reconocer las dificultades del mismo y la situación de la mayoría de los centros de salud ubicados en sus comunas.
La disaster generada por la pandemia se agrava, sostiene, al coincidir con los resultados acumulativos de esa vulnerabilidad. “De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) se estima que, durante 2022 cerca de 201 millones de personas (32,1% de la población latinoamericana), se encontraba en situación de pobreza. De las cuales, cerca de eighty two millones (el thirteen,1% de la población) vivían en condiciones de
Derecho de socorro y derecho de resistencia en Hegel”, una presentación de poco más de una hora en la que Klaus Vieweg donde nos brindó información sobre el estudio publicado hace algunos años. Que permita potenciar los territorios que se encuentran rezagados del debate, del radar de la política y de las decisiones que afectan su propia vida. Este año, a partir de los innegables desastres que ha sufrido el clima, queremos reiterar sus graves efectos en la pobreza, particularmente en nuestro país. La conmemoración del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza es una oportunidad para que cada sociedad, reflexione sobre la pobreza que aún se mantiene y la que se reproduce en su seno. Por ello, cada 17 de octubre buscamos llamar la atención pública sobre los desafíos, a nuestro juicio, más sensibles y urgentes respecto de la superación de la pobreza. Es verdad que este texto habla de pobreza de dinero y riquezas de la injusticia, como también del pan que nos es necesario para el cuerpo, pero la Palabra viene de un Dios que es espíritu.
En términos de política rural, creemos que hay que insertar prácticas propias de las economías locales en los circuitos de comercialización, ahí hay un componente cultural que es necesario relevar porque también es generador de ingresos. Claro, pero son más que fuentes laborales, son formas de vida, porque en torno a los crianceros no sólo hay una retribución económica de esa actividad, hay un saber, una tradición, un traspaso de conocimiento de generaciones. Entonces, trasciende lo monetario, y ahí uno ve que todo el efecto climático va destruyendo estos medios de vida que por años han estado presentes en su territorio y eso genera una crisis en lo económico, social y cultural. Vemos también cómo dramáticamente hay sectores que se van despoblando porque la educación está fuera del territorio; antes había allí una escuela donde se educaban, ahora esa escuela está en las grandes ciudades y los niños, a determinada edad, tienen que salir de los pueblos natales para acceder a la educación y por lo tanto, al futuro. Se empiezan a deteriorar fuertemente espacios de construcción comunitaria y de identidad tan importantes para los sectores rurales distribuidos en Chile. Es absurdo pensar que todos podemos vivir en las grandes ciudades, no es sustentable ni sostenible en el tiempo.
El estudio de las atribuciones de pobreza y riqueza ha tenido un rol central en la literatura sobre la justificación de las desigualdades sociales. La investigación en esta área ha explorado en qué medida se usan razones individualistas versus estructuralistas para explicar por qué ciertas personas logran posiciones más precarias o aventajadas que el resto. En esa línea, este artículo busca dar cuenta de cómo cambian en el tiempo estas razones, en el contexto de una sociedad que ha tenido grandes transformaciones estructurales en las últimas décadas, donde además se mantiene una alta desigualdad de ingresos, como es el caso de la sociedad chilena. No obstante, el precio de la desigualdad joseph e stiglitz pdf a través de un análisis de clases latentes (LCA), se ofrece una segunda aproximación más matizada a este fenómeno, mostrando que la baja de atribuciones estructurales se asocia al aumento de personas que atribuyen tanto razones individualistas como estructurales a la pobreza y riqueza, predominando una combinación de ambas a la hora de significar estos hechos. Estos cambios en los patrones de atribución se discuten en el marco de las transformaciones económicas y culturales de la sociedad chilena. No sé si me sorprende porque es algo que veníamos advirtiendo desde hace semanas en las distintas instancias políticas y con sociedad civil en las que participamos.
La concentración de poder económico protagonizado por grandes empresas, que imponen condiciones incontrarrestables a sus proveedores, clientes y trabajadores, sólo se resuelve con regulaciones legales que corrijan las inequidades en el mercado y redistribuyan los beneficios. En realidad, la pobreza no sólo se debe a la falta de riqueza estatal para proveer ayuda; está directamente asociada al aprovechamiento desigual del crecimiento económico, que se concentra en una pequeña minoría privilegiada que no enfrenta responsabilidades legales que realmente le hagan compartir los frutos del esfuerzo de todos. Desde el año 2.000 en América Latina se ha disminuido en gran medida la desigualdad de ingresos, gracias a políticas de aumento de impuestos a los más ricos, salarios mínimos e inversión en los servicios públicos. Según la confederación Oxfam, quienes están detrás de la promulgación de este tipo de políticas, es la ciudadanía. De acuerdo con los resultados dados a conocer este jueves, la baja en la pobreza por ingresos se explica tanto por el aumento de los ingresos laborales y los autónomos (que no tienen que ver con el trabajo), así como por los diversos subsidios que ha entregado el Estado a los hogares de menores ingresos desde la pandemia en adelante.
Resumiendo, la desigualdad, en teoría, atenta contra la productividad y, en consecuencia, debería tener un efecto negativo en el crecimiento económico. La desigualdad sería menos problemática si el lugar que ocupan las personas en el orden social fuese pasajero, sujeto a cambios durante el ciclo de vida o, por último, si la posición social de los hijos no dependiera de la de los padres. Pero esta condición no se remite solo a diferencias en calidades de vida, ya que tiene asociado un conjunto de problemas que implican, especialmente, trabas a la justicia, a la convivencia y al desarrollo económico.
Esta combinación produce casi siempre éxito económico, de manera que una cierta teodicea de la prosperidad está contenida en todas las variantes ascéticas del protestantismo. El protestantismo moderno atenuó como ninguna otra variante del cristianismo la condena de la riqueza que, por el contrario, continuó su marcha en el catolicismo, que ha oscilado entre la caridad y la pobreza voluntaria como la marca de una vida evangélicamente conducida. La caridad se sustentaba en la posibilidad de redimirse a través del pobre que estaba de suyo salvado como el pobre Lázaro, y descansó por mucho tiempo en una economía religiosa que dotaba de gracia escatológica al pobre. La capacidad de obtener salvación a través de la gracia que otorgan otros –en este caso los pobres– funda a su vez el sentido authentic de ecclessia como comunidad de salvos y dispone de la redención como un asunto que no se asegura solo individualmente.