Entre las características de la desigualdad social está su componente estructural, es decir, tiene su origen en la organización y funcionamiento de la sociedad y de las instituciones que las componen y que, a su vez, están integradas por personas. Esta definición en sociología de desigualdad social implica que la desigualdad se extiende y desarrolla en los patrones instituidos a lo largo de la sociedad, facilitando su asimilación por los individuos. La medición y análisis de las desigualdades sociales, en interrelación con el género, el territorio y etnia; y su carácter acumulativo y combinado desde una perspectiva socio-histórica y multidimensional. Las desigualdades sociales y económicas tienen unos efectos importantes y duraderos sobre el desarrollo cognitivo y socioemocional de los niños y las niñas, así como sobre sus resultados educativos (Grantham-McGregor et al., 2007; Shonkoff y Garner, 2012). Las desigualdades múltiples se combinan, produciendo un impacto negativo sobre la capacidad de aprendizaje de los niños y las niñas en situación de marginalización (Suárez-Orozco, Yoshikawa y Tseng, 2015).
Se trata de indagar en las formas de pensar las relaciones entre las múltiples dimensiones de la desigualdad y las lógicas de esas relaciones, tanto en la realidad social como en los modelos interpretativos desarrollados por intelectuales de la región. Para ello, se requiere el desarrollo de conocimientos situados, de reflexiones que combinan visiones teóricas fuertes con una inmersión en, o cercanía con, realidades sociales vividas, con la intención de contribuir a cambiarlas. Los tres elementos –conceptos, realidad, utopía– se entrelazan en los escritos abordados aquí. La cifra arrojada por el Coeficiente de GINI permite realizar comparaciones entre países en torno a su desigualdad o igualdad salarial. Además, como es una cifra que permite visualizar la situación salarial dentro de un territorio, puede ser usada para orientar el diseño e implementación de políticas y cambios en la legislación laboral. Es más difícil ascender de estrato social en el sur del país que en el norte, una zona económicamente más dinámica por su proximidad con Estados Unidos.
Por ejemplo, la Iglesia contaba con una gran influencia y, además, poseía grandes extensiones de tierra. Otros gremios que alcanzaron notoriedad fueron los comerciantes, los artesanos y los responsables de las minas. A estos grupos se les llamó corporaciones y los derechos legales que fueron adquiriendo desigualdad en salud ejemplos por su poder se denominaron fueros. Es un problema de las sociedades contemporáneas, producto del desarrollo desigual de las diversas regiones y imposición de ideologias o valoraciones. Ni del desinterés por los problemas de distribución, ni en modo alguno, que lo que se haya intentado ha fracasado.
Un efecto de ello es que trabajadoras y trabajadores son obligadas y obligados a entrar en una dinámica competitiva internacional para encontrar un empleo. Finalmente, la tercera sección argumenta sobre las consecuencias sociales, económicas y políticas que derivan de que un grupo importante de individuos no logre vender su fuerza de trabajo en el mercado, esto es, que no encuentre un puesto de trabajo. La tarea principal en esta parte del artículo es caracterizar a la democracia actual capitalista como una democracia excluyente. Seguramente habrás oído hablar más de una vez de la desigualdad social, término que en los últimos años ha cobrado especial protagonismo cuando se trata de analizar las relaciones geopolíticas internacionales o la inclusión de sectores sociales que, por diversas razones, han estado históricamente marginados.
Además, la manera en que estas categorizaciones operan en relación con la clase y las desigualdades no es generalizada o common; hay especificidades para cada dimensión. Mientras que la etnicidad puede llevar a la constitución de comunidades más o menos cerradas, segregadas y a menudo discriminadas por otros, las categorías de género atraviesan todas las clases sociales y todas las comunidades culturalmente definidas. La ciencia social emergente a mediados del siglo XX en América Latina pensó las desigualdades como parte de la discusión del desarrollo capitalista y la evolución de las relaciones de clase. En el reciente libro Repensar las desigualdades, Elizabeth Jelin recupera las obras trascendentes que pueden servir como contrapunto a debates más contemporáneos sobre las desigualdades y las diferencias. El acceso reducido al conocimiento es una causa cultural importante de la desigualdad social.
En general hombres y mujeres de la misma edad tienen habilidades y conocimientos similares, y parece existe muy poca especialización en las sociedades de cazadores-recolectores. Esas evidencias, apuntan a que las desigualdades en las sociedades humanas se hicieron más marcadas en las sociedades neolíticas, en las que existía una creciente especialización y, por tanto, asimetrías en el acceso a los recursos naturales, bienes económicos, información general y conocimientos. Las élites responsables de centralizar y organizar la producción y custodia de alimentos, en las sociedades preestatales en general aprovechan su acceso diferencial a los recursos en beneficio de sus parientes, lo cual parece ser una de las formas iniciales de desigualdad social en las sociedades humanas.
Al respecto, a continuación, se presenta una formulación analítica a partir de la teoría del capital de Marx. Antes de ello, y a pesar de que no se pueda –por razones de espacio y porque supera el objetivo de este artículo– profundizar en su estudio, merece una mención la propuesta que sobre clases sociales realizó Pierre Bourdieu pues esta, en realidad, se distancia de forma desigualdad etica importante de las lecturas voluntaristas que anteriormente han sido presentadas. El punto clave en este caso es que sin la solidaridad y la conciencia de clase resulta imposible la construcción de una nueva modalidad de reproducción social global que no sea excluyente. La desigualdad social se aprecia a través de las contribuciones de los grupos que conforman una comunidad.
Mientras que en Francia y España las mujeres sufren mucho más esta situación que los hombres, la diferencia no es tan clara en la media de la OCDE ni en Suecia. La desigualdad económica se contempla como la distribución desigual de bienes y servicios; esta se da cuando dos individuos efectúan el mismo trabajo, pero la ganancia monetaria no es igual para ambos. Para Hunt y Colander[18] el issue más importante son las diferencias en las ganancias de los individuos. Estas diferencias se basan en parte a la ocupación y a las cualidades personales de las personas involucradas. El factor más básico que determina las variaciones de ingreso entre los grupos ocupacionales es la demanda y la oferta. Las ocupaciones que requieren actitudes especiales y mucha capacitación tienen sueldos altos debido a que la oferta de trabajadores es poca en relación con la demanda.
En resumen, los obreros y campesinos durante el porfiriato se encontraban en la parte más baja de la pirámide social, con condiciones de vida y trabajo extremadamente difíciles. En la cúspide de la estructura social se encontraba la oligarquía, compuesta por grandes empresarios, terratenientes y políticos influyentes. Estos individuos tenían una gran acumulación de riqueza y ejercían un poder económico y político appreciable. En la OCDE se incluyen los países industrializados y desarrollados donde se estudió a fondo aquel síndrome sobre el que Kuznets y Lipset sugirieron sus conjeturas. América Latina, en cambio, parecía reproducir el mismo síndrome hacia 1950, pero en 2000 se había alejado claramente de los rasgos que describen a los países del primer grupo.
Esta fragmentación difícilmente puede ser entendida sin un análisis de los mecanismos y procesos sociales de clasificación social, que legitiman las jerarquías y brechas entre clases sociales. La disparidad en la distribución de los ingresos y la riqueza es clave para el autor en la génesis de la fragmentación social, de allí la centralidad que le atribuye al papel que pueda jugar el Estado. Aunque reconocido como uno de los historiadores marxistas británicos más notorios y ex miembro del Partido Comunista británico, Thompson trató de distanciarse de lo que él consideraba el determinismo económico marxista. Definió la clase en términos de experiencia, mientras que Stuart Hall introdujo la concept de identidad y raza como elementos significativos necesarios para comprender la clase social. Eagleton retoma la llamada reducción de la clase trabajadora y afirma que, lejos de desaparecer, está aumentando debido a la incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo.
Con una renta per cápita mayor, el régimen liberal apuntala unos mercados y, por ende, unos agregados de empleo más desiguales que los regímenes universalista y corporativista. En Francia ambas formas de pobreza se aproximan a los promedios de la OCDE, que se elevan a 11.89% para la pobreza de ingreso y a 11.51% para la pobreza humana (véase el cuadro 3). En Suecia en cambio son muy inferiores, y en España la pobreza de ingreso es muy grande mientras que la pobreza humana se equipara a la media. Por otro lado, el desempleo abierto de las mujeres de mediana edad, la pobreza entre los trabajadores urbanos por cuenta propia y el analfabetismo revelan disparidades del reparto de los estatus que van más allá de las disparidades en el producto per cápita. Las condiciones de vida insalubres registradas en Argentina en comparación con Costa Rica apuntan en esa misma dirección, así como la diferente tendencia de la pobreza de ingreso en las zonas urbanas y rurales (Ganuza, Taylor y Morley, 1998). Parece, pues, que una explicación exhaustiva de estas diferencias debe traer a colación, cuando menos, la actividad estatal junto con el funcionamiento del mercado.
Su inserción en el trabajo doméstico urbano no implica una ruptura profunda en su experiencia. De ahí que caracterice a la mujer negra como «una agente de trabajo privilegiado porque es la única que puede tener puestos de trabajo duraderos y un medio de vida más permanente»15. Es debido a esta continuidad de sus tareas en el mundo urbano que las mujeres negras corren el riesgo de convertirse en el único medio de subsistencia para los hombres, pero sin la protección complementaria de una familia estable e integrada.
La desigualdad social es la situación en que una persona o grupo se encuentra en desventaja respecto a otro grupo, siendo esta desventaja resultado de condiciones estructurales de la sociedad en que ambos grupos conviven. La desigualdad social condiciona las oportunidades de los desfavorecidos y afecta su calidad de vida, pero también incide negativamente en el desarrollo del país. La inversión en cooperación y desarrollo es uno de los mecanismos institucionales más promovidos para la lucha contra las desigualdades sociales. La thought es que los países mejor desarrollados destinen algunos recursos hacia los menos desarrollados para paliar sus desigualdades y así dar paso a sociedades más justas y competitivas en el ámbito global. Esto sería posible a través del aumento del gasto público, el diseño de políticas orientadas a los sectores vulnerables, alianzas con los entes privados, y otras vías.
También operan desde el interior, a través de los sentimientos subjetivos, la autoidentificación y la concreción de prácticas culturales2. En función de sus luchas políticas, además, los actores pueden desarrollar categorizaciones sociales que funcionan como identificaciones estratégicas que los ayudan a definirse a sí mismos y a sus oponentes. Sin duda, la clase media forma parte de este complejo panorama en que se vinculan desigualdad y territorio, una interrelación a la que nos aproximaremos en este trabajo. En tercer lugar, aunque la actividad estatal puede moldear las desigualdades entre grupos redistribuyendo recursos, el impacto y la legitimación de estas políticas dependen del arraigo de la conciencia de que todas las posiciones sociales son interdependientes en última instancia. Marshall (1992 [1950]) inauguró la teoría sociológica de la política social con esta tesis, que resumió en la gráfica expresión de que para la clase dominante «la reducción de las clases, como la del humo, se convierte en una meta que debe perseguirse». Retoma la noción de Norbert Elias de los brotes históricos del proceso de civilización (o autolimitación de los impulsos individuales) para trazar esta línea paralela de brotes históricos de colectivización.