Desigualdad Y Capitalismo  Encuesta Casen: ¿cuál Es La Razón De La Desigualdad?

Esta mínima referencia a los principios de justicia de Rawls no es suficiente para profundizar en ella, ni es el objeto de esta mención intentar hacerlo. Sin embargo, recordando los paradigmas fundamentales de la ética considerados al principio de estas notas, un rasgo de la visión de Rawls es haber logrado una convergencia entre la noción de libertad y la noción de igualdad. La primera (libertad) considerada como un rasgo central del liberalismo y la segunda (igualdad) considerada como un rasgo central de la visión de una naturaleza humana compartida, la que asume diferentes orígenes y versiones. En cierto sentido la ética social rawlsiana es la que mejor representa, legitima y racionaliza el capitalismo regulado y la democracia social instalados en el mundo desde el inmediato período de posguerra hasta la así denominada revolución conservadora de los años ochenta.

Bajo el paraguas de la visión dominante, la precise crisis del capitalismo mundial está circunscrita en la órbita económica y, más precisamente, en la financiera. Estados Unidos configura su epicentro, por lo que para el resto de los países se crea la imagen de que la crisis «viene de fuera». El móvil se ubica en la desregulación del mercado y la codicia y especulación del capital financiero. El issue detonante radica en el estallido de una burbuja especulativa del sector hipotecario debido a la irresponsable colocación de créditos incobrables entre población de bajos salarios o ingresos inestables y a la propagación y negociación sucesiva de estos créditos entre diversas instancias financieras con el afán de obtener ganancias prontas y abundantes. La respuesta política más socorrida descansa en los programas estatales de rescate de las grandes corporaciones financieras e industriales mediante la transferencia de multimillonarios recursos públicos, sin que exista transparencia sobre su uso.

porque el capitalismo genera desigualdad

Estas medidas restrictivas han puesto una gran presión sobre el contrato social Europeo de post-guerra basado en la seguridad económica, la cohesión y protección social, la solidaridad y el empleo. El intento de reemplazar este contrato social por uno neoliberal se ha hecho sin consultas ciudadanas, aprovechando las urgencias de la crisis y el poder de la Troika y de los acreedores financieros. Es preciso advertir que incluso los países más igualitarios exhiben algún grado basal de desigualdad vinculado a la división del trabajo, la que requiere pagos diferenciados acorde a la complejidad de las ocupaciones o para el fomento de actividades que están sujetas a un considerable nivel de riesgo, como la innovación y la labor empresarial.

Es evidente que la gran concentración de poder económico en pequeñas elites, lleva a una indebida influencia del dinero sobre el sistema democrático. En estas condiciones el perfect de que cada persona es igual a otra en una democracia es desvirtuado por la muy desigual distribución de poder económico en la sociedad, la que se ha acentuado en las últimas tres décadas. Este punto, desarrollado con la política y las prácticas salariales, merece una consideración más detenida.

Sin embargo, muchos filósofos igualitaristas como John Rawls (2001) o Thomas Nagel (2005, 2008) han defendido una concepción débil de los deberes de la justicia económica que se aplican a nivel world o, por lo menos, más débil de lo que uno habría esperado dado su compromiso con una concepción bastante robusta de las demandas de la igualdad en el contexto doméstico. Algunos proponen que el término de la Guerra Fría implicó el triunfo del capitalismo, el “fin de la historia”. Creo que la realidad es precisamente la contraria, que la derrota de los totalitarismos de Estado elevados a sistema político, abre el camino por fin para un cuestionamiento mucho más a fondo del capitalismo.

La ruptura de las dinámicas de financiamiento, producción, distribución y consumo, tiene como telón de fondo un proceso de sobreacumulación, donde a la sobreproducción le corresponde el desplome del consumo masivo. Pero más allá de la disaster de valorización, también postulamos que se trata de una disaster civilizatoria que pone al desnudo los límites de la acumulación mundial centralizada basada en la superexplotación laboral, la devastación ambiental y la financiarización de la economía mundial. La otra opción significa colocar en el centro el sistema de reproducción de la vida humana en el planeta, dentro del proceso de metabolismo social humanidad-naturaleza. 2 El desarrollo desigual comporta un proceso histórico de polarización económica, social y política entre regiones, países y clases derivada de la dinámica de acumulación capitalista centralizada, la división del trabajo, la estructura de poder y la lucha de clases en distintos ámbitos espaciales y niveles jerárquicos. Como resultado acontece la expansión de las desigualdades sociales expresada por la concentración de capital, poder y riqueza en manos de una pequeña élite capitalista confrontada a un abundante proceso de despojo, explotación y pobreza que constriñe paulatinamente las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la población. A nivel del sistema capitalista mundial tiene verificativo una diferenciación sintomática entre países imperialistas, centrales o desarrollados y países periféricos, subdesarrollados o dependientes.

Llama la atención que en ningún período de nuestra historia el coeficiente haya estado en un nivel comparable a los que muestran los países actualmente más desarrollados (figura 1). Esta persistencia en el tiempo contrasta con el avance de otros indicadores sociales y económicos, los que han permitido reducir significativamente la pobreza en el país. Entre 1930 y 1970, hubo una moderación del fenómeno en el contexto de una creciente democratización del país, revertida durante la dictadura militar, cuando grandes transformaciones domésticas y de la economía mundial generaron innovaciones tecnológicas y de otro tipo que impactaron sobre la desigualdad de ingresos.

En el marco de la Guerra Fría, este cuestionamiento era complejo, pues se confundía necesariamente con un apoyo a los regímenes totalitarios. En la actualidad en cambio, esta crítica se puede hacer con más fundamento y más profundidad. De la capacidad que tengamos de realizarla con valentía y altura de miras, depende que seamos capaces de enfrenar los principales desafíos sociales y políticos que enfrentamos en la actualidad. Enormes contingentes de población devienen en redundantes o desechables para las necesidades de valorización del capital. La cantidad de migrantes laborales que van de sur a norte y el volumen de las remesas que envían a sus países de origen han experimentado un crecimiento sin precedentes en todo el mundo.

Asimismo, en preparar las condiciones para que emerja una fuerza anti-capitalista de los trabajadores, las mujeres y la juventud, que cuestione de raíz la desigualdad y ponga las riquezas en poder de los trabajadores y el pueblo. El filósofo Jean Jacques Rousseau se interesó por el tema y en respuesta escribió su obra Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres. En ella, Rousseau sostiene que la desigualdad social y política no es pure, que no deriva de una voluntad divina y que tampoco es una consecuencia de la desigualdad natural entre los hombres. Por el contrario, su origen es el resultado de la propiedad privada y de los abusos de aquellos que se apropian para sí de la riqueza del mundo y de los beneficios privados que derivan de esa apropiación; ya en esa época, buscar respuestas a la desigualdad social era un tema central para las ciencias sociales. La restricción de los principios de la justicia distributiva igualitarista al ámbito de lo doméstico, sugiere que algunos aspectos cruciales del orden económico internacional han sido desatendidos, en specific el impacto normativo que tiene su carácter explotativo. En lo que sigue, se asumirá que existe una economía international de carácter capitalista y se limitará a estipular —brevemente— las características de dicho orden, a fin de mostrar que existe explotación global y que esta es una razón para que los principios de la justicia distributiva igualitarista se apliquen globalmente.

Observamos un país en disaster, con un nivel de desigualdad que se ha estancado en niveles altísimos. Transitar hacia una sociedad distinta es posible; es, a fin de cuentas, una decisión política. Afortunadamente, evidencia reciente provista por Bernardo Candia y Eduardo Engel nos permite responder esta pregunta. Los autores muestran que el coeficiente de Gini de mercado calculado con los datos de la encuesta CASEN y registros tributarios es 0,fifty nine. Consistente con lo reportado por la OCDE, encuentran que en su conjunto la acción del gobierno es levemente progresiva.[8] El estudio muestra, además, que el sistema tributario es levemente regresivo y el sistema de transferencias es progresivo, especialmente debido a las transferencias en salud y educación. Así, el diseño mismo del sistema tributario explicaría por qué la desigualdad antes y después de impuestos y transferencias es particularmente acotada en el caso chileno.