Parte Ii: La Desigualdad Es Una Decisión Política

Por otra parte Okun (1975) fue mucho más allá en los planteamiento, sosteniendo que la desigualdad no solo era necesaria, sino que además period buena (Domínguez 2009). Lazear y Rosen (1981) defendieron la idea de que la relación entre desigualdad y crecimiento es positiva porque la desigualdad incentiva la innovación y el espíritu empresarial, lo que a su vez promueve el crecimiento. En la misma línea, Thierry Verdier (1993) concluyó que en países con sociedades más desiguales se tiende a destinar mayores recursos financieros a educación, lo que trae consigo capital humano más capacitado y, por tanto, crecimiento. Con ocasión de la disaster o “estallido social” que afectó a Chile con inusitada intensidad a partir de octubre del 2019, diversos análisis políticos, sociales y económicos han puesto la atención en la desigualdad como una de las principales causas del fenómeno.

Las grandes brechas y desigualdades sociales son una parte integral de la cultura actual, pero no son imposibles de reducir y de desarticular. En ella se evidencia de forma notoria que la desigualdad causa directamente a las transferencias, no dándose aquello en sentido contrario. Lo anterior concuerda con lo que la teoría económica específica sobre ambas variables, dado que un país con más desigualdad tiende a la redistribución desde ricos hacia pobres. Por tanto, agregar las transferencias al modelo supone un aumento en el grado de multicolinealidad y explicación de la variable desigualdad sobre la tasa de crecimiento del PIB. La evidencia anterior no es lo suficientemente fuerte como para rechazar el modelo, pero sí entrega señales claras para tener presentes en este tipo de situaciones.

También hay un agravante de género a considerar, por cuanto más de un 70% de las mujeres asalariadas con educación media completa y que trabajan más de 30 horas semanales, obtiene una remuneración por debajo del umbral citado. De Gregorio terminó con una cita del economista británico Anthony Atkinson “si estamos preocupados de la igualdad de oportunidades mañana, tenemos que preocuparnos  de la desigualdad de ingresos hoy, porque la desigualdad de ingresos de hoy condiciona la desigualdad de oportunidades en el futuro”. El pasado martes 05 de mayo de 2020, la Academia se reunió para conversar y reflexionar sobre “la ética del crecimiento y el dilema de la desigualdad”para intentar interpretar los descontentos sociales en Chile y en el mundo.

A raíz de este hallazgo es factible mencionar que se cumple con el objetivo central de este estudio y se valida la hipótesis en él presentado. Los siguientes modelos se construyen con la base de datos reducida, buscando con ello evidenciar dos períodos temporales distintos (ver Tabla 3). Con el primero se quiere analizar un período de homogeneidad y estabilidad, tomando en consideración una tendencia política uniforme. Con el segundo, se intenta analizar un intervalo temporal que contenga diferentes matices políticos, por lo que se toma los años entre 2010 y 2017 debido a la transición política evidenciada en este período. Es un siglo más tarde, con el creciente proceso de industrialización, que comienza a crearse una diferencia importante en los niveles de ingreso, cuya relación, a nivel de ingreso medio entre los países “pobres” y los países “ricos” llegó, a principios del siglo XX a una proporción de 1 a four, para pasar a principios de este siglo a una proporción de 1 a 30.

Como resultado, no habrá escasez de mano de obra y los salarios de los trabajadores comunes no aumentarán. E incluso si la mortalidad fuera mucho mayor, como podría ser en una futura epidemia, la inteligencia artificial y la automatización podrían absorber parte de la escasez de mano de obra resultante y mantener bajo el valor del trabajo humano. En esta categoría, Sen (2000) señala que hay diversas características, de las cuales el individuo no es res-ponsable, que configuran de una u otra manera sus necesidades, y, por consiguiente, sus metas y elecciones. Por ejemplo, etnia, género, contexto familiar, estrato social del que provienen y discapacidades físicas o mentales (Paes de Barros et al., 2008).

Ahora, para entender de mejor forma estos valores, cuando se compara a Chile dentro de un grupo de 165 países, este se encuentra en la posición número 35 de los países más desiguales, compartiendo puesto con Filipinas y a tan solo 0,1 de Zimbabue, según los últimos datos obtenido para cada país ( Banco Mundial, 2020c). Asimismo, en términos del Coeficiente de Palma, Chile comparte el puesto 23 de los países más desiguales junto con Nicaragua y las Islas Seychelles, dentro de un grupo de 152 países ( Human Development Reports, 2019). De todos modos, el Banco Mundial ( 2016 ) indica que las cifras chilenas pue-den estar subvaloradas, por cuanto hay poca representatividad de los hogares con mayores ingresos en las encuestas que proporcionan la información necesaria para calcular estos índices. En Chile, el tema de la desigualdad es de larga information y se ve reflejado en la vida cotidiana de sus habitantes en diversas áreas. Esto ha traído consigo un aumento del descontento social, lo que se ha visto reflejado en una variedad de movilizaciones sociales, las cuales detonaron el año 2019 con el “Estallido Social”, lo que demostró, entre otras cosas, la urgencia que requiere enfrentar este problema en el país. Así, la reducción de esta debe responder a ambas dimensiones si estas se quieren disminuir efectivamente.

La convocatoria para presentar trabajos está dirigida a becarios y patrocinados COES y a estudiantes de pregrado y postgrado de la Facultad de Ciencias Sociales e Historia UDP. 10.c De aquí a 2030, reducir a menos del 3% los costos de transacción de las remesas de los migrantes y eliminar los corredores desigualdad rural de remesas con un costo superior al 5%. El proyecto se implementará de manera gradual, para alcanzar hacia finales de 2027 a 187 de las 346 comunas del país. También, se ha trabajado extensamente para abordar los desafíos del país en materia de agua como un elemento de desarrollo y resiliencia.

Tanto es así, que un estudio del Banco Mundial indica que un tercio del ingreso generado por la economía chilena en 2013 fue captado por el 1% más rico. Por ello, es relevante considerar este aspecto como una verdadera traba al desarrollo, cuando se bloquean las oportunidades y se traduce en un acceso poco equitativo al poder político y económico. En síntesis, la alta focalización de la política social ha permitido reducir de manera importante la pobreza de ingresos en Chile sobre una base de recursos públicos limitados. La contrapartida ha sido que, al dejar que los demás hogares compren servicios en el mercado que tradicionalmente son provistos por el Estado, los ciudadanos chilenos viven segmentados y con escasos espacios de convivencia. Ello no es sólo económicamente ineficiente, pues se pierden oportunidades de aseguramiento mutuo, sino que también se estigmatiza a los beneficiarios, se genera sentimientos de injusticia entre quienes no son beneficiarios de los programas públicos y que tampoco pueden acceder plenamente al mercado a pesar de sus esfuerzos, y una desafección hacia el Estado.

desigualdad social politica y economica

En resumen, este esquema de políticas ha promovido la segmentación y profundizado desigualdades simbólicas y de oportunidades. La segmentación se produce tanto por arriba – pues los sectores más altos se autoexcluyen comprando servicios y protección en el mercado—como por abajo –pues los sectores más bajos sólo pueden acceder a la provisión mínima ofrecida por el Estado–. En ocasiones, los sectores medios quedan desprotegidos, porque no tienen derecho a las prestaciones que ofrece el Estado, pero tampoco tienen recursos suficientes como para acceder a los servicios de mayor calidad que otros adquieren en el mercado. La política social subsidiaria adoptada en Chile desde la dictadura es otra de las razones centrales por las que, en mi opinión, el país ha sido efectivo en reducir la pobreza de ingresos, pero menos efectivo en minimizar las limitaciones que experimentan mucho hogares para su desarrollo, así como en reducir las diversas formas que toma la desigualdad en Chile. Desde la creación del Servicio Nacional de la Mujer en 1991, las políticas públicas para la equidad de género han tenido un desarrollo sostenible. Contar con el Ministerio significa que las necesidades y los derechos de las mujeres adquieren un espacio de mayor relevancia y son una preocupación de primera línea en el quehacer del Estado de Chile.

Por lo tanto, en este sentido, los resultados obtenidos abren paso a otras preguntas investigativas. Si bien este último comprende una variedad de demandas, entre ellas se encuentra la gran desigualdad que existe actualmente en el país, la cual, en palabras de Güel (2019), “…no se trata solo ni principalmente de un problema de distribución del ingreso” (párrafo 8). Es decir, que las disparidades que viven a diario los/as habitantes de Chile van más allá de su salario, experimentándose en otras áreas, como en la educación, la salud, la protección social, entre otras, que fueron aludidas dentro de las acciones públicas y otras que aún quedan por resolver.

La desigualdad económica en Latinoamérica pareciera ser una condición de larga data, enraizada en la historia, instituciones y en la cultura del continente, más que en el modelo adoptado en las últimas décadas (Eyzaguirre, 2019; Gootenberg, 2004). No obstante, para Rodrigues y Andrade (2014) el impacto de la crisis económica y las políticas de austeridad implementadas desde 2010 en Portugal, han invertido las tendencias anteriores y han afectado negativamente la eficacia y la eficiencia de todos los instrumentos fiscales. En este sentido, según FMI (2014), en las economías avanzadas, la composición y el ritmo de la consolidación fiscal condicionan su impacto sobre la desigualdad.

Más aún, podemos decir que hace más de cincuenta años dichas desigualdades fueron consideradas como el issue que más atentaba contra la paz y el desarrollo integral de América Latina. Para un desarrollo más pormenorizado este delicado asunto, me permito remitir a mi investigación teológico-cultural publicada recientemente, con ocasión del 50° aniversario desigualdad social en la pandemia de la Conferencia de Medellín (Verdugo & Arellano, 2019). Entre las desigualdades que más molestan a los chilenos está que algunos accedan a mejor salud que otras, que algunos accedan a mejor educación y que algunos reciban un mejor trato. “La intolerancia respecto a desigualdades en salud y educación ha aumentado”, señaló el director de la Escuela de Gobierno.