Heidegger al analizar el verso del poeta hace la diferencia entre lo material y lo espiritual. Ciertamente hay muchos otros aspectos a considerar, si se tiene en cuenta la devaluación de la institucionalidad política, el empoderamiento de las comunidades y los cambios que trae consigo la automatización del empleo y la revolución digital.
La pobreza como problema implica un desafío para las sociedades contemporáneas. Luchar por combatir la pobreza económica es el mayor reto de las sociedades desarrolladas, subdesarroladas (y maldesarrolladas). Y este combate no se logra creando guetos ni construyendo murallas, sino rompiendo el gueto y la muralla principal que es el egoísmo.
La sociedad se fragmenta en grupos sociales que viven como si habitaran en naciones de nivel de desarrollo opuesto. Así, hay personas que son denigradas y discriminadas, en tanto otras desarrollan una actitud de superioridad fundada en la posesión de cargos o tenencia de dinero. Estos ciclos de alza y baja pueden observarse a través de la evolución del coeficiente de Gini, el cual es un indicador que se encuentra entre 0 y 1, donde un mayor número indica más desigualdad en la dimensión de los ingresos. Llama la atención que en ningún período de nuestra historia el coeficiente haya estado en un nivel comparable a los que muestran los países actualmente más desarrollados (figura 1). Esta persistencia en el tiempo contrasta con el avance de otros indicadores sociales y económicos, los que han permitido reducir significativamente la pobreza en el país.
El mundo logró la meta del primer objetivo de desarrollo del milenio (ODM) de disminuir a la mitad para 2015 la tasa de pobreza registrada en 1990, y lo consiguió en 2010, cinco años antes de la fecha prevista. Pero pese a este logro, la cantidad de personas que vive en condiciones de pobreza extrema en el mundo sigue siendo inaceptablemente elevada. De acuerdo con las estimaciones más recientes, el 17% de la población del mundo en desarrollo vivía con menos de US$1,25 al día en 2011, cifra inferior al 43% de 1990 y al 52% de 19811. Desiguales destaca el rol que le cabe a la política pública en igualar el acceso a los servicios sociales, reducir la concentración del ingreso en el 1% más alto y romper el vínculo entre el dinero y la influencia en las decisiones públicas.
Una vez que Las Casas había hecho suya la defensa de los indios, encontrará en la orden de los padres predicadores, un testimonio de vida de lo que significa anunciar el Evangelio a los más débiles. Chile ha sido un país de muchas diferencias sociales a lo largo de toda su historia. Al igual que otras naciones de América Latina, su origen se remite a la Colonia, cuando se constituyeron las instituciones que la inician, como la concentración en la propiedad de la tierra y la relación jerárquica entre la clase alta y el bajo pueblo. Incluso los países más equitativos exhiben algún grado basal de desigualdad vinculado a la división del trabajo, la que requiere pagos diferenciados acorde a la complejidad de las ocupaciones o para el fomento de actividades que están sujetas a un considerable nivel de riesgo, como la innovación y la labor empresarial. Esto fue lo que Leonard Read reflejó en su famoso ensayo “Yo Lápiz”, donde demostró que ninguna persona en el mundo sería capaz de producir un easy lápiz de mina por su cuenta, es decir, sin hacer uso del conocimiento especializado y los intercambios de otros.
Como es obvio, podríamos considerar que gran parte de este problema se debe a una coyuntura específica, marcada por la pandemia del coronavirus y sus efectos económicos y sociales. Sin embargo, el tema es mucho más profundo y se arrastra por más tiempo, quizá por unos tres lustros. Efectivamente, en los últimos quince años se ha producido un evidente deterioro en la economía, con números más bien mediocres observados en conjunto, pérdida de dinamismo y de ciertos consensos económicos y sociales básicos. Las grandes razones para la superación de la pobreza en las últimas cuatro décadas han sido el crecimiento económico (sin duda el issue más decisivo) y las políticas sociales (también relevantes, complementarias del tema central). Como contrapartida, podríamos decir que la pobreza aumenta cuando hay crisis económicas (1982, 1998, 2008 y 2020), así como no disminuye por políticas públicas inadecuadas.
Bajo su alero surgieron grandes fortunas, cuyo origen se centra en la minería, las finanzas y el comercio. Hacia fines de esa centuria se inició un periodo de inestabilidad en el marco de la “cuestión social”, que culminó con la elección de Arturo Alessandri en 1920 y el inicio del Estado benefactor. A este ciclo se le asigna cierto bienestar de la emergente clase media y de los trabajadores asalariados. Los relatos en torno a la precepción de la pobreza no son homogéneos, se distinguen relatos esperanzadores y desesperanzadores. Este tipo de relatos da cuenta de un nudo que no permite el desenvolvimiento de destrezas, seguridad y motivación, a menos que sea desatado para restituir la confianza. Un tercer elemento en el proceso de su conversión fue su ingreso a la orden de los dominicos en 1520, seis años después de haber renunciado a los indios que él poseía.
La llamada y la respuesta en la filosofía de Emmanuel Levinas (2006); La vérité et la justice, dans la philosophie d’Emmanuel Levinas, L’Harmattan (2009); La justicia. Introducción a la hermenéutica de Paul Ricoeur (2017); y Caminos de justicia en y desde América Latina (2018). Desde los zapatos que calzamos, los cimientos de nuestras viviendas, el teléfono con el que nos comunicamos, hasta la refrigeradora o el vehículo que nos transporta, todos son producto del intercambio.
Iniciamos el presente ensayo preguntándonos por qué hasta ahora no se ha podido combatir la pobreza materials y económica en el mundo. La brecha que separa a ricos de pobres es cada vez mayor a pesar de las buenas intenciones de varios organismos internacionales. En el transcurso de nuestro trabajo hemos analizado que a la base de le economía no deben situarse intereses políticos o personales, sino una preocupación ética y social por el bienestar del otro, que tome en cuenta su dignidad. Hemos hablado de dos formas distintas y hasta opuestas de entender la pobreza, sea como problema o sea como virtud.
Lo primero se expresó en la creación de un sistema económico de libre empresa, la vigencia de la propiedad privada sobre los medios de producción, la apertura al comercio exterior y el resguardo de los equilibrios macroeconómicos, así como en la focalización del gasto público en los sectores más pobres. En el orden político, una nueva Constitución pasó a regir los destinos del país, que estuvo vigente hasta el 2005, aunque muchas de sus características o principios extienden su vigencia hasta el presente. En buena medida, los gobiernos posteriores a 1990 conservaron las líneas fundamentales del sistema económico vigente, si bien realizaron cambios importantes en materia constitucional y apelaron a ciertas concepts que consideraban gravitantes, como “crecer con equidad” o “crecer con igualdad”. Esto último implicaba conservar el crecimiento económico –que desde 1984 se había consolidado con fuerza, iniciando una etapa inédita en la historia nacional– pero poniendo énfasis en que los beneficios del progreso alcanzaran a toda la población. Creo que la clave está en instalar nuevamente a la pobreza como una prioridad nacional, para concentrarnos en que nadie en Chile viva en estas condiciones, con todas sus consecuencias. Por lo mismo, la tarea principal vuelve a ser la creación de trabajo, que permita a las personas no solo aportar sus talentos y capacidades a la sociedad, sino también llevar dinero a sus respectivas familias, que les permita salir adelante.
Deja una respuesta