No obstante, en el caso de Chile es posible constatar que no se ha desarrollado hasta ahora una política educativa en materia de género y se evidencia la urgencia de contar con ella. En cuanto a los intereses declarados en la institucionalidad a cargo, Sernam, se señala la búsqueda de igualdad de oportunidades, pero no se especifica claramente que se espera la incorporación de las mujeres en asuntos políticos ni de orden social. La institución procura el reconocimiento social de igualdad de derechos y oportunidades para mujeres y hombres en cuanto a educación, trabajo, formación de núcleos familiares y participación en las decisiones políticas y económicas.
Cociña manifiesta que “respecto de las autoridades políticas a nivel nacional, nuestros datos muestran que entre 1990 y 2016, siete de cada diez ministros o ministras, seis de cada diez senadores o senadoras y cuatro de cada diez diputados o diputadas, fueron a uno de 14 colegios de elite (todos de Santiago). En efecto, en Chile las personas que toman decisiones tienden a escogerse desde un subconjunto bastante reducido de la sociedad. Los mecanismos de reproducción de los segmentos de altos ingresos, particularmente mediante la educación, tienen mucho que ver con esto”.
Esta comparación contrasta con el discurso de la –poco pluralista– prensa chilena, que suele poner las demandas de la ciudadanía como un ejemplo de irracionalidad, mientras que sitúa el pensamiento empresarial como ejemplo de cordura y pragmatismo. La contrapartida de la concentración en el tope son los bajos sueldos que obtiene la mitad de los asalariados, cuya remuneración es inferior al ingreso que necesita un hogar promedio para cubrir sus necesidades básicas (línea de pobreza). Esto no se traduce en una situación generalizada de precariedad, porque hay más fuentes de ingresos. También hay un agravante de género a considerar, por cuanto más de un 70% de las mujeres asalariadas con educación media completa y que trabajan más de 30 horas semanales, obtiene una remuneración por debajo del umbral citado. Entre 1930 y 1970, hubo una moderación del fenómeno en el contexto de una creciente democratización del país, revertida durante la dictadura militar, cuando grandes transformaciones domésticas y de la economía mundial generaron innovaciones tecnológicas y de otro tipo que impactaron sobre la desigualdad de ingresos.
Además, releva el problema de los malos tratos y realiza estudios sobre la situación de las mujeres en España, cuyos resultados fueron difundidos en la sociedad. Estas acciones son complementadas con una importante actividad internacional, reforzada por la adhesión de España a la Unión Europea. A partir de los roles que desempeñan hombres y mujeres, tanto en lo público como en lo privado, se van configurando relaciones de poder de forma permanente, así como organizaciones jurídico-políticas propias de cada sociedad, las cuales han tendido a reproducir históricamente cánones de superioridad masculina por sobre lo femenino. Las características y atributos del concepto de género1 tienen puntos en común, aunque se diferencian culturalmente en cada sociedad. La construcción social del género responde entonces a un conjunto de atributos asumidos, incorporados y reiterados que adoptamos, ciertamente, con la expectativa de cumplir las exigencias sociales de identificación y pertenencia de género definidas socialmente2. Asociado a dicho concepto, se aprecia el diagnóstico de la impunidad en la relación entre “poderosos” y “débiles”.
La cara entumecida de una niña en un recodo de La Pintana, población en la periferia, me da la clave. Son miles los jóvenes de ayer que hoy demandan pensiones dignas, sistema de salud universal. Son miles las mujeres que exigen que les devuelvan el derecho a huelga, ser dueñas de su cuerpo y del derecho al placer. Chile necesita un combate contra la desigualdad, que incluya redistribución de ingresos, provisión de bienes públicos de calidad, mejores oportunidades y cambios en aquellas bases del sistema económico que generan o fomentan la desigualdad.
Los ciudadanos deben “dejar” su poder en otro sitio, es decir, prescindir de pronunciarse y ceder su acción a las instituciones y su funcionamiento. En vez de alimentar y construir instituciones cada día, debemos asumir que ellas son eternas e inmutables, siempre perfectas y por tanto los ciudadanos pueden prescindir de su libre albedrío gracias a un marco institucional que les trasciende y que guarda una sabiduría esencial. El ciudadano imperfecto retrocede (es decir, debe retroceder) ante la evidencia de un orden superior. Es este apartado, de manera muy somera, recogeremos algunos análisis sobre el fenómeno de las desigualdades, consideradas sobre todo desde la economía, de la historia y las ciencias sociales, tanto en estudios globales como locales.
El impacto del modelo económico neoliberal que sostiene y reproduce las múltiples desigualdades vividas por la sociedad chilena, cuyo nivel de afectación quedó de manifiesto con la revuelta social de 2019, se ha visto profundizado con la pandemia de Covid-19 a nivel sanitario, educativo, de género, laboral, territorial, por mencionar algunos. Este escenario de disaster, a su vez, pone en el centro del debate el estado precise de la cohesión social y sus posibles proyecciones de fortalecimiento y/o reformulación, tomando en consideración el inicio de un proceso constituyente en el país que asegure la promoción de un modelo de desarrollo basado en los principios de justicia, participación y democracia. Con ocasión de la crisis o “estallido social” que afectó a Chile con inusitada intensidad a partir de octubre del 2019, diversos análisis políticos, sociales y económicos han puesto la atención en la desigualdad como una de las principales causas del fenómeno.
Ciertamente hay muchos otros aspectos a considerar, si se tiene en cuenta la devaluación de la institucionalidad política, el empoderamiento de las comunidades y los cambios que trae consigo la automatización del empleo y la revolución digital. Es tarea de todos contribuir a superar los obstáculos y aspirar a un país más justo, próspero y solidario.
Pero, sobre todo, se necesita asegurar igualdad de trato y dignidad, así como de poder e influencia. Stiglitz de una manera más técnica trata la naturaleza, causas y consecuencias de varios tipos de desigualdad en Stiglitz (2012; 2013). Un segundo obstáculo para la integración de la democracia y el desarrollo, es la tendencia de varias instituciones financieras internacionales y gobiernos nacionales de enfrentar los problemas mencionados anteriormente con una solución de sondeo impartial, una «buena gobernanza», en vez de una forma de democracia inclusiva y profunda. Y esa gobernanza, basada en el cumplimiento de la ley y la competencia electoral es appropriate con una «democracia dirigida» o un «autoritarismo competitivo» (Levitsky & Way, 2010).
En ese sentido, el fotógrafo sudafricano Johnny Miller ha presentado ‘Unequal Scenes’ (Escenas desiguales), un ensayo fotográfico donde busca «retratar las más desiguales escenas en el mundo de la manera más objetiva posible». En definitiva, la tendencia sigue siendo no mencionar abiertamente la violencia machista, sino más bien reconocer la violencia intrafamiliar, invisibilizando la falta de educación en esta materia, ya que, desde el lenguaje, no existe un adecuado tratamiento para este tema, situación que se ve amplificada en los medios de comunicación y publicidad, ambos de carácter masivo. Hay formas de malestar articuladas en el marco de la matriz cultural del Chile hacendal.