En Este 8 De Marzo, Abajo El Capitalismo

En otras palabras, existe una persistencia de enormes disparidades sociales y económicas en América Latina en distintas épocas, con diversos modelos de desarrollo y bajo diferentes regímenes políticos. La desigualdad económica en Latinoamérica pareciera ser una condición de larga knowledge, enraizada en la historia, instituciones y en la cultura del continente, más que en el modelo adoptado en las últimas décadas (Eyzaguirre, 2019; Gootenberg, 2004). “La historia está llena de momentos y procesos de visibilización de quiénes poseen el poder en una determinada sociedad, los que ocurren bajo el supuesto de que en el caso de producirse un daño, éste quedará impune.

En síntesis, ni muy mal ni muy bien en materias de desigualdad económica dentro de nuestra desigual región. Sin embargo, sobre este punto la académica indicó que “a través del concepto de la sociedad de la (in)visivilización estoy buscando hacer una reflexión acerca de las ambivalencias de dicho proceso de transformación tecnológico y el uso social de las nuevas tecnologías en términos de sus efectos alienantes, así como también sus posibilidades emancipantes, aunque sean parciales e incipientes. Al respecto, una de las preguntas que me estoy planteando es hasta qué punto dichas tecnologías solo están conduciendo hacia la alienación humana o pueden ser aún resignificadas a nivel social para contribuir a la transformación del orden social imperante. Quiero dejar en claro acá que estas tecnologías no las entiendo como un fin por sí mismo sino que como medios que parecieran continuar avanzando en términos de su relevancia para visibilizar e invisibilizar las relaciones de dominación y sus desigualdades sociales”. A modo de conclusión, es posible dar cuenta de un Partido Comunista chileno cuyos militantes se encuentran comprometidos con el horizonte de transformación social, pero que en su organización interna presenta una serie de problemáticas que entrampan el desarrollo de este proceso. Lo anterior responde a una serie de factores, tanto internos como externos a la organización.

Pero, este conocimiento colectivo no es posible lograrlo sin la activa intervención del estado. Crear las condiciones para ampliar la base y el contenido del conocimiento es una inversión que debe impulsarla el estado y en gran medida esto implica comprometer a las empresas a trasferir conocimiento y tecnología a empresas más pequeñas que integran las cadenas de valor para estimular la innovación y el emprendimiento. Se trata de un proyecto que integra al estado con privados, pero, si el sector privado no se interesa en ese propósito, será el estado que tome la iniciativa de emprender un proyecto industrial de largo aliento, incluso, sin tener necesariamente desde el inicio ventajas competitivas. Si efectivamente, como se plantea desde el marxismo, el estado representa un espacio para articulación de la lucha de clases en hegemonía, hoy los estados parecen estar construidos sobre la línea que distingue entre elite y pueblo. En la medida que la legitimidad del estado se ve crecientemente socavada en esta distinción –arrastrando con ello el poder tecnocrático y exponiendo sus vínculos con la elite dominante–, está pendiente proyectar el avance del poder contrahegemónico sobre el poder del estado.

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Lo anterior genera que el Partido vea como sujeto revolucionario por excelencia al trabajador, produciendo diagnósticos en base a una visión desactualizada respecto a las necesidades emergentes de reconocimiento. Su mirada parte de la thought bastante documentada de que la innovación en muchas áreas dominantes está financiada en un alto porcentaje con recursos públicos. Así lo ha mostrado Mariana Mazzucato en su libro El Estado Emprendedor, donde ahonda en el mercado farmacéutico y en el de la tecnología. Mazzucato explica que Apple invirtió menos en Investigación y Desarrollo (I+D) que otras industrias tecnológicas, porque usó lo que el financiamiento público había creado. “Es preferible una torta más chica, mejor repartida que hacer crecer la torta con los niveles de mala distribución que tenemos hoy”. Como ejemplo, Judith Butler hace referencia a la situación vivida en Estados Unidos, y el interés de Donald Trump de comprar los derechos de la vacuna que Alemania está desarrollando, lo cual fue revelado por el ministro de Salud alemán.

Porque ‘el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral’ y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales” (EG, n° 103). Sin duda, las desigualdades internas al interior de la Iglesia mellan su credibilidad; dificultan que ella pueda tener una palabra profética más convincente en relación a las desigualdades o inequidades en la sociedad, promoviendo así un Reino de justicia y equidad. Por otra parte varios países junto con reducir el empleo, los salarios y las prestaciones sociales en el sector público han acelerado las privatizaciones de actividades como los aeropuertos, los correos, el agua y la energía. En Grecia, la Troika exigió, en el 2013, incluso, el cierre de la Televisión Pública, ERT[1], uno de los iconos de la democracia griega. Además algunos países han introducidos cambios constitucionales (caso español) para que el presupuesto fiscal tenga el visado de organismos supra-nacionales disminuyendo aún más la falta de soberanía nacional en las decisiones de política fiscal. En Capitalismo progresista, Joseph Stiglitz se pregunta cuáles son las fuentes de enriquecimiento de las naciones.

Los gobiernos dichos democráticos no han sido capaces de recuperar una acción en salud similar a la del SNS ni recuperar su estatalidad. Si quieres cambiar o devolver tu compra, escríbenos a o contáctanos por redes sociales. Ten a mano el comprobante que recibiste en tu correo al hacer tu compra en línea o tu boleta en caso de compras en tienda. Finalmente, es posible dar cuenta de una falla organizacional que limita los procesos reflexivos al interior del partido.

Hasta hace poco se había instalado la convicción de había aumentado fuertemente en Estados Unidos desde 1960, este hecho generó no sólo acciones de política pública, sino que también cuestionamientos respecto de la sostenibilidad de largo plazo del sistema capitalista. Se puntualizó que un sistema que conduce a una concentración cada vez mayor de los recursos no sería viable socialmente de manera indefinida. Habría que salvar al capitalismo de los capitalistas para evitar que el malestar social con el sistema echara todo por la borda. La propuesta de salud common y pública revitalizó un imaginario socialista en los Estados Unidos, uno que ahora debe esperar para hacerse realidad como política social y compromiso público en este país. El ideal ahora debe mantenerse vivo en los movimientos sociales que están menos interesados ​​en la campaña presidencial que la lucha a largo plazo que nos espera más adelante. Estas visiones valientes y compasivas que son objeto de burla y rechazo por los capitalistas “realistas”, tenían suficiente tiempo en el aire, llamaban la atención, para permitir que un número cada vez mayor –algunos por primera vez– desearan un mundo cambiado.

Al 2018, según estadísticas del INE, alcanzamos un millón de empleados públicos, con un crecimiento del número de funcionarios de un 26,3% en solo cinco años. Podemos ver que el Estado ha crecido considerablemente y no parece extraño que este haya alcanzado hoy su mayor envergadura en 30 años. Ahora bien, una vez que nos desigualdad social en américa latina hemos despojado de aquellos dos mitos superficiales en torno a la desigualdad, en esta segunda columna veremos más a fondo otros dos elementos clave respecto a la discusión de la desigualdad. Primero, su elemento persistente y condición histórica y, segundo, su relación con el tamaño del Estado y la política pública.

La actual pandemia es diferente, porque incluso en el peor de los escenarios, la pandemia de coronavirus matará a una proporción mucho menor de la población respecto de las grandes epidemias del pasado. Como resultado, no habrá escasez de mano de obra y los salarios de los trabajadores comunes no aumentarán. E incluso si la mortalidad fuera mucho mayor, como podría ser en una futura epidemia, la inteligencia synthetic desigualdad social a nivel mundial y la automatización podrían absorber parte de la escasez de mano de obra resultante y mantener bajo el valor del trabajo humano.

Sin embargo, como lo han documentado décadas de investigación feminista, los efectos del capitalismo son siempre contradictorios y el desafío está en entender cómo las jerarquías sociales operan combinadamente para sostener esas contradicciones. El sistema capitalista irá migrando gradualmente conforme se vaya agotando la capacidad de sobrevivir en medio de la destrucción que generan las guerras, los fundamentalismos y el propio ADN del sistema capitalista que conduce, sin la intervención de las fuerzas del socialismo, a la destrucción de su propia base materials y social al privilegiar el egoísmo, la codicia, la ambición y el poder. Esta forma sofisticada del poder hace posible que empresas conozcan a cada individuo hasta en los detalles más privados y puedan usar esa información para influir en sus ideas y conductas. Rescata desde múltiples bases de datos información clave que permite construir patrones de conductas reproducibles y clonar e incluso superar capacidades humanas a través de la Inteligencia Artificial. La inversión en datos, información y conocimiento conduce al desarrollo de sistemas y artefactos con inteligencia y autonomía cuyos algoritmos de funcionamiento están en muchos casos, por sobre las reglas que el mundo se ha dado – a duras penas – para mantener la actual civilización. Esas megaempresas hoy funcionan como cualquier entidad privada y contratan mano de obra super calificada con los más altos salarios.

Pero esas reformas por vía institucional, tienen que encaminarse en la dirección de un Estado social y democrático de derechos. Es decir, que las condiciones básicas que la civilización de hoy le puede dar a las personas, sí estén garantizadas en nuestro ordenamiento institucional. Eso significa derechos sociales garantizados que son, en consecuencia, universales y de los cuales el Estado democrático tiene que hacerse  responsable. Se ha comentado y divulgado, respecto del perfil que asumió el ex senador ya fallecido, el presidente del Senado, don Gabriel Valdés,  que él, al asumir el año ’90, proyectó su gestión desde la Presidencia del Senado,  en cómo hacer del Senado el gran sitio de los acuerdos; y esa concept quedó hasta ahora.

Pero lo más perturbador de su documentado análisis, que considera miles de años y distintas sociedades y continentes, consiste en que la violencia y algunas desgracias han sido el gran factor que ha contribuido a nivelar las desigualdades emergentes a lo largo de la historia. En efecto, la civilización no se ha prestado para nivelaciones pacíficas en sus años de existencia. Al contrario, en épocas de estabilidad, las desigualdades no han hecho más que aumentar hasta niveles que acaban siendo insostenibles, al punto de desembocar en asaltos igualitaristas abruptos.