Este es el caso de Colombia, donde solo de manera reciente ha considerado la relevancia de enfocar su sistema hacia la atención primaria, y ha formulado un nuevo modelo de salud (2016 y 2019) con enfoque familiar y comunitario. En él, el médico familiar figura como el eje del sistema para superar un modelo de salud centrado en el hospital, en el especialista y en la fragmentación de la atención, el cual predominó durante muchos años en el país[41],[42]. El conflicto ha dañado o destruido sistemas esenciales de agua, saneamiento y salud en la Franja de Gaza, y ha limitado la capacidad para tratar la desnutrición grave.
Según la OMS, 1,eight millones de personas mueren cada año a causa de esta enfermedad diarreica[33], y adicionalmente perpetúa factores que conllevan a desnutrición crónica[34]. Es así como fueron necesarios varios años de investigaciones hasta llegar a conceptualizar lo que llamábamos «el mal oculto» (3). Una identidad patológica que a pesar de su elevada incidencia, para la mayoría pasaba desapercibida. Sus síntomas, erróneamente atribuidos a factores genéticos y sociales adversos que se aceptaban como inherentes a la realidad social de los tiempos y por ello, no eran considerados en las estrategias de desarrollo económico y social. Se trataba de la desnutrición crónica, que junto a la pobreza, impactaba negativamente a la población infantil, provocando una elevada mortalidad temprana y daños posteriores permanentes en los sobrevivientes.
Si miramos los gráficos del Minsal vemos que la obesidad ha ido progresivamente aumentando”, advierte. Y destaca particularmente un incremento importante de la obesidad severa en los niños de todas las edades. También piensa que la minuta de la Junaeb que se siguió aplicando no se adaptó a los cambios de estilos de vida y al aumento del peso en los niños. “De repente tenías una minuta de tallarines con croquetas, un exceso de carbohidratos”, cube.
Todo ello se acompañaba de diversas alteraciones bioquímicas, neurofisiológicas, metabólicas y bioeléctricas del tejido cerebral, que finalmente se traducían en menor rendimiento de las capacidades intelectuales (37). Pacheco, vocera de Unicef, advierte que el principal desafío que enfrenta el país “es disponer de una política de protección social que aborde la pobreza de manera integral y conforme a la etapa del desarrollo en que niñas, niños y adolescentes se encuentren”. Y agrega que dicha intervención debe ser accesible para todos los grupos, “ya que la evidencia científica es contundente respecto de las implicancias positivas que tiene en el desarrollo infantil y adolescente llegar a tiempo y con prestaciones de excelencia”. Desde Unicef afirman que “es importante que se entienda que el problema de la pobreza infantil tiene particularidades propias de la etapa del ciclo de vida de este grupo, que va desde la gestación a los 17 años. Durante esta etapa las personas tienen necesidades de desarrollo que, si no son abordadas de manera oportuna y pertinente, pueden traducirse en situaciones de inequidad que persistan hasta la adultez, propiciando la reproducción intergeneracional de la pobreza”.
Una expresión de este fenómeno es el resurgimiento de las ollas comunes que, mediante acción colaborativa vecinal, han permitido a cientos de familias alimentarse y sobrevivir en el día a día. Primero, mayor asociación hacia la obesidad porque si hay bajo presupuesto, se compran alimentos más baratos, que son los que tienen más azúcares o grasas saturadas. Pero si la comida de la olla no alcanza para todos, te vas para el otro lado (desnutrición) porque vas a bajar la ración y caes en menor suministro de alimentos”, analiza Francisco Pérez, director del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (INTA).
Además, los niños desplazados y sus familias no pueden mantener los niveles de higiene necesarios para prevenir enfermedades, dada la alarmante falta de agua potable y saneamiento, y muchos recurren a la defecación al aire libre. Mientras tanto, los escasos hospitales que funcionan están centrados en atender al elevado número de pacientes heridos en el conflicto, por lo que no pueden tratar adecuadamente los brotes de enfermedades. Miles de niños y niñas han muerto ya a causa de la violencia, mientras que las condiciones de vida de los supervivientes continúan deteriorándose rápidamente debido al aumento de los casos de diarrea y de la pobreza alimentaria entre la población infantil, dos factores que agravan el riesgo de que se produzca un incremento en el número de muertes infantiles. Actualmente, según el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo de la Organización de las Naciones Unidas, nuestro país presenta un 15,6% de inseguridad alimentaria (moderada o severa), que impacta a 2,9 millones de personas que, en la práctica, no tienen acceso regular a alimentos para una dieta nutritiva.
Se trataba de una intervención lumínica, a cargo del estudio de diseño Delight Lab, que buscaba visibilizar una realidad incipiente en nuestro país. Por esa fecha, en la comuna de El Bosque, los vecinos salían a protestar pidiendo ayuda porque no tenían qué comer. “Estamos con una situación de hambre y de falta de trabajo muy compleja”, decía el alcalde de la comuna, Sadi Melo. Así, distribuyeron cajas de alimentos para apoyar a las familias, mientras que en los territorios, comenzaban a proliferar con fuerza las ollas comunes. Agregó que el sobrepeso de los niños y niñas no solo está determinado por la cantidad de alimento que ingieren, sino por la baja calidad nutricional de los productos que consumen y el disminuido gasto energético que genera estar en cuarentena.
Si bien la construcción de la arquitectura cerebral es dependiente del programa genético, no así las interconexiones neuronales finas que se establecen durante su desarrollo, especialmente durante el primero y segundo año de vida. Es a ese enorme cableamiento interneuronal, que se debe el rápido crecimiento del cerebro durante los primeros dos años de vida, como también su plasticidad. De este modo se ha ido conociendo la correlación existente entre la genética y el medio ambiente, que en definitiva condiciona la funcionalidad cerebral. Es la constante recepción de estímulos sensoriales, emocionales, verbales y no sensoriales, los que en buena medida van condicionando el adecuado establecimiento de la fina purple neuronal (36,37). No solo considera los pocos recursos económicos, sino también en la producción de efectos negativos sobre la salud, teniendo en cuenta las malas condiciones ambientales en las que se desarrollan los seres vivos que en el futuro genera limitaciones funcionales, bajo desempeño y menos oportunidades laborales[2]. Para cientos de millones de personas en situación de pobreza, el gasto en alimentación supone más del 75% de sus ingresos y muy a menudo se ven en la obligación de ayunar[30].
En Colombia, el desempleo continúa teniendo una de las más altas tasas de Latinoamérica, entre otros aspectos porque presenta inequidades por sexo, grupos de edad, zonas y clases sociales. Sin embargo, se asocia a menor remuneración salarial predominantemente en zona rural o personas que pertenecen a los estratos socioeconómicos más bajos, por lo que suele vincularse a menor nivel educativo. También se le ha identificado como una de las principales barreras para alcanzar mayores niveles de crecimiento económico[32],[37]. El acceso económico se outline como “la posibilidad que tiene una familia o una comunidad para obtener, comprar o alcanzar los alimentos necesarios para satisfacer sus requerimientos nutricionales de forma permanente”[36].
Todos en América Latina y el Caribe pueden contribuir, desde los gobiernos hasta la industria alimentaria, desde las autoridades escolares hasta los padres”, dijo Bernt Aasen, Director Regional de UNICEF para América Latina y el Caribe. El diagnóstico se fundamenta en la adecuada valoración clínica y en la calificación nutricional.