Preocupa en el mundo entero y ha sido objeto de atención tanto desde el ámbito político, el académico y el eclesial. Obviamente, dada la complejidad de la cuestión aquí abordada, de las distintas aproximaciones disciplinares e ideológicas en juego, el esfuerzo aquí realizado no puede ser sino limitado. Por otra parte, dado el contexto en el que se ha agudizado la discusión sobre las desigualdades, el vínculo con la violencia no puede ser soslayado. Es indudable que la pobreza y las desigualdades sociales no surgieron en el país en la década de 1880, como tampoco han desaparecido en la moderna realidad del Chile actual.
Si fue a la universidad, después trate de estudiar un postgrado y eso va a significar mayor salario’. A esta altura, también con los datos de la Casen de esta década, lo que se da en Chile es una alta variabilidad, no hay garantías. Es algo que los investigadores están constatando que es mundial, es decir, efectivamente tenemos generaciones jóvenes más preparadas que antaño, que sus padres, en el sentido de que tienen mayor escolaridad, pero eso no se condice con mayor ingreso, con mayor salario”. Sus conclusiones acerca de la distribución del ingreso hacen referencia a que “el núcleo del modelo de desarrollo chileno es el crecimiento económico; el crecimiento económico iba a distribuir esa riqueza en la población, lo que se conoce como chorreo o derrame.
En concreto, se culpabiliza a las personas pobres de su contexto a la vez que se percibe que las personas más ricas se han esforzado para conseguir su situación privilegiada. Además, algunas personas pueden no ser conscientes de los beneficios de la redistribución o no entender el potencial impacto positivo de algunas políticas públicas. Otra razón para la falta de apoyo a estas políticas es que los individuos generalmente subestiman los niveles reales de desigualdad porque no conocen la acumulación de riqueza de las élites. Por último, también se desconfía de la capacidad de los gobiernos para redistribuir de forma eficaz los recursos materiales que produce una sociedad (Brown-Iannuzi et al., 2015). Si bien es cierto que bajo las políticas neoliberales impulsadas en dictadura y mantenidas en su mayoría durante los 30 años de democracia se ha reducido la pobreza por ingresos, también es cierto que ese mismo modelo ha generado que en Chile la riqueza esté muy mal distribuida y altamente concentrada.
El principal mensaje es que la desigualdad es, a fin de cuentas, una decisión política. Aun cuando caracterizar y cuantificar la desigualdad de poder es una tarea más compleja, tal desigualdad puede tener expresiones muy concretas en el funcionamiento de las democracias. Añadió que, en el tema sanitario, es importante que se realicen vacunaciones masivas contra el Covid-19 al momento que se presente la vacuna contra el mortal virus, por lo que debe ser una prioridad de los gobiernos. En el diálogo en línea sobre la pandemia de Covid-19 organizado por Casa América Catalunya, ambos parlamentarios compartieron la opinión que el multilateralismo y la cooperación son componentes necesarios en la búsqueda de soluciones a los graves problemas que ha causado la emergencia sanitaria mundial.
La COVID-19 también pone en riesgo los escasos avances que se han conseguido en materia de igualdad de género y derechos de las mujeres durante las últimas décadas. Prácticamente en todos los ámbitos, desde la salud hasta la economía, desde la seguridad hasta la protección social, los efectos de la COVID-19 han agravado la situación de las mujeres y las niñas simplemente como consecuencia de su sexo. Además de rescatar los valores de Jesús como lo hizo Pablo, es ne cesario, en tercer lugar, considerar una y otra vez qué sistemas de eficacia pueden contribuir a hacerlos posible.
La desigualdad educativa es provocada por las diferencias en las oportunidades formativas que afectan las condiciones de vida a futuro. La educación es un derecho, pero no todas las personas tienen el mismo acceso a la misma calidad. Si bien, desde la recuperación de la democracia Chile ha logrado importantes avances en términos institucionales y en la superación de la pobreza4, a la siga de un crecimiento económico sostenido, poniéndolo en primer lugar en la región; sin embargo, el progreso alcanzado no al canza a todos por igual.
Al mismo tiempo, las desigualdades sociales, políticas y económicas han amplificado los efectos de la pandemia. La Araucanía, la segunda región más desigual del país, sigue en la lista como la séptima región con mayores niveles de conflicto, según al informe de COES (Figura 1). Desde hace algún tiempo se instaló el discurso de que la desigualdad social, es decir, la diferencia de ingresos entre ricos y pobres period -y es- el principal problema de Chile. Algunos decían que fue una de las causas desigualdad social por la globalizacion más importantes del 18 de octubre y que los últimos 30 años habían contribuido a ese problema. Estos ciclos de alza y baja pueden observarse a través de la evolución del coeficiente de Gini, el cual es un indicador que se encuentra entre 0 y 1, donde un mayor número indica más desigualdad en la dimensión de los ingresos. Llama la atención que en ningún período de nuestra historia el coeficiente haya estado en un nivel comparable a los que muestran los países actualmente más desarrollados (figura 1).
Lamentablemente en la versión 2020 no se cuantificó la pobreza multidimensional dada la dificultad metodológica de la investigación en pandemia, por lo que aún no vemos su efecto en esas otras áreas. El mismo informe de la Casen 2020 indica también que el 10% de las personas más acomodadas recibió ingresos 416 veces mayores a los que obtuvieron los hogares del 10% más pobres. Aseverando que la desigualdad va más allá de los ingresos y sigue sin resolverse desde octubre del 2019 hasta ahora. “En términos de las desigualdades estructurales y decir que parte de la tarea del gobierno actual es intentar resolver algunos de esos temas más estructurales o empezar a resolverlos”. Sumado a lo anterior, atendiendo a la digitalización y el contexto actual, realizamos publicaciones que constantemente apoyan la educación en derechos humanos y/o la contención emocional en tiempos de disaster a través de recursos descargables. En el 2017, el Congreso chileno aprobó la nueva Ley de Educación Pública, que tiene como objetivo transferir los servicios de educación pública de los gobiernos municipales a nuevas agencias locales de educación para conformar un nuevo sistema nacional de educación pública.
Según investigadores de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) la mediana de las tasas de reemplazo en nuestro país es del 34%, lo que en la práctica se traduce en que la mitad de los jubilados recibe pensiones inferiores a un tercio del promedio de sus diez últimos salarios. Esta cifra sube a 45% si se incluye en el cálculo el Aporte Previsional Solidario instaurado en el primer gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, pero aún así posiciona a Chile muy por debajo del promedio de tasa de reemplazo de los países de la OCDE (58%) y de los países de la Unión Europea (60%). El 1% más rico de Chile, durante los últimos 50 años, ha recibido entre el 17 y 26% de los ingresos del país. ¿De qué manera esta concentración de ingreso determina la posibilidad de acceder a espacio… Según los indicadores globales de desigualdad de género del PNUD, Chile ha acortado la brecha de la participación femenina en profesiones relacionadas a la ciencia y tecnología (STEM), llegando a un 0,19, la más baja en comparación al resto de los países Ocde. No obstante, en investigación, liderazgo en empresas y financiamiento no han mejorado los índices de manera importante.
Es reconocer que son seres humanos y titulares de sus propios derechos, al igual que los adultos. Las capacidades de las familias para llevar a cabo su cometido educativo no están equitativamente distribuidas, puesto que la pobreza, el nivel educacional de madres, padres o cuidadores, y su capital social influyen en el desarrollo y el desempeño escolar de niñas, niños y adolescentes. Para hacer seen este problema, desde Good Neighbors Chile hemos preparado una recopilación de datos alarmantes sobre la desigualdad educativa y la pobreza en Chile. Benítez repara en lo peligroso en la aceptación discursiva del ‘mérito educativo’ y todo lo que eso conlleva y que acrecienta aún más el individualismo del cual es prisionera nuestra sociedad.
La Convención sobre los derechos del niño/a ha sido ratificada por 196 Estados Parte de la Convención. Ha sido uno de los tratados sobre derechos humanos que más rápidamente ha sido ratificado y a la que más países se han adherido. Uno de los Estados que aún no ha ratificado la Convención, pero que ha expresado su intención de hacerlo, es Estados Unidos. La desigualdad dentro de los países y entre estos es un continuo motivo de preocupación. A pesar de la existencia de algunos indicios positivos hacia la reducción de la desigualdad en algunas dimensiones, como la reducción de la desigualdad de ingresos en algunos países y el estatus comercial preferente que beneficia a los países de bajos ingresos, la desigualdad aún continúa. Entonces si se crean estrategias desde el Estado, sus programas podrían ser replicados a nivel regional y lograr cambios muy interesantes.»
En relación con la salud, si bien se destaca en las mediciones internacionales la calidad de esta, es un hecho que los chilenos pagamos mucho por ella, acceder de forma oportuna a la salud resulta ser un privilegio y no un derecho social universal como debiese ser. Según la OCDE Chile es el tercer país –entre sus 36 miembros- en el que los ciudadanos gastan más de su bolsillo para acceder a la salud. Mientras el “gasto de bolsillo” promedio entre los países OCDE es de 20,6%, en Chile esta cifra llega al 35,1%. Además de las brechas en la distribución de la riqueza, desigualdad social en la globalizacion este crecimiento desigual no ha ido aparejado con el desarrollo de un estado de bienestar que esté a la altura de las necesidades. El país tiene un estado de bienestar extremadamente reducido y una mercantilización de los servicios básicos extremadamente elevada que ha llevado a la mayoría de los chilenos, no solo a la clase media, a gastar altas sumas de dinero y endeudarse para acceder a la salud, educación y a la seguridad social. Adoptando una perspectiva microsocial, este libro se pregunta cómo los individuos experimentan esta desigualdad en sus vidas.