Sin políticas públicas que transformen la relación de desigualdad entre el 1% más rico y la clase trabajadora, en el futuro a las personas no les quedará más que seguir insertándose en empleos informales, de baja calidad y viéndose forzadas a endeudarse para pagar deudas. Situación que, como hemos visto, adquirirá formas específicas de violencia contra las mujeres, madres a cargo de hogares monomarentales, mujeres de 60 años y más, y otros grupos marginalizados de la población. Pese a la igualdad formal que impone el Estado, con el despliegue del capitalismo aumentan las desigualdades reales. La pervivencia del sistema exige a la larga controlarlas en términos razonables, pero la eficiencia del orden productivo demanda una creciente división del trabajo que conlleva una cada vez mayor desigualdad social. El derecho, una de las columnas en que se apoya el Estado, garantiza una igualdad formal, pero la división del trabajo, fundamento último del sistema productivo, en las condiciones propias del capitalismo, trae consigo una desigualdad social que va en rápido aumento.
Sobre el financiamiento de las campañas políticas, declaró que la transparencia es la regla número uno en esta materia, y que el foco no debiera estar en poner límites generales a la recaudación de cada campaña, sino que debiera ponerse un límite por individuo. Segundo, en una economía avanzada, las personas educadas y aspiraciones son una parte grande y muy políticamente comprometida de la población. Estas personas tenderán a votar por partidos y personas que consideren económicamente competentes. La Vicerrectoría de Relaciones Institucionales y Vinculación con el Medio (Vrim), que forma parte de la Red Temática de la Patagonia, se encuentra realizando durante esta semana un encuentro del grupo de investigación en Sociología de dicha organización, en el marco del cual se realizó el taller sobre Capitalismo, teoría social y Landnahme (expansión capitalista). Qué es lo que está implícito en lo que estoy diciendo, que mientras estaba la amenaza comunista, el capitalismo era capaz de introducir reformas profundas y de fondo que enfrentaban los temas de la desigualdad.
Es preciso advertir que incluso los países más igualitarios exhiben algún grado basal de desigualdad vinculado a la división del trabajo, la que requiere pagos diferenciados acorde a la complejidad de las ocupaciones o para el fomento de actividades que están sujetas a un considerable nivel de riesgo, como la innovación y la labor empresarial. Asimismo, la búsqueda de la igualdad no supone eliminar la diversidad de valores, preferencias y capacidades que nos distinguen como personas. En términos de propuestas para el futuro, los libros de Piketty, Stiglitz y Collier son generosos, aunque de todos los autores referidos en este artículo, solo Piketty es quien habla de una “superación del capitalismo”.
Además, es distinta la desigualdad que generaron los bonos de Wall Street durante la disaster subprime que la que produjo el desarrollo del iPhone en Silicon Valley. Fue a lo largo de estos años que se pusieron en marcha una serie de movimientos sociales que transformaron la cuestión social en un problema que afectó no sólo a los trabajadores sino a todo el país. Desde entonces, surgieron a la luz pública una serie de innumerables escritos, ensayos, artículos de prensa y tesis de grado que comenzaron a analizar sus causas y motivos, además de las posibles alternativas de solución. Esta amplia gama de debates políticos e ideológicos pueden resumirse en tres grandes corrientes. De estas incertidumbres sólo se salva un grupo que –dependiendo de la dimensión que se considere– oscila entre el 20% y el 5% de más altos ingresos.
Todos los estudios son relativamente consistentes y sugieren que los individuos en el 1% más rico reciben entre un cuarto y un tercio del ingreso nacional. En cambio, podemos señalar brevemente que, en el contexto latinoamericano, de modo sinodal y colegiado, la Iglesia de la región puso gran atención en las “desigualdades”, en explicit, en aquellas que calificaba de “injustas” o “excesivas”. Más aún, podemos decir que hace más de cincuenta años dichas desigualdades fueron consideradas como el issue que más atentaba contra la paz y el desarrollo integral de América Latina. Para un desarrollo más pormenorizado este delicado asunto, me permito remitir a mi investigación teológico-cultural publicada recientemente, con ocasión del 50° aniversario de la Conferencia de Medellín (Verdugo & Arellano, 2019). Si bien, desde la recuperación de la democracia Chile ha logrado importantes avances en términos institucionales y en la superación de la pobreza4, a la siga de un crecimiento económico sostenido, poniéndolo en primer lugar en la región; sin embargo, el progreso alcanzado no al canza a todos por igual. La desigualdad en términos de ingreso también lo pone en los primeros lugares del rating latinoamericano5.
[5] Datos de las participaciones en el ingreso del uno por ciento basados en información tributaria en otros países de la región Latinoamericana no están aún disponibles , aunque es sabido que la región tiene altos índices de desigualdad de ingresos a nivel internacional, (Gini promedio alrededor de 50 por ciento). El capitalismo es sin duda el mejor desigualdad social a nivel mundial sistema económico, tal como la democracia es el mejor sistema político. Los dos han trabajado bien en las democracias capitalistas avanzadas por mucho tiempo, con cada uno compensando las debilidades y reforzando las fortalezas del otro. Argumenta, por ejemplo, que las reformas económicas de Margaret Thatcher y Ronald Reagan fueron éxitos rotundos.
Sobre la actual disaster del capitalismo, aseguró que hoy son los profesores de las escuelas de negocios quienes deben defender la integridad del capitalismo. “Si queremos mantener las escuelas de negocios, debemos asegurarnos de que el sistema capitalista se mantenga a salvo, de lo contrario, seremos los primeros que perderán. Los autores argumentan que la economía del conocimiento seguirá dependiendo de clusters inmóviles de seres humanos con las habilidades adecuadas. Éstos, a su vez, serán suficientes en número para sostener una democracia y subordinar a las empresas a la voluntad de un Estado facilitador. Las clases descontentas de hoy son, en la opinión de los autores, un problema para la democracia y no una amenaza a ella.
En otras palabras, tendríamos que aceptar un mundo social y económico en el que es radicalmente inaceptable que algunos tengan acceso a una vacuna que puede salvarles la vida cuando a otros se les debe negar el acceso, porque no pueden pagar o no pueden tener el seguro que pagaría o porque carecían de visa o de estatus legal. Desiguales destaca el rol que le cabe a la política pública en igualar el acceso a los servicios sociales, reducir la concentración del ingreso en el 1% más alto y romper el vínculo entre el dinero y la influencia en las decisiones públicas. OECD (2012) postula la necesidad de reformas tributarias que combinen ajustes en impuestos (algunos hacia la baja, otros al alza) con políticas de subsidios al trabajo de los sectores de menores ingresos. Siguiendo al texto Desiguales y a la OECD (2012), se necesita reducir las brechas que existen en la estructura productiva de la economía chilena, que se expresan en circuitos diferenciados de productividad, competencias laborales, salarios y estabilidad en los empleos. Entre las políticas a considerar destacan las que mejoran la productividad vía capacitación, aumentan la participación laboral femenina y reducen las prácticas discriminatorias en el mercado del trabajo; así como un fortalecimiento de todos los niveles del sistema educativo. Datos de Banco Mundial (2016) muestran que los países que presentan una mayor diferencia en los ingresos tienden a presentar un menor grado de movilidad intergeneracional.
Con mayor dramatismo aún el capitalismo no tiene respuesta para lo que será la civilización futura como sistema económico social. Las críticas al trabajo de Piketty, que han sido tan abundantes como los elogios, se clasifican en tres tipos. El coeficiente de Gini ha aumentado en varios países desde los años 80 desigualdad onu, pero, al mismo tiempo, el acceso a servicios básicos y tecnologías y las expectativas de vida han mejorado mucho, beneficiando proporcionalmente más a los pobres.
Y ahí estaba la familia, yo vi por televisión una familia que decía «yo planifiqué este fin de semana largo en el mes de febrero». O sea, la desigualdad ha ido conduciendo a un resultado horrible, que se entiende que el abuso puede quedar impune, porque son tales los niveles de desigualdad, que aquéllos que son abusados, ni siguiera van a tener la posibilidad de reclamar. Clara Zetkin declaró en 1923 que el fascismo está profundamente enraizado en las disaster económicas del capitalismo y la proletarización amplias clases pequeño burguesas.
Estas visiones valientes y compasivas que son objeto de burla y rechazo por los capitalistas “realistas”, tenían suficiente tiempo en el aire, llamaban la atención, para permitir que un número cada vez mayor –algunos por primera vez– desearan un mundo cambiado. Esperemos que podamos mantener vivo ese deseo, especialmente ahora que Trump propone en Semana Santa eliminar las restricciones a la vida pública y las empresas, y liberar el virus. Él apuesta que las ganancias financieras potenciales para unos pocos compensarán el aumento en el número de muertes que se predicen claramente, lo cual él acepta y se niega a detener –en nombre de la salud nacional–. Así que ahora aquellos con una visión social de la atención médica common tienen que luchar contra una enfermedad a la vez moral y viral trabajando en una mutua unión letal. Más allá de las diferencias de ingresos, la desigualdad socioeconómica se manifiesta en otras dimensiones de la vida de las personas.
El sistema tributario ha cumplido un rol importante en llevarnos a donde estamos. En la primera parte de esta reveladora serie sobre nuestro sistema tributario, los autores argumentaron que la forma en que recaudamos es resultado de un contrato social impuesto “que no le da un rol importante al Estado ni a la equidad”. En esta columna, sostienen que ese Estado mínimo es una decisión política para que los sectores de más altos ingresos tengan un sistema tributario que los beneficie. “Son decisiones políticas las que han transformado la globalización en desigualdad”, argumentan.
Es indudable que la pobreza y las desigualdades sociales no surgieron en el país en la década de 1880, como tampoco han desaparecido en la moderna realidad del Chile actual. Cuando se habla de desigualdad, lo ordinary es pensar en la distribución de los ingresos. Chile tiene uno de los niveles de desigualdad de ingreso más altos del mundo, sin importar la forma en que se mida o la información que se utilice. La conclusión es menos clara si lo que nos interesa es la evolución en el tiempo, ya que mientras la desigualdad medida con encuestas ha disminuido (el Gini ha bajado de 0,fifty two a 0,forty seven entre 1990 y 2015), no ha sido el caso si nos enfocamos en los datos del sistema impositivo. Un ejemplo de esto último es cuando los gobiernos quedan satisfechos con diseñar políticas públicas para entregar bonos a mujeres empresarias de regiones o bonos por hije a mujeres mayores de 60 años. La lógica detrás de estos programas “con sensibilidad de género” es que una mujer en el extremo sur está más oprimida que una mujer santiaguina o que una mujer madre de 60 años está más oprimida que una mujer no-madre de esa edad.
Aunque la pobreza ha disminuido en el país, la distancia entre ricos y pobres sigue siendo muy importante. Tanto es así, que un estudio del Banco Mundial indica que un tercio del ingreso generado por la economía chilena en 2013 fue captado por el 1% más rico. Por ello, es relevante considerar este aspecto como una verdadera traba al desarrollo, cuando se bloquean las oportunidades y se traduce en un acceso poco equitativo al poder político y económico. Con todo, los factores que generan un incremento en la desigualdad son múltiples e incluso hay algunos consecuencia de evoluciones deseables en la sociedad. El acceso extendido de la mujer al mundo del trabajo y la educación universitaria se encuentra entre estos. Como expone Branko Milanovic, hombres y mujeres acostumbran a emparejarse con personas de un estatus similar al suyo.