La desigualdad, sobre todo aquella que hiere la convivencia humana, no es un problema que inquieta solo a la sociedad chilena. Preocupa en el mundo entero y ha sido objeto de atención tanto desde el ámbito político, el académico y el eclesial. Obviamente, dada la complejidad de la cuestión aquí abordada, de las distintas aproximaciones disciplinares e ideológicas en juego, el esfuerzo aquí realizado no puede ser sino limitado. Por otra parte, dado el contexto en el que se ha agudizado la discusión sobre las desigualdades, el vínculo con la violencia no puede ser soslayado. “En relación a las sociedades capitalistas constato que dicho orden ha generado estructuras sociales, instituciones y prácticas de (in)visibilización que sistemáticamente han contribuido a la producción y reproducción de relaciones de dominación y desigualdad social.
¿Las tensiones que atraviesan hoy a nuestras sociedades tendrán como resultado una nueva vuelta de timón en la historia del capitalismo? Pero tiene un precio moral, y nos empuja a perseguir el éxito materials como objetivo ultimate. En Occidente, el capitalismo liberal cruje bajo las tensiones de la desigualdad y el exceso capitalista. En China, el capitalismo político, que muchos afirman que es más eficiente, es también más weak a la corrupción y, cuando el crecimiento es lento, a los disturbios sociales. En cuanto a los problemas económicos del Sur world, Milanovic ofrece un plan creativo, aunque controvertido, para la migración a gran escala. Por otra parte, este es el grupo que ha ganado más durante los últimos 30 años de creciente desigualdad.
Para ambos sectores, la cuestión social fue el resultado de un conflicto de clases, un problema estructural de la sociedad nacional, afectada por la falta de desarrollo económico, la explotación laboral, la inflación y la carencia de ayuda estatal hacia los más pobres. Por consiguiente, los dardos apuntaron al Estado y a la necesidad de regular el sistema de libre mercado que rigió en el país, a través de una adecuada legislación social que promoviera y asegurara el progreso y adelanto material calidad de vida y pobreza de todos los sectores. En lugar de una descripción de los mecanismos funcionales de la burocracia china, Milanovic nos ofrece un contraste metahistórico entre “la vía occidental hacia el desarrollo” y la china. Siguiendo al economista Giovanni Arrighi, sostiene que el capitalismo occidental, antes de volverse liberal y meritocrático, prosperaba “en todas las situaciones, ya fueran de conquista, de esclavitud o de colonialismo”, lo que “hacía que el modelo europeo fuera agresivo y belicoso”.
La ciudadanía quiere mayoritariamente que el Estado se haga cargo de un conjunto de temas claves para la sociedad, mientras que la elite económica, por el contrario, prefiere un Estado que no asuma tal responsabilidad. ¿Cómo se relaciona la desigualdad con el estallido social que vive Chile desde octubre de 2019? En este texto abordo esta pregunta tratando de ser riguroso y apegado a los hechos, pero consciente de que, más allá de lo bien que podamos caracterizar tanto la desigualdad como el estallido social, establecer una relación entre ambos fenómenos es un ejercicio eminentemente especulativo. Todo esto es razonablemente conocido a partir de una serie de jeremiadas recientes, que lamentan la desigualdad rampante y la aparente incapacidad de la democracia para domar lo que solía llamarse “el poder del dinero”. Paradójicamente, en este relato, se puede decir que el capitalismo ha logrado el objetivo del comunismo de instigar a la extinción del Estado, que se ha reducido, en la visión de Milanovic, a “el Consejo de Administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa” (para tomar prestada una frase de Marx y Engels). CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Es tarea de todos contribuir a superar los obstáculos y aspirar a un país más justo, próspero y solidario. [6] El mayor número de billonarios per cápita (ajustando por el tamaño de la población) se encuentra en los Estados Unidos, en tanto que la Federación de Rusia ocupa el segundo lugar. Para Stiglitz, la preocupación principal de las compañías no está puesta en proporcionar mejores bienes y servicios a través de la innovación, sino en la creación de monopolios. Pero está ocurriendo que en muchos sectores económicos no hay un número lo bastante grande de actores para que pueda hablarse de un mercado competitivo como tal.
En su estudio, Larrañaga y Rodríguez interpretan que este malestar social se relaciona con “una mayor intolerancia a la desigualdad, producto de una ciudadanía más empoderada por efecto del mismo desarrollo que ha tenido el país”. En su nueva posición estarían menos inclinadas que antes a aceptar la desigualdad en las relaciones de poder, en las relaciones sociales y las oportunidades. Un reciente estudio de Facundo Alvaredo, Claudia Sanhueza y otros, que usa datos tributarios desde 1964 hasta 2014, resaltó justamente lo extrema y constante que esa desigualdad ha sido en los últimos 50 años. No importa quien haya gobernado (un DC, como Eduardo Frei Montalva; un socialista, como Salvador Allende; un dictador neoliberal, como Augusto Pinochet, o cualquiera de los cinco presidentes desde el retorno a la democracia hasta hoy), siempre hemos estado en el high del mundo. Solo en los últimos años nos ha superado Estados Unidos y se nos ha acercado el Reino Unido (ver gráfico).
Estas instituciones son dominados por los países ricos, a pesar de que en la actualidad en la actualidad más de la mitad del PIB mundial se genera en economías fuera de la OECD (países en desarrollo y economías emergentes) como lo ha mostrado los mismos estudios de la OECD. Por otra parte, el contenido de la condicionalidad detrás de la concesión de recursos financieros por estas instituciones responde a ajustes asimétricos en que los intereses de los acreedores están muy bien representados y el de los deudores sólo son débilmente considerados, lo que facilita imponer políticas de austeridad a naciones debilitadas por el alto endeudamientos y por la crisis. “La historia está llena de momentos y procesos de visibilización de quiénes poseen el poder en una determinada sociedad, los que ocurren bajo el supuesto de que en el caso de producirse un daño, éste quedará impune.
Así, hay personas que son denigradas y discriminadas, en tanto otras desarrollan una actitud de superioridad fundada en la posesión de cargos o tenencia de dinero. [2] Esta tesis intentó generar una caracterización del capitalismo actual, utilizando para esta tarea el trabajo de Bauman (2011) el cual menciona que el capitalismo se separa en dos grandes fases. En primer lugar, una fase sólida, caracterizada por altos niveles de explotación, y en segundo lugar, una fase líquida, donde se produce una flexibilización en los modos de producción y las formas de explotación. Esto implica que el avance tecnológico y la tecnificación de los modos de producción no se expanden de forma igualitaria a lo largo del planeta, solo se masifica la explotación derivada de la transformación capitalista a la periferia.
En términos de propuestas para el futuro, los libros de Piketty, Stiglitz y Collier son generosos, aunque de todos los autores referidos en este artículo, solo Piketty es quien habla de una “superación del capitalismo”. Como aporte a este llamado a imaginar alternativas, propone un “socialismo participativo”, no centralizado, donde los trabajadores tomen parte en la gestión de sus empresas y compartan el poder con los accionistas privados. Branko Milanovic (1953) es un economista y autor serbioestadounidense especialista en el campo de la desigualdad económica. Profesor en el Stone Center on Socio-Economic Inequality del Graduate Center de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), fue economista principal en el Departamento de Investigación del Banco Mundial. Branko Milanovic (1953) es un economista y autor serbioestadounidense especialista en desigualdad económica.
Sin duda, las desigualdades internas al interior de la Iglesia mellan su credibilidad; dificultan que ella pueda tener una palabra profética más convincente en relación a las desigualdades o inequidades en la sociedad, promoviendo así un Reino de justicia y equidad. Desiguales destaca el rol que le cabe a la política pública en igualar el acceso a los servicios sociales, reducir la concentración del ingreso en el 1% más alto y romper el vínculo entre el dinero y la influencia en las decisiones públicas. OECD (2012) postula la necesidad de reformas tributarias que combinen ajustes en impuestos (algunos hacia la baja, otros al alza) con políticas de subsidios al trabajo de los sectores de menores ingresos. Esta situación, a su vez, limita las posibilidades de progreso de las sociedades, ya que se pierden capacidades de generación de nuevos negocios y otras instancias de mejora del bienestar de la sociedad. Por último, la desigualdad tiende a causar situaciones de conflicto social que, a su vez, pueden derivar en consecuencias que afectan las posibilidades de desarrollo, ya sea a través de situaciones de inestabilidad política o por el tipo de políticas económicas implementadas.
En cambio, podemos señalar brevemente que, en el contexto latinoamericano, de modo sinodal y colegiado, la Iglesia de la región puso gran atención en las “desigualdades”, en particular, en aquellas que calificaba de “injustas” o “excesivas”. Más aún, podemos decir que hace más de cincuenta años dichas desigualdades fueron consideradas como el issue que más atentaba contra la paz y el desarrollo integral de América Latina. Para un desarrollo más pormenorizado este delicado asunto, me permito remitir a mi investigación teológico-cultural publicada recientemente, con ocasión del 50° aniversario de la Conferencia de Medellín (Verdugo & Arellano, 2019). El imperativo de aislar coincide con un nuevo reconocimiento de nuestra interdependencia world algunas organizaciones sociales durante el nuevo tiempo y espacio de la pandemia.
Bajo tales condiciones, ¿cómo planteamos la pregunta de qué consecuencias tendrá esta pandemia para pensar sobre la igualdad, la interdependencia international y nuestras obligaciones mutuas? Ciertamente hay muchos otros aspectos a considerar, si se tiene en cuenta la devaluación de la institucionalidad política, el empoderamiento de las comunidades y los cambios que trae consigo la automatización del empleo y la revolución digital.
Por un lado, se nos pide secuestrarnos en unidades familiares, espacios de vivienda compartidos o domicilios individuales, privados de contacto social y relegados a esferas de relativo aislamiento; por el otro lado, nos enfrentamos a un virus que cruza rápidamente las fronteras, ajeno a la thought del territorio nacional. Pero no todos tienen un hogar o una “familia”, y un número creciente de la población en los Estados Unidos no tiene hogar o es transitorio. De manera que “el hogar” figura como un espacio de protección, pero eso difícilmente es cierto para muchas personas. En los Estados Unidos una estrategia nacional es formulada, rescindida y aparece en confusas formas públicas. Y la pregunta sobre quién vivirá y quién morirá le parece a nuestro presidente como un problema de costo-beneficio que los mercados decidirán. Una tercera tendencia, fue la corriente socialista, impulsada por sectores pertenecientes a la clase trabajadora.