«En varios países latinoamericanos, así como en Estados Unidos, un gran elemento racial (…) jugó un rol en al menos una dimensión de la desigualdad», sostiene el execonomista jefe del Banco Mundial y actual profesor de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Precisamente países como Brasil o Chile, afectados duramente por el virus, han visto a sus respectivas élites económicas, libres de todo management estatal lucrando con las desgracias de su población. Sendos informes del Banco Mundial y la CEPAL, actualizados al 30 de junio del 2020, dan cuenta de oscuro horizonte para las economías latinoamericanas, en el contexto de la pandemia mundial de Covid 19, que ha dejado a esta región del mundo como la más afectada.
Si bien la introducción de interacciones en modelos de regresión es una de las apuestas cuantitativas preferidas, este método tiene varios problemas para materializar el enfoque interseccional. Primero, las interacciones entre dos categorías son fáciles de realizar e interpretar, pero la introducción de tres o más elementos en la interacción conlleva a modelos estadísticos más complejos y con menos poder estadístico. Con cada variable nueva incluida se disminuyen los tamaños de las muestras y la posibilidad de capturar significancia en la interacción, esto descontando la enorme dificultad de hacer una correcta interpretación de los resultados.
Más allá de las diferencias de ingresos, la desigualdad socioeconómica se manifiesta en otras dimensiones de la vida de las personas. La que más rechazo provoca en la población es la disparidad en el trato y dignidad que, por ejemplo, se materializa en la atención de salud. La sociedad se fragmenta en grupos sociales que viven como si habitaran en naciones de nivel de desarrollo opuesto. Así, hay personas que son denigradas y discriminadas, en tanto otras desarrollan una actitud de superioridad fundada en la posesión de cargos o tenencia de dinero.
El panorama que nos ofrecen los gráficos de la serie 3a a 3d ratifica algunos hallazgos previos y aporta evidencia complementaria y novedosa que se aparta de lo antes visto. Ratifica, por ejemplo, la dificultad de comparar las ciudades brasileñas con las otras dos, por cuanto los municipios centrales de Rio de Janeiro y de Sao Paulo funcionan a la vez como residencia y lugar de trabajo por su amplitud geográfica (gráficos 3a y 3d). También ratifica el hallazgo del gráfico 1, vale decir, en Santiago y México los asalariados de menor nivel socioeconómico registran la mayor probabilidad de trabajar en la misma comuna, lo que no ocurre en Sao Paulo y Rio de Janeiro. A escala particular person, dos relaciones conceptuales entre la movilidad diaria para trabajar y las características laborales y socioeconómicas de los ocupados son relevantes para los propósitos de este documento. La primera se vincula con la naturaleza del vínculo laboral y la segunda con el nivel socioeconómico.
Se ha hecho evidente que algunas dinámicas, incipientes o generalizadas, en respuesta al confinamiento social y las medidas de sana distancia, no desaparecerán cuando el coronavirus deje de amenazar la salud de millones de personas alrededor del mundo, sino que pasarán a formar parte permanente de la cotidianidad. Por ello, hay por delante una ardua labor de investigación, reflexión, planificación y desarrollo de políticas públicas para incrementar el acceso a internet, equipo de computación y alfabetización digital de los sectores más excluidos de la población. La Asociación de Universidades confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL) presentó en el 2011 los resultados de la investigación “Análisis de la arquitectura de las heterogeneidades, los riesgos sociales y las políticas públicas aplicada en 9 países de América Latina”. Los países estudiados fueron Ecuador, Colombia, Uruguay, Chile, Perú, México, Venezuela, República Dominicana y Brasil.
A pesar de las similitudes los tres presentan niveles diferentes de analfabetismo o inasistencia a escuela. Chile tiene menor analfabetismo y mejor sistema educativo, Colombia está en un nivel intermedio, y Perú excluye a importantes porciones de la población. Entre los de mayor alcance están los que surgen de la mera y easy inspección de la localización de los puestos de trabajo, obtenida por vez primera con una pregunta censal. El patrón es mucho más concentrado que el de la población, y mantiene su centro de gravedad en el centro comercial histórico (BCD), aunque con ampliaciones que, en general, se alinean con el patrón de localización de los estratos altos. Pero no ocurre lo mismo con el sector servicios, por lejos el de mayor peso en la economía metropolitana reciente.
Comparados con países en desarrollo, los sistemas tributarios de Latinoamérica suelen tener una mayor participación de impuestos indirectos (al consumo), que favorecen menos la equidad que los impuestos directos (a la renta o la propiedad). «Pero esos grupos, aunque minoritarios, a menudo han sido un obstáculo para expandir los servicios universales, utilizando su poder económico y político a través de mecanismos estructurales e instrumentales». La clave aquí, señalan expertos, es contar con instituciones que permitan manejar de forma más eficiente los ingresos para impulsar el desarrollo. Sin embargo, otros países ricos en recursos naturales como Noruega o Australia escapan a los grandes problemas de desigualdad latinoamericanos. Apuntó, por ejemplo, que si bien hubo una leve reducción reciente, la tasa de pobreza de las personas indígenas en 2018 fue de 49%, el doble que la registrada para la población no indígena ni afrodescendiente.
OECD (2012) postula la necesidad de reformas tributarias que combinen ajustes en impuestos (algunos hacia la baja, otros al alza) con políticas de subsidios al trabajo de los sectores de menores ingresos. Muchos trabajos de investigación han tratado de identificar cuán importante es la relación entre desigualdad y desarrollo, y los mecanismos para explicar dicha relación. Una de las conclusiones es que ella opera vía mecanismos más indirectos de lo que se creía. Así, Daron Acemoglu y James Robinson argumentan que las brechas socioeconómicas afectan negativamente el desarrollo de los países cuando se traduce en un acceso, también desigual, al poder político; este mecanismo se relaciona con la potencial captura de rentas por parte de la élite y el bloqueo de oportunidades de desarrollo para el resto de la población. Estos ciclos de alza y baja pueden observarse a través de la evolución del coeficiente de Gini, el cual es un indicador que se encuentra entre 0 amartya sen pobreza y 1, donde un mayor número indica más desigualdad en la dimensión de los ingresos.
Aun sin que se sospechara acerca del virus SARS-COV-2, causante de la enfermedad letal, se sabía que más del 53 por ciento de la población ocupada en la región permanecía en el empleo casual y que los ingresos de millones de trabajadores no eran suficientes para su sustento. La evidencia muestra que las clases medias latinoamericanas pagan más de lo que reciben por servicios sociales como educación o salud y, como respuesta, acuden a proveedores privados, lo cual tiende a incrementar la segmentación, indicó el informe sobre desarrollo humano del PNUD. Según Stiglitz, la disputa entre colonizadores e indígenas sembró una semilla de desigualdad en Latinoamérica, así como la distribución despareja de la tierra en economías agrarias contribuyó a «la creación de algunas familias muy ricas y muchas familias muy pobres». América Latina es tan desigual que una mujer en un barrio pobre de Santiago de Chile nace con una esperanza de vida 18 años menor que otra en una zona rica de la misma ciudad, según un estudio. Esto se traduce en una explosión del desempleo, que llegaría a 44 a que se refiere la desigualdad social,1 millones de personas en la región, lo que representa un aumento cercano a 18 millones con respecto al año 2019.
La implementación de programas que condicionan el acceso a servicios básicos a la vigilancia estatal y privada ejemplifican de manera clara no solamente el hecho de que las tecnologías no son neutras, sino que impactan de forma diferenciada a distintos grupos humanos, de acuerdo a su género, al colour de su piel y a su clase social. El texto de Cuadriello Olivos ofrecen pistas que pueden ser claves para comprender el recorrido de las desigualdades y las respuestas que han emergido en los países considerados, como así también permite calibrar la fuerza con la que se instaló el modelo de políticas sociales focalizadas. Ahora bien, cabría preguntarse si esta consideración sigue vigente en la presente década.
Estos niveles aumentan si se eleva la homogeneidad socioeconómica de los espacios submetropolitanos (con la condición de que haya más de un grupo socioeconómico en la metrópolis). La escala de la SRS, por su parte, aumenta a medida que los distintos grupos socioeconómicos residen a mayores distancias entre sí1. Por ejemplo, en el departamento de Guatemala, que es el que tiene mayor cobertura, el 80% de hombres respondió que usa celular, el 47%, computadora y el 57% Internet, mientras que el 78% de mujeres usa celular, el 42%, computadora y 52% Internet. Mientras tanto, Alta Verapaz, un departamento altamente rural, es el que cuenta con menor cobertura. Lo anterior demuestra cómo las brechas de género son más grandes en los territorios rurales, y se exacerban aún más para los pueblos indígenas, cuyo uso del celular es del 21% entre los pueblos mayas, versus un 39% entre la población no indígena. Siguiendo al texto Desiguales y a la OECD (2012), se necesita reducir las brechas que existen en la estructura productiva de la economía chilena, que se expresan en circuitos diferenciados de productividad, competencias laborales, salarios y estabilidad en los empleos.
En Chile, la diferencia en escolaridad entre la región Central y la Sur era de 7% en 2002 y 3% en 2017. Para finalizar el análisis volcamos la mirada a las diferencias que hace vivir en una región u otra. En el agregado, la brecha regional es una de las más pequeñas y es parecida entre los países. En Colombia la diferencia entre la región con mayor y menor analfabetismo era de 8% en 2005 y 5% en 2018.