¿Las tensiones que atraviesan hoy a nuestras sociedades tendrán como resultado una nueva vuelta de timón en la historia del capitalismo? Una serie de libros indagan en las raíces del problema y esbozan respuestas. Que el nuevo proceso constitucional sea positivo para los chilenos (es decir, que conduzca a un crecimiento y desarrollo económico sano y sostenido a largo plazo) depende de un sistema económico que facilite el emprendimiento, el ahorro y la inversión bajo el principio de no agresión. Es hora de poner fin a la hipocresía y avanzar hacia el capitalismo constitucional. Como dijo el economista Ludwig von Mises, «todo el mundo, por muy fanático que sea en difamar y combatir el capitalismo, le rinde implícitamente homenaje al demandar apasionadamente sus productos.» Oxfam informa que 95 banerjee y duflo de las mayores empresas de alimentos y energía duplicaron con creces sus ganancias el año pasado.
Actualmente, en un contexto donde las tasas de titulación de mujeres superan a las de varones, lo común es que tanto el hombre como la mujer tengan un trabajo en los hogares más prósperos. Y los emparejamientos, siguiendo la lógica de selección por similitud, suelen darse entre personas de un mismo nivel educacional y de ingresos. Es decir, los hombres educados y ricos, que antes por lo common eran la única fuente de ingresos de sus hogares, se casan hoy con mujeres igualmente educadas y ricas. El impacto en la aceleración de las desigualdades del emparejamiento selectivo es evidente.
Y esta responde a un mayor premio al trabajo calificado, no a retornos excesivos al capital heredado. En Chile, por ejemplo, un artículo de Harald Beyer publicado en el Centro de Estudios Públicos, que utiliza la Nueva Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE, encuentra una caída significativa en nuestra desigualdad de ingresos entre 2010 y 2013, confirmando avances que se registran desde 2001. La explicación radica en el buen desempeño que ha tenido el mercado laboral. El dramático éxito del capitalismo político en Asia desde banco frances fundación 1980 podría sugerir que Milanovic cree que el capitalismo administrado por el Estado es más eficiente para lograr el crecimiento y es potencialmente un modelo más atractivo que la meritocracia liberal, especialmente en vista del rechazo del “neoliberalismo” por muchos en Occidente. Pero él es lúcido sobre los desafíos que el capitalismo político ya está enfrentando en China, donde los capitalistas privados han comenzado a resentir la autonomía del Estado, como lo hicieron sus contrapartes en Occidente antes que ellos.
Se les da vigor a las Zonas de Reserva Campesinas con planes de desarrollo de las zonas constituidas y de las que se constituyan. Se pondrán en ejecución además proyectos de integración regional y de acceso a los servicios sociales y a los mercados con el propósito de incidir favorablemente en los precios de los alimentos. Se implementarán planes de asistencia técnica y promoción de capacidades organizativas de las comunidades para garantizar el mantenimiento y la sostenibilidad de las obras. También habrá tecnificación en las diversas actividades agrarias como riego, drenaje, uso del agua, mitigación de riesgos por cambio climático, infraestructura eléctrica y de conectividad con el Plan Nacional de Electrificación Rural y el Plan Nacional de Conectividad Rural. Cuando la abrumadora mayoría de la economía es propiedad de un pequeño grupo de personas, la riqueza inevitablemente se distribuye de manera obscenamente desigual.
Ya sea porque la no resolución de un problema por mucho tiempo genere rabia, o bien porque el progreso moral de un país haga intolerable un problema que antes se aceptaba. En otras palabras, cuando se trata de niveles de desigualdad como los que vivimos en Chile, la ausencia de novedad bien puede ser una razón profunda para querer cambiarlo todo. Dicho lo anterior, no creo que la de ingreso sea la desigualdad más relevante para explicar el estallido social. En cambio, en este texto sostengo –como hipótesis– que hay dos tipos de desigualdades que están relacionadas con la desigualdad de ingreso y que tienen una relación más directa con el estallido social, a saber, la desigualdad de exposición a la incertidumbre y la desigualdad de poder. 3 En specific, mientras la primera podría explicar por qué amplios sectores de la población están tan “descontentos con el modelo”, la segunda desigualdad explicaría por qué este descontento no se canalizó de forma gradual a través de la institucionalidad política y tuvo que explotar de esta manera.
Y por eso también los países con la pobreza más baja son lugares como Dinamarca y Finlandia. En verdad, esta discusión entre pobreza y desigualdad no tiene mucho sentido en los términos que está planteada. Las sociedades que se desarrollan materialmente –como es el caso de Chile–, logran hacer pasar por sobre la línea de la pobreza a un segmento creciente de la población, pero en cuanto lo hacen, muchas de esas personas se dan cuenta que se mantienen en la misma precariedad relativa. Aunque la pobreza ha disminuido en el país, la distancia entre ricos y pobres sigue siendo muy importante.
Muchas familias habrían escapado de la pobreza, pero no de la vulnerabilidad. En su nueva posición estarían menos inclinadas que antes a aceptar la desigualdad en las relaciones de poder, en las relaciones sociales y las oportunidades. “El debate en torno a la riqueza tiende a enfocarse en las grandes fortunas del high de la distribución, pero la redistribución de la riqueza es tanto un asunto de fomentar pequeños ahorros en el 99% como de poner restricciones a los excesos del 1%”, escribió. Y precisó que la historia muestra que cuando se produce un declive de lo que se lleva el 1% (en los países de la OECD), esto se debe no solo a que el Estado cobra más impuesto a los ricos, sino también porque se expande notoriamente lo que el 99% posee. Atkinson argumentaba que lo que le está faltando a los más pobres y a las clases medias, es lo que los más ricos se están llevando cada vez en mayor cantidad.
Anthony Atkinson murió este 1 de enero y la batalla por la reducción de la desigualdad ha perdido a uno de sus mayores defensores. Porque mientras el alemán Wolfgang Streeck, el anterior entrevistado de esta serie, decía que la concentración de la riqueza ha puesto al capitalismo en un atolladero del que no se vislumbran soluciones democráticas, Atkinson creía que hoy enfrentamos grandes problemas, pero nada que esté fuera de nuestro management. Es necesario comprender que la pobreza, no es una cuestión absoluta, numérica, tampoco es una especie de ratio de autonomía, sino que es cuestión esencialmente relativa, responde a la pregunta de en qué medida cada persona participa de la sociedad a la que pertenece. De esta forma, la pobreza es desigualdad, pues se outline –tanto interna como externamente–, como una a relación de exclusión frente a los beneficios que genera una sociedad. Entre 1930 y 1970, hubo una moderación del fenómeno en el contexto de una creciente democratización del país, revertida durante la dictadura militar, cuando grandes transformaciones domésticas y de la economía mundial generaron innovaciones tecnológicas y de otro tipo que impactaron sobre la desigualdad de ingresos. En Capitalismo progresista, Joseph Stiglitz se pregunta cuáles son las fuentes de enriquecimiento de las naciones.
Actualmente, en lugar de tener grandes amigos, somos mirados con sospecha acerca de nuestras intenciones. Nuestras relaciones exteriores llegaron a un nivel de falencias y deficiencias que son posibles de sostener, pero no veo que haya posibilidad de cambio en el futuro y habría que preguntarse si somos proclives a formar parte de un proyecto latinoamericano o no. Entrevistado por Juan Pablo Cárdenas, Héctor Vega profundizó sobre el impacto del modelo neoliberal en nuestro país.
Tanto es así, que un estudio del Banco Mundial indica que un tercio del ingreso generado por la economía chilena en 2013 fue captado por el 1% más rico. Por ello, es relevante considerar este aspecto como una verdadera traba al desarrollo, cuando se bloquean las oportunidades y se traduce en un acceso poco equitativo al poder político y económico. La capacidad de readaptación del capitalismo explica, en parte, su supervivencia y superioridad. Actualmente, la complejidad del mercado, que hace depender la prosperidad de los países de su integración en redes globales de intercambio, puede restar eficacia a los intentos políticos por dar dirección a la economía. Pero el malestar generalizado y la insostenibilidad de un conflicto social de largo plazo quizás conduzcan a una nueva vuelta de timón en su desarrollo. O incluso, aunque es la opción menos probable de materializarse en un futuro próximo, a su superación.
Esas propuestas no se limitan a la estrategia clásica de aumentar los impuestos. Atkinson argumenta en su libro que atacar la desigualdad con impuestos implica actuar al ultimate del proceso de creación de riqueza, cuando los contratos se han hecho, los salarios ya se han pagado y la riqueza ya se repartió. En ese sentido, los impuestos tratan de corregir ingresos que se distribuyen cada vez peor. Y explica que, si con impuestos se quisiera retrotraer la desigualdad en el Reino Unido al nivel que tenía en los años 60, habría que subir el de la renta en un 16%, medida imposible para cualquier gobierno.
Este conjunto de obras no sólo aluden a las consecuencias prácticas de algunas de las ideas base de cada uno de los modelos económicos e ideológicos citados, sino también a diversas concepciones sobre la condición humana. Tercero, y aun si la desigualdad está bien medida y ha aumentado, ¿sabemos cómo disminuirla? Porque la propuesta de aplicar un impuesto world sobre la riqueza exige un acuerdo entre países que muchas veces no son capaces siquiera de implementar reformas propias. Se observa mayor desigualdad en Estados Unidos y el Reino Unido, pero no en Australia.
Esta comparación contrasta con el discurso de la –poco pluralista– prensa chilena, que suele poner las demandas de la ciudadanía como un ejemplo de irracionalidad, mientras que sitúa el pensamiento empresarial como ejemplo de cordura y pragmatismo. Primero, existe una distancia abismal entre las concepts políticas de la ciudadanía y de la elite económica. La ciudadanía quiere mayoritariamente que el Estado se haga cargo de un conjunto de temas claves para la sociedad, mientras que la elite económica, por el contrario, prefiere un Estado que no asuma tal responsabilidad.