Presidente de Danone- que asumir estas ideas capitalistas subversivas sirve para acercar un poco más el santo grial del mundo sin pobreza. No sólo en los 30 años desde que Yunus fundó Grameen, sino en los ocho transcurridos desde que obtuvo el premio Príncipe de Asturias. En conjunto, Grameen ha prestado más de 5.000 millones de dólares a los pobres. La concept más fantástica de las que ha tenido Yunus en la última década es la de la enorme empresa de móviles que ha creado y que, a su vez, ha generado un nuevo fenómeno, «las señoras del móvil en los pueblos».
Muhammad Yunus nació en 1940 en Chittagong, Blangladesh, el centro económico de lo que entonces period Bengala Oriental. Fundador del Banco Grameen, en 2006 obtuvo el Premio Nobel de la Paz por su contribución a la erradicación de la pobreza y a la justicia social. Yumus también fue Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998.
Queremos reducir el número de pobres a la mitad de aquí a 2015, dijeron. Crea desconfianza entre la gente, desautoriza a la ONU y cube que puede ocuparse él de todo. Y así estamos hoy, en este lío del que no sabemos cómo salir». Yunus no es solamente un visionario, y probablemente un santo; es, además, seguro, un genio. Un hombre que tuvo una thought que ha cambiado las vidas de millones de seres humanos. Y, sin embargo, no tiene esa vanidad ni esa soberbia que, muchas veces, posee a los poderosos de los que dependen miles (en su caso, millones) de personas.
Los resultados del proyecto de Yunus apoyaban la concept inicial; los receptores eran capaces de emprender pequeños proyectos tales como fabricación de cestas u otros utensilios, que les permitía mejorar sus condiciones de vida. El profesor Muhammad Yunus puso en los años 70 un proyecto de investigación para diseñar un sistema de microcréditos que pueda otorgar la posibilidad de desarrollarse a la población rural pobre de Bangladesh. Ya en 1983 crea el Grameen Bank (banco del pueblo en Bangalí), institución pionera de lucha contra la pobreza basada en un sistema que permita a los mismos pobres ser los artífices de la huida de su propia pobreza. Se le conoce como el banquero de los pobres porque, en los años 70 del siglo pasado, inició un proyecto de cariz modesto pero revolucionario, ofrecer créditos muy pequeños a las mujeres de la comunidad en la que él daba clase en una universidad de Bangladés, su país natal. Acompañado por el gerente del banco del pueblo, un joven de 25 años y ojos brillantes que me dice ayuda a los pobres que tiene un título de master en Geografía, me reúno con unas setenta mujeres -de las 4.883 a las que atiende la sucursal local- que se han beneficiado de los préstamos de Grameen, y oigo los relatos detallados de una docena de ellas.
«Después de 42 años, nuestro trabajo sigue estando en los márgenes. El microcrédito sigue siendo cosa de las ONGs, un pie de página del sector financiero», dijo el economista en una entrevista con el portal de noticias Quartz. El Grameen Bank también concebía la cesión a grupos mancomunados. El banco únicamente prestaba a uno de los miembros del grupo, haciéndolo responsable del pago, e impedía la capacidad crediticia al resto del grupo si éste no cumplía su obligación contractual.
Por esta razón, Yunus considera que «no se debe someter a las personas sin recursos a la miseria. Eso no sería propio de una sociedad civilizada». El bangladesí sostiene que si todos los bancos dieran las mismas facilidades a los pobres que al resto de las personas, «se erradicaría el problema de la pobreza». El profesor Muhammad Yunus, padre de los microcréditos, fundó el Grameen Bank orientado al desarrollo de los más pobres y que obtuvo el Nobel de la Paz en 2006. El banco de los pobres nació en Bangladesh en 1976 y fue creado por el economista bengalí Muhammad Yunus, quien recibió el Premio Nobel de la Paz en 2006 «por sus esfuerzos para incentivar el desarrollo social y económico desde abajo».
Eran cautivas de prestamistas, usureros, que les cobraban intereses inmorales, porque los bancos tradicionales no se los daban plata a los pobres, no tenían garantías, y luego las obligaban a revenderles los productos al precio que ellos imponían. Trabajaban mucho, muchísimo, ganaban apenas unas pocas monedas, víctimas del sistema de exclusión. El clic lo hizo en 1974, cuando vio morir a much bienestar social oms de compatriotas, apremiados por el hambre.
Y tenemos un sistema financiero que distribuye la riqueza en manos de unos pocos y que se basa en que cuanto más tenemos, más queremos. Por eso debemos aprovechar esta gran oportunidad que nos brinda la pandemia para crear un mundo más justo, ahora que el tren, que estaba a punto de descarrilar, se ha detenido. Lo mismo ocurre con la distribución de la riqueza global, en manos del 1% de la población.
Para Yunus, la expansión de su labor, le ha hecho pensar «en un mundo en el que no haya una sola persona pobre». Los primeros años de su infancia los pasó en el pueblo. Y «el banquero de los pobres» cree que el hecho de que los préstamos sean la forma más eficiente y sostenible de luchar contra la pobreza, puede ayudar a convencer a los gobiernos a apoyar su solución. Pero sus esfuerzos, y la popularización de los microcréditos en todo el mundo, no han dado los resultados esperados ni en materia de inclusión financiera ni reducción de pobreza. El funcionamiento de Pro Mujer tiene como base el del “banco de los pobres”, que se basa préstamos pequeños que deben devolverse semanalmente durante un año, con un interés que es prácticamente irrisorio.
Obtuvo su doctorado en economía por parte del Programa del Departamento de Desarrollo de Economía de la Universidad de Vanderbilt (GPED) en 1971.[15] Desde 1969 a 1972, Yunus fue profesor asistente de economía en la Universidad del Estado de Tennessee en Murfreesboro. «Cuando están excluidos de los servicios financieros institucionales, dependen del tendero, de prestamistas y usureros, de amigos y parientes o de guardar dinero debajo del colchón», le explicó a BBC Mundo.
A medida que se implementa la visión de Yunus de un nuevo capitalismo humano YSB maneja una incubadora de fondos para negocios sociales en países en desarrollo y les provee de asesorías a empresas, gobiernos, fundaciones y ONG. La fuerte orientación social del banco y su sistema innovador de microcrédito, llevaron al profesor Yunus y al Grameen Bank a recibir en octubre de 2006 el Premio Nobel de la Paz “por sus esfuerzos para crear desarrollo económico y social desde abajo”. En nombre de los inversionistas del banco, Mosammat Taslima Begun aceptó el premio Nobel, quien en 1992 utilizó su primer crédito del Grameen Bank por 20 dólares para comprar una cabra, y llegó a convertirse en un emprendedor exitoso y miembro del Consejo del Banco.
Por lo demás, el tema de los microcréditos fuera de la banca tradicional ha generado controversia. Esta reforma permitirá a los ciudadanos de terceros países mantener en paralelo su nacionalidad original, en lugar de tener que renunciar a ella como hasta ahora. Enseguida Yunus reflexionó acerca de la pandemia del coronavirus. Señaló que con este suceso mundial se pensó que la concentración de la riqueza disminuiría, pero eso no ha pasado. Los ricos siguen ganando y los pobres siguen perdiendo sus ingresos.
Su aspecto y su forma de actuar son los de un hombre 20 años más joven, no de sixty six, y es una de esas personas espontáneas, siempre dispuestas a reír y sonreír, que desprenden buen humor, entusiasmo, curiosidad y brillantez psychological. Yunus habla no en el último piso de su edificio, como suelen hacer los presidentes y directores generales de las grandes empresas, sino cuatro plantas por debajo de la de Nurjahan, en un despacho tan desnudo como el de ella (salvo una foto suya junto a la reina Sofía en una aldea), y también sin aire acondicionado. Lleva una camisa marrón sin cuello y tiene una juvenil mata de pelo blanco. Cargado como está de premios internacionales y doctorados honoris causa, se muestra sinceramente entusiasmado cuando le digo que EL PAÍS ha querido destacarle entre los ganadores históricos del Príncipe de Asturias. El primero es darnos cuenta de que nuestro mundo está regido por la maximización de ganancias, que se ha convertido en una religión global a la que debemos renunciar.