Un ejercicio en esa línea demostró un alto nivel de encapsulamiento de los ricos en su habitat el cono oriente, de Santiago de Chile (Rodríguez, 2007). De esta manera, si bien deben salir de su comuna para trabajar, finalmente se desplazan a zonas más bien cercanas y dentro de su nicho histórico. Así hemos completado la quinta entrega de esta serie que iniciamos con la primera edición el 2011, donde se evidencia la existencia de severas brechas territoriales en materia de salud, educación, seguridad ciudadana, ingresos, dinamismo económico e igualdad de género. Profundiza, además, sobre el rol de las políticas públicas y de las capacidades locales en la perpetuación o disminución de dichas brechas. Esta investigación pretende contribuir a profundizar la comprensión de la naturaleza de las brechas regionales o subnacionales y motivar futuras investigaciones en este campo.
Un ejemplo claro es el de las causas del rezago de la región caribe en Colombia. El modelo económico de sustitución de importaciones en Colombia, desarrollado desde los años 50s, reforzó el privilegio de la región andina y allí concentró el desarrollo industrial y el crecimiento económico, en parte porque allí se acumulaban los excedentes de la producción cafetera. Esto conllevó a mayores inversiones en educación pública, salud y vivienda en esta región, así como una mejor infraestructura para la productividad, expresada en, por ejemplo, una energía basada en hidroeléctricas, más barata, más confiable, y más eficiente que la energía térmica de la desigualdad economica en estados unidos región caribe. Las diferencias composicionales no son entonces causadas por elecciones individuales de los habitantes del caribe, que deciden o no migrar y dedicarse a otras actividades, sino por proyectos ideológicos excluyentes y economía política que limitaron allí su desarrollo (Meisel 1999, Meisel y Hahn 2020). En conclusión, si bien los tres países tienen brechas regionales similares en el agregado, el análisis desagregado por intersecciones de categorías refleja unas tendencias muy distintas. En Perú hay muy poca variación regional, incluso en las categorías en mayor desventaja, y la brecha se ha reducido a una mínima expresión en 2017.
Este continente exhibe el título de ser la región más inequitativa del mundo, incluso por sobre regiones que presentan mayores niveles de pobreza. La desigualdad es un tema clave del desarrollo latinoamericano, que cruza el debate público y académico, y que está cada vez más presente en la agenda de reivindicaciones de los movimientos sociales. Nuestra región parece estar siendo exitosa en reducir el número de familias que viven en condición de pobreza, pero no podemos decir lo mismo respecto de la brecha que separa a ricos y pobres, que no solo no disminuye, sino que ocasiones se acrecienta. A nivel mundial, diversas publicaciones recientes destacan las desalentadoras estadísticas en cuanto a la representación política inclusiva y la igualdad de género en las estructuras de gobernanza global y la diplomacia. Conscientes de que las mujeres latinoamericanas han estado invisibilizadas en las relaciones internacionales, tanto en su práctica político-internacional como en su teorización, decidimos invitar a un grupo de destacadas profesionales de varios países de América Latina para ser parte de esta publicación. Muchos de los elementos que hacen de América Latina una de las regiones más desiguales del mundo son de larga data desigualdad de oportunidades.
Y también existen otros mecanismos como analizar la concentración de la riqueza en la parte más alta de la pirámide. En América Latina el 20% más pobre de la población se queda con cerca de 4% del ingreso total, explica el representante de la ONU, mientras que el 20% más rico se queda con casi la mitad de todo el ingreso. En contraste, Uruguay ha bajado la desigualdad de manera importante a partir de 2007. «Bolivia es un país que ha redistribuido y que tiene programas universales, pero como ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos, se redistribuye menos de lo que se debería», dice López-Calva.
Aun así, no se puede olvidar la medición de la riqueza aporta elemento más allá del efecto coyuntural de la pandemia, pues también permite un acercamiento a los factores estructurales que inciden en la reproducción de la desigualdad en el tiempo. Además, el director regional del PNUD apuntó que dichos problemas no se atendieron de una manera adecuada durante la época de crecimiento de la región a principios de este siglo, por lo que ahora están interactuando con la pandemia y han hecho de Latinoamérica la región la más afectada del mundo. Desigualdad es un término que a través de la historia ha estado muy presente en América Latina.
Llama mucho la atención que para este sub-grupo en desventaja, la región hace una importante diferencia en Colombia, no tan importante en Chile y casi nula en Perú. La tasa de analfabetismo de mujeres rurales indígenas en Colombia oscila entre 14,6% y 31%; 38% y 46% en Chile y 39% y 43% en Perú, con datos de la última ronda censal. En Colombia hombres y mujeres rurales indígenas componen los 5 estratos con mayor analfabetismo, en Perú los cinco estratos con peor tasa de analfabetismo son de mujeres, four de ellos rurales y 4 indígenas. Y en Chile las mujeres rurales indígenas también constituyen 4 de los 5 estratos con menor escolaridad. En los distintos países ser mujer, indígena y rural constituye una condición de mucha desventaja. Una de las diferencias más significativas en la región es la que se da entre el campo y la ciudad (Gráfica 4).
Y además, el efecto de dichas combinaciones cambia de un país a otro y varía significativamente en el tiempo. Esta noción, que se conoce en la literatura como la interseccionalidad (Collins 2015), ha tenido una atención insuficiente en América Latina (Solis et al. 2019) y sabemos incluso menos sobre la interacción entre lo subnacional y otros atributos como género, raza y ruralidad para producir un paisaje diverso de desventajas y privilegios. Los altos niveles de desigualdad y el bajo crecimiento económico que caracterizan a la mayoría de los países de América Latina constituyen una trampa de la cual la región no ha logrado salir.
“Los datos muestran un efecto izquierda que estamos analizando ahora econométricamente”, puntualizó. Aunque muchos países latinoamericanos efectuaron transferencias monetarias durante la pandemia, ninguno de ellos amplió el seguro médico ni tomó suficientes medidas para implementar mecanismos de seguridad social universal o ampliar las coberturas a fin de garantizar que las personas más desfavorecidas estuvieran atendidas. Incluso el movimiento de protesta más reciente, emancipador y bien informado de Colombia, dirige todas sus demandas al “Estado”, al que al mismo tiempo rechaza. Pero la gran desigualdad que existe en estos países, como en el resto de América Latina, solo se puede paliar en última instancia con un esfuerzo conjunto. Décadas de privación sistemática de derechos, o al menos de falta de empoderamiento de la mayoría de la población en América Latina, han provocado obviamente una fatídica costumbre a un Estado fuerte. Y cuando el Estado fuerte ya no funciona, el llamado a un hombre o mujer fuerte no se hace esperar.
Hay países que quedaron excluidos de la la lista, porque no había información disponible en los organismos internacionales. Así es como El Salvador pasó en tres décadas de tener un índice de ingresos de fifty four, a uno de 38, la desigualdad más baja de toda América Latina. Alegan que la economía ha crecido, pero que la riqueza sigue concentrada en un sector de la sociedad, un rasgo que históricamente ha sido común en los países latinoamericanos. Los Informes Latinoamericanos sobre Pobreza y Desigualdad de Rimisp, Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, son un aporte a la discusión sobre estas temáticas desde la perspectiva explicit de la desigualdad territorial, una de las aristas menos abordadas del problema, y que impacta con especial fuerza a los sectores rurales de América Latina. Por ello, necesitamos avanzar de la cultura de los privilegios a la cultura de igualdad y la inclusión social, afirmó Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en la reunión del Foro Económico Mundial 2020 que culminó este viernes en Davos, Suiza. En el panel, también estuvo invitada la presidenta de Colegio de Antropólogos de Chile, Natalia Caniguan, para analizar la empleabilidad, cómo se configura el campo laboral y de qué manera la formación académica de antropólogo en Chile, pero también en otros países como México, está respondiendo o no a las demandas actuales.
Es fundamental reconsiderar las políticas basándose en los derechos humanos para evitar futuras calamidades en una región que, según muchos indicadores, es la más desigual del mundo. A pesar de los niveles alarmantes de desigualdad y pobreza en América Latina y el Caribe, en los últimos decenios los gobiernos no han recaudado suficientes ingresos por impuestos ni lo han hecho de una manera que permita combatir la desigualdad, ni siquiera en épocas de expansión económica. Esto ha dado lugar inevitablemente a un escaso gasto en servicios de atención de la salud y protección social —incluidos desempleo, pensiones y apoyo a la infancia—, que son indispensables para una vida digna y para defender de verdad los derechos humanos para todas las personas. En Chile, por ejemplo, los casos de colusión de firmas dominantes en mercados de bienes esenciales han significado, en la práctica, grandes transferencias de recursos desde los bolsillos de quienes menos tienen hacia la parte alta de la distribución de ingresos. Los casos de financiamiento ilegal de la política, por su parte, han dado cuenta de los canales de influencia del poder económico sobre el poder político. Aunque en menor medida que en otros países de la región, la presencia de violencia criminal, especialmente en barrios de menores ingresos en grandes ciudades, impacta ambas variables.
La descomposición Oaxaca-Blinder nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la desigualdad subnacional. ¿Existe una fuerza causal específica de la región que produce privilegios y opresiones, y que -aunque interactúe consea independiente del racismo, el sexismo y el sesgo urbano? ¿O, por el contrario, la región no tiene una fuerza causal propia, sino que es un espacio donde simplemente se expresan las discriminaciones existentes y la magnitud de la brecha es función del tamaño de las minorías, los campesinos y las mujeres? La alta porción explicada en la descomposición nos invitaría a pensar lo segundo. No obstante, mi invitación es que incluso cuando casi toda la desigualdad subnacional se explica por la composición de las regiones, existe una fuerza causal regional en acción.
Aunque los latinoamericanos dedican más tiempo a sus actividades laborales que el promedio de la OCDE, esto se ve descompensado por una enorme diferencia en los niveles de productividad. El informe hace un llamado a los gobiernos de la región para que desarrollen una estrategia dirigida a elevar la productividad y combatir la desigualdad. Las expectativas frustradas han dinamitado la paciencia de millones de latinoamericanos. Las protestas en la región más desigual del planeta se suceden a ritmo vertiginoso, de Haití a Chile; de Centroamérica a los Andes. El frenazo a millones de anhelos, el cuestionamiento de modelos económicos como el neoliberalismo, la desafección por los políticos, sin importar su ideología, son flamable común en todos los países para que se prenda una llamarada que no tiene visos de apagarse a corto plazo.
Por dicha composición en las regiones se reflejan dinámicas de racismo, el sexismo, y el sesgo rural6, que son comunes en el conjunto de la nación pero que se expresan con más fuerza en ciertas regiones en función de su número de minorías. En conclusión, la brecha étnica se agrava en la zona rural, especialmente en las mujeres, aunque en Perú se observan importantes diferencias entre etnias entre mujeres de la zona urbana también. En Perú, a pesar de la severidad de la brecha étnica, hay poca variación regional, mientras que en Colombia ésta es bastante amplia.