Libro Cuánto Vale Una Vida? O Cómo Pensar La Dignidad Humana En Un Mundo Desigual

Ya se estudió uno de sus componentes, el ingreso, por tanto, en esta sección se estudiarán otros dos, la educación y la salud. En este apartado se examina el desarrollo económico del país, evaluado a través de índices de desarrollo humano (PNUD) y el índice de desarrollo regional (Vial, 2017) y a continuación se evalúa la desigualdad social en dos aspectos muy controversiales actualmente en el país, educación y salud. Ambos temas generan constantes polémicas, protestas y levantamientos por parte de la sociedad, la cual siente la desigualdad y busca que el Gobierno doble sus esfuerzos para la desigualdad social en el mundo satisfacer estas necesidades básicas, de una manera eficiente y que beneficie a toda la población y no solo a unos pocos. Los datos regionales, como años de escolaridad promedio y analfabetismo, se obtienen a partir de la Encuesta CASEN. Los buenos indicadores a nivel de crecimiento económico de las últimas décadas en Chile, no han podido mitigar la persistente desigualdad del ingreso. Anteriormente, Soto y Torche (2004) concluyen lo mismo, demostrando que, entre 1975 y 2000, el PIB per cápita chileno creció un 5% al año, sin embargo, las regiones no se beneficiaron de igual forma.

Mientras mayor desigualdad, el IDH-D se ubicará más por debajo del IDH, siendo este el caso de Chile. Este apartado concluye que, para los períodos estudiados, los territorios en peores condiciones iniciales (ya sea por ingreso o por desigualdad del ingreso), tienden a mejorar su condición respecto de los territorios más aventajados inicialmente. Aunque era de esperar que las regiones más pobres sean las que más rápido crezcan, no es obvio el comportamiento de la desigualdad. Para exponer la situación de Chile en el mundo, la (Tabla 1) muestra una comparación con los países de mayor y menor PIB per cápita. En los últimos puestos se encuentran países del continente africano, donde el PIB por persona más bajo corresponde a la República Centroafricana, siendo tan solo 0,03 veces el de Chile.

la desigualdad humana

A partir de los años 60 «la imagen private de las mujeres estaba haciendo cada vez más énfasis en la independencia y en la confianza en sí mismas» (9). Paralelamente a los cambios económicos, cambiaron las actitudes de muchas mujeres, el trabajo de dueña de casa de tiempo completo ya no se visualiza tan atractivo, es más, se le mira como un obstáculo a su realización personal y dignidad. Sin duda todos esperamos un mundo en el que «la diferencia y la diversidad sean entendidas como fuente de riqueza para las personas» (8).

De Chile; y Alvaredo ha publicado junto a Thomas Piketty, Emmanuel Sáez y  Anthony Atkinson, autores claves en las investigaciones modernas sobre concentración y desigualdad. La medición de la desigualdad en el ingreso se ha realizado por un indicador económico que es el Gini. Estima la diferencia que hay entre una distribución real del ingreso según grupo y la distribución que se daría si todos los grupos recibieran un ingreso proporcional a su proporción en la población (todos los individuos recibieran igual ingreso). Si la distribución real es equitativa, el Gini sería zero,0, sino el Gini aumentaría hasta teóricamente llegar a 1,zero (equivale a que un individuo recibe todo el ingreso y el resto nada). Por su lado, la Región Metropolitana, como no es de extrañar, ostenta los mejores resultados junto con regiones del norte como Antofagasta y Tarapacá. Las regiones que más han mejorado su nivel de escolaridad promedio son Los Ríos, Aysén y Coquimbo, mientras que las regiones de menor avance han sido Atacama, la Región Metropolitana y Antofagasta.

Comprender esta conexión nos proporciona una nueva perspectiva sobre cómo las políticas y la sociedad influyen en el cerebro y en la salud. Es un recordatorio de que la lucha contra la desigualdad y una sociedad más justa no solo es un asunto social y político, sino que también tiene un impacto profundo en nuestra salud cerebral, mental y en nuestro bienestar a largo plazo. Para efectos de nuestro ejercicio inicial, esto implica que reducir la desigualdad de zero,forty nine a zero,43 para Chile o de 0,50 a zero,forty three para la Región Metropolitana, implica una reducción de cerca de 18% en los conflictos a nivel nacional y de 21% en la RM. Si bien esta operación aritmética no se acerca a ser una aproximación exhaustiva para comprender los determinantes del conflicto social, logra dejar ver una tendencia clara que puede entregar luces respecto a alguno de los orígenes del descontento del país. Reducir la desigualdad de zero,forty nine a 0,43 para Chile o de zero,50 a zero,43 para la Región Metropolitana, implica una reducción de cerca de 18% en los conflictos a nivel nacional y de 21% en la RM.

La mirada fría de los últimos three a 4 decenios de la historia económica nacional debe hacernos concluir que más allá de discursos y promesas, el crecimiento ha estado asentado en la desigualdad. Esta no ha sido una anomalía, sino una condición y una resultante del tipo de expansión económica de Chile. Ellas suelen sacar la cabeza sobre la superficie en tiempos de elecciones presidenciales, de encuestas CASEN, de algún informe de la OCDE o de las periódicas catástrofes “naturales”.Todas ellas ponen más al desnudo las diferencias socio-económicas del país, marcadas no solo por la pobreza sino también por la “extrema riqueza”.

A nivel de territorio chileno18, resulta interesante evaluar el IDH por regiones, lamentablemente, estos datos solo se encuentran disponibles para el año 2003 gracias al PNUD y Mideplan (2005). En la (Tabla 6) se puede apreciar que para el año 2003 los IDH más bajos correspondían a las regiones del Maule y La Araucanía, con un valor de zero,675 y zero,679 respectivamente. Resultados que actualmente podríamos comparar con los obtenidos por Bolivia y el Salvador, países con un nivel de desarrollo humano medio. Por su parte, las regiones con mayor desarrollo humano, como period de esperar, fueron la Región Metropolitana y la región de Magallanes, con resultados comparables actualmente con México y Santa Lucía respectivamente, países con alto nivel de desarrollo humano. Por su lado, mantienen su posición relativa, las regiones Metropolitana, de Los Lagos, de La Araucanía, del Biobío y del Maule. Mientras que bajan de posición relativa las regiones de Tarapacá (aunque continúa dentro de las con mayores logros de desarrollo humano), Atacama, O’Higgins y Valparaíso.

Bajo este concepto, solo las dos regiones más desiguales estarían sobre el promedio nacional en ambos años. Al considerar los ingresos autónomos per cápita, observamos algunas diferencias, principalmente en la variación del Gini. Se aprecia que bajo esta metodología la disminución promedio es menor que bajo la nueva metodología, sin embargo, el comportamiento en ambos casos es similar. El crecimiento económico es una condición necesaria para el desarrollo, sin embargo, no suficiente.

En segundo lugar, como se desprende del análisis del periodo posterior a 2012 (año que, aproximadamente, marca el final del auge de las materias primas), la reducción de la desigualdad no ha sido sostenible en un conjunto de países. Si en un país todos los ingresos aumentan en la misma proporción, el coeficiente de Gini de ese país sería el mismo antes y después de dicho crecimiento. Sin embargo, en términos de poder adquisitivo, el individuo que parte de un ingreso mayor se beneficiará en términos absolutos más de dicho crecimiento uniforme que quien empieza desde un ingreso menor. “La caída de la desigualdad se detiene, el ímpetu se acabó, y se acaba en un contexto en que además también está disminuyendo la tasa de crecimiento y en algunos países incluso hay algo de recesión y aumenta la pobreza”, dijo. Las mayores transferencias públicas fueron también un issue la desigualdad social en la actualidad relevante en la disminución de la desigualdad.

Para la mayoría de las regiones, hay un mayor porcentaje de mujeres analfabetas que de hombres, a excepción de las regiones de Tarapacá y O’Higgins. El (Gráfico 4) deja ver cómo incorporar una nueva dimensión acrecienta el porcentaje de población en situación de pobreza en 1,eight puntos porcentuales. Si bien no es comparable con años anteriores, entrega un resultado más cercano a la realidad, ya que esta es una variable de gran impacto en la calidad de vida de la población chilena. La pobreza multidimensional en 2015 se vio afectada principalmente de las dimensiones trabajo y seguridad social y educación (31,1 y 25,8% respectivamente). La disaster también tiene el potencial de aumentar la presión política a favor de un cambio más progresivo. Si la flexibilización cuantitativa logra mantener a flote las economías y los avances médicos nos permiten contener el virus, podemos presenciar el regreso a alguna versión de los negocios como de costumbre, con todas las desigualdades arraigadas que esto conlleva.

A nivel país se utiliza principalmente, la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) del Ministerio de Desarrollo Social y datos de productividad del Banco Central de Chile. Asimismo, se contacta con diferentes instituciones, como el Instituto Nacional de Estadísticas, al que se solicita datos antiguos poblacionales y vitales no disponibles en la web1. El malestar frente a las desigualdades, sobre todo aquellas que hieren la convivencia humana, han dado curso últimamente a diversas formas de manifestación social en el mundo entero, incluyendo algunas marcadas por la violencia.

En Chile, sin embargo, faltan datos para corroborar si este fenómeno ocurre y explica la extrema desigualdad. De hecho, el estudio da cuenta de que los datos tributarios de las personas parecen no recoger a cabalidad los ingresos corporativos, por lo que a los autores les parece urgente comprender mejor, en el contexto chileno, cómo operan esos ingresos que se reportan como corporativos, pero que se usan con propósitos personales. Dicho lo anterior, es posible que las políticas redistributivas aún no sean desarrolladas con la eficacia que el país necesita para reducir más rápido las brechas económicas que le aquejan. De acuerdo con Donoso (2014), los gobiernos de la Concertación, principalmente desde la vuelta a la democracia, han tomado la inequidad como “espíritu de lucha”, por lo que se han implementado una serie de políticas redistributivas (tales como la reforma educativa y tributaria), sin embargo, acorde con el autor, los gobiernos han fallado en este objetivo.