El capitalismo del Siglo 21 se caracteriza por una creciente diferenciación entre centro y periferia, con esta última creciendo más rápido que el centro y con fortalezas en su capacidad de generar ahorros exportables. Este “nuevo” capitalismo, de variante neoliberal, también muestra una alta frecuencia de crisis económicas, seguida de costosas políticas de austeridad junto a una tendencia a la acentuación de la desigualdad de ingresos y riquezas; en este contexto destaca el fortalecimiento de pequeñas pero poderosas elites económicas. Asimismo, este capitalismo del siglo 21 ha traído consigo un déficit democrático no solo a nivel nacional sino también a nivel global.
El ingreso de esta clase capitalista (Qc) ha aumentado de aproximadamente 9 veces los ingresos promedios de la clase obrera a 22 veces más, mientras que los gerentes (LPD) han aumentado de 2,5 veces a 3,5 veces los ingresos de los trabajadores. Por lo tanto el aumento de la desigualdad es principalmente resultado de una mayor explotación, un aumento de la tasa de plusvalía, en términos marxistas. Por ejemplo, Simon Mohun, Profesor emérito de Economía, ha publicado un documento que demuestra que el análisis de clase de Marx, que se basa en la propiedad de los medios de producción (el propietario de los medios de producción que explota a los que no poseen más que su fuerza de trabajo), sigue siendo en general correcto, incluso en las economías capitalistas modernas, como los EEUU.
Esto significa que hay una correlación clara entre la disparidad de los resultados y la de oportunidades –que determina la movilidad social–. Es muy possible que la causalidad opere en ambas direcciones, puesto que una alta desigualdad de ingresos dificulta la igualación de oportunidades en ámbitos como el desarrollo infantil temprano y el sistema educacional, por las grandes divergencias que existen en el capital económico, social y cultural de los hogares de origen. Estos ciclos de alza y baja pueden observarse a través de la evolución del coeficiente de Gini, el cual es un indicador que se encuentra entre 0 y 1, donde un mayor número indica más desigualdad en la dimensión de los ingresos.
El ideal ahora debe mantenerse vivo en los movimientos sociales que están menos interesados en la campaña presidencial que la lucha a largo plazo que nos espera más adelante. Estas visiones valientes y compasivas que son objeto de burla y rechazo por los capitalistas “realistas”, tenían suficiente tiempo en el aire, llamaban la atención, para permitir que un número cada vez mayor –algunos por primera vez– desearan un mundo cambiado. Esperemos que podamos mantener vivo ese deseo, especialmente ahora que Trump propone en Semana Santa eliminar las restricciones a la vida pública y las empresas, y liberar el virus. Él apuesta que las ganancias financieras potenciales para unos pocos compensarán el aumento en el número de muertes que se predicen claramente, lo cual él acepta y se niega a detener –en nombre de la salud nacional–.
Es interesante notar que para San Pablo no se trata solo de ayudar a los que carecen de algún bien, sino de alcanzar un objeto-valor que de nomina igualdad (ἰσότης). Ese objeto-valor buscado es resultado de la transferencia generosa de bienes que, según Rom 15,27, pueden ser “es pirituales” y “temporales”, por parte de los que tienen hacia los que no tienen o tienen poco. Pablo motiva la generosidad de los corintios ape lando al testimonio que han dado los cristianos de Macedonia (2 Co eight autores de la pobreza,2 3) pero, sobre todo, a Jesucristo mismo, “el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (2 Co eight,9). Es decir, el fundamento de la generosidad que tiende hacia la igualdad es, en última instancia, cristológico.
Entre 1930 y 1970, hubo una moderación del fenómeno en el contexto de una creciente democratización del país, revertida durante la dictadura militar, cuando grandes transformaciones domésticas y de la economía mundial generaron innovaciones tecnológicas y de otro tipo que impactaron sobre la desigualdad de ingresos. Si bien este tipo de política ya se implementa en las sociedades nórdicas o en Alemania, Piketty reclama por un alcance mayor. También, como una forma de superar el régimen de propiedad vigente, aboga por una reestructuración sobre la base de una combinación de propiedad pública, social y lo que él llama propiedad temporal. Esta última aseguraría la circulación permanente de bienes y una menor concentración de la propiedad privada y el poder económico, implementando un impuesto progresivo que obligue a los propietarios más ricos a entregar cada año a la sociedad una parte de lo que poseen. Esos recursos, plantea el economista, podrían usarse para financiar una dotación common de capital. En Capitalismo progresista, Joseph Stiglitz se pregunta cuáles son las fuentes de enriquecimiento de las naciones.
Para lograr el consenso in style sobre tal noción, tanto Sanders como Warren habrían tenido que convencer al pueblo estadounidense de que queremos vivir en un mundo en el que ninguno de nosotros niegue la atención médica al resto. En otras palabras, tendríamos que aceptar un mundo social y económico en el que es radicalmente inaceptable que algunos tengan acceso a una vacuna que puede salvarles la vida cuando a otros se les debe negar el acceso, porque no pueden pagar o no pueden tener el seguro que pagaría o porque carecían de visa o de estatus legal. Podríamos decir que nos trata igualitariamente, nos pone en igual riesgo de enfermar, perder a alguien cercano y vivir en un mundo de amenaza inminente. A medida que se mueve y ataca, el virus demuestra que la comunidad humana world es igualmente precaria. Muchos trabajos de investigación han tratado de identificar cuán importante es la relación entre desigualdad y desarrollo, y los mecanismos para explicar dicha relación. Una de las conclusiones es que ella opera vía mecanismos más indirectos de lo que se creía.
Como se puede apreciar, la matriz opone primariamente a las desigualdades injustas con la paz, y no con la violencia en cualquiera de sus expresiones, ya sea subversiva o represiva. Éstas encuentran su explicación en las desigualdades, así como el desarrollo integral permite entender cómo se entiende la paz en este escenario. No se trata simplemente de pasar de la violencia a la paz, sino de las desigualdades injustas a la paz, la cual comporta el desarrollo integral de todos en América Latina. Por lo visto, la lectura teológico-cultural de Medellín, puesta de relieve mediante la investigación, desgraciadamente sigue siendo pertinente en América Latina y en Chile, en explicit capitalismo y desigualdad social. Digo “desgraciadamente”, porque parece que hemos avanzado poco; digo, “pertinente”, porque este discurso teológico-pastoral inculturado nos muestra un camino e itinerario aún por recorrer. La desigualdad sería menos problemática si el lugar que ocupan las personas en el orden social fuese pasajero, sujeto a cambios durante el ciclo de vida o, por último, si la posición social de los hijos no dependiera de la de los padres.
Atkinson argumentaba que en la mayor parte de las economías modernas, las firmas tienen un appreciable poder en el mercado y pueden determinar sus propias políticas de precios. En ese intenso y último libro -que ya antes de su muerte period su testamento intelectual- hace referencia a las colas de británicos ante los bancos de comida (organizaciones de caridad que proveen de alimentos a los más pobres a precios subsidiados y que se han vuelto esenciales en un país donde thirteen millones viven bajo la línea de la pobreza). Esas filas ignominiosas -dice Atkinson- no se pueden desligar de otras filas, que ocurren al mismo tiempo, como la de los 700 millonarios del mundo inscritos para el primer viaje espacial de la empresa Virgin. “A partir de tales experiencias, vividas de forma directa o como testigo de lo que ocurre con otros, los individuos podrán extraer un conjunto de evidencias que vienen a demostrar la ausencia o inoperancia de la justicia y la igualdad en la realidad de la vida cotidiana”, explicó el docente. Aportar al conocimiento y reflexión sobre la desigualdad fue el propósito del seminario organizado por la carrera de Trabajo Social de la UCSC. Una actividad que contó con la participación de la académica de la Universidad de Chile, Paula Vidal, y del Jefe del Departamento de Ciencias Sociales de la Casa de Estudios, Marco Rojas.
Como resultado, regresar a los “quehaceres de siempre”, incluso si eso significa arriesgarse a aumentar las tasas de mortalidad por el virus, está, en su opinión, justificado. La implicación clara es que está bien que mueran las personas más vulnerables –los ancianos, los sin hogar, aquellos con condiciones preexistentes–, siempre que se pueda reanimar la economía. La contrapartida de la concentración en el tope son los bajos sueldos que obtiene la mitad de los asalariados, cuya remuneración es inferior al ingreso que necesita un hogar promedio para cubrir sus necesidades básicas (línea de pobreza). Esto no se traduce en una situación generalizada de precariedad, porque hay más fuentes de ingresos. También hay un agravante de género a considerar, por cuanto más de un 70% de las mujeres asalariadas con educación media completa y que trabajan más de 30 horas semanales, obtiene una remuneración por debajo del umbral citado.
¿No es mejor acaso que se obtengan rentas más altas tanto del trabajo como de la propiedad, y no solo de esta última? Sin embargo, sobre este punto la académica indicó que “a través del concepto de la sociedad de la (in)visivilización estoy buscando hacer una reflexión acerca de las ambivalencias de dicho proceso de transformación tecnológico y el uso social de las nuevas tecnologías en términos de sus efectos alienantes, así como también sus posibilidades emancipantes, aunque sean parciales e incipientes. Al respecto, una de las preguntas que me estoy planteando es hasta qué punto dichas tecnologías solo están conduciendo hacia la alienación humana o pueden ser aún resignificadas a nivel social para contribuir a la transformación del orden social imperante.
Los individuos buscan cada vez más parejas con logros educativos similares, lo que los economistas llaman de forma poco romántica “emparejamiento selectivo”, y esta unión entre personas de altos ingresos con otras de altos ingresos aumenta aún más la desigualdad entre las familias. Existe un interesante debate académico a nivel world en torno a la evolución de la desigualdad durante las últimas décadas. Hasta hace poco se había instalado la convicción de había aumentado fuertemente en Estados Unidos desde 1960, este hecho generó no sólo acciones de política pública, sino que también cuestionamientos respecto de la sostenibilidad de largo plazo del sistema capitalista. Se puntualizó que un sistema que conduce a una concentración cada vez mayor de los recursos no sería viable socialmente de manera indefinida. Habría que salvar al capitalismo de los capitalistas para evitar que el malestar social con el sistema echara todo por la borda. La propuesta de salud common y pública revitalizó un imaginario socialista en los Estados Unidos, uno que ahora debe esperar para hacerse realidad como política social y compromiso público en este país.