El discurso moralizador de la pobreza no solo es dominante en sectores de mayor poder en nuestra sociedad. Este es un discurso que se ha expandido y que se ha instalado en las políticas públicas, en las prácticas de expertos, y en las relaciones sociales cotidianas. Esta ideología subyace, al menos en parte, a políticas sociales que condicionan algunas entregas de beneficios sobre la base de cumplimiento de ‘compromisos’ (por ejemplo, los ‘bonos por logros’ y ‘deberes’ del ex ‘Ingreso Ético Familiar’). También se manifiesta en la oposición de algunos políticos de hacer transferencias directas a las familias más desventajadas durante la precise disaster por la pandemia, como fue el caso de la diputada Hoffman, quien señaló que esto generaría ‘dependencia’ al Estado. Así mismo, la mirada moralizadora se reproduce en el mundo del trabajo y la salud ocupacional, como he observado en mi investigación más reciente acerca del alza de licencias psiquiátricas en Chile (ver Bowen en prensa).
La Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) es una encuesta a hogares realizada por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia (antes Ministerio de Planificación, MIDEPLAN) que es levantada de manera common en el país desde el año 1987. Además, agregó que “gran parte de nuestro desarrollo está relacionado a las commodities, es decir, la explotación indiscriminada de materias primas, lo que producirá que a la larga agotemos nuestros recursos si es que no existe un cambio de matriz productiva”. Para ejemplificar el escenario del sistema productivo del país, usó la expresión “pan para hoy, hambre para mañana”. Los pilares o principios que deben regir este Piso de Protección Social Sensible a los Derechos de la Niñez, y en basic los sistemas integrados de protección smart a los derechos de la niñez, deben considerar el interés superior del niño, la cobertura common, ser parte del marco institucional y normativo y entregar protección social inclusiva. “…el Estado debe asumir un rol protagónico como garante y responsable de proteger integralmente a niños, niñas y adolescentes, entendiendo que la pobreza es un fenómeno multidimensional…”.
También hay un agravante de género a considerar, por cuanto más de un 70% de las mujeres asalariadas con educación media completa y que trabajan más de 30 horas semanales, obtiene una remuneración por debajo del umbral citado. La desigualdad socioeconómica puede entenderse en relación con las diferencias en la vida social de las personas, las que implican ventajas para unos y desventajas para otros. Son percibidas como injustas en sus orígenes, moralmente ofensivas en sus consecuencias, o ambas. Esto no se expresa solo en términos de ingreso y riqueza, sino también en educación y salud; trato social y dignidad; seguridad económica y física, además de poder y capacidad de influencia sobre las decisiones públicas. En Chile el principal instrumento para medir ambas pobrezas es la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN). Tiene cobertura nacional y su realización está a cargo del Ministerio de Desarrollo Social y Familia.
Esta estrategia de política sin lugar a duda, ha ayudado a ampliar la cobertura de estos programas, diversificando las formas de financiar la inversión pública, como también ha ayudado a facilitar la asimilación de una cultura relacionada a esta economía. Sin embargo, la comprensión de esta realidad de economía de mercado, desde el punto de vista del hogar (e individuo), ha sido ajena a la política habitacional y a la intervención urbano-territorial. Esta falla en el marco de las políticas del habitat en la región no ha permitido potenciar a los sectores de pobreza en aspectos críticos de su desarrollo. Asimismo, ha inhibido a que la política pública comprenda su potencialidad «destructiva» sobre los activos y posibilidades de desarrollo de los pobres urbanos (por ejemplo, construcción de vivienda social en lugares apartados de fuentes de trabajo y sin redes de transporte adecuadas y accesibles).
Francisco Gallego, profesor del Instituto de Economía UC y director científico de J-PAL Latinoamérica, cree en la educación de calidad como la vía para superar las desigualdades y las carencias que han acompañado toda la historia de las naciones más necesitadas. Una posibilidad es que la mayor cantidad de alimento disponible desde los años 60 no se haya distribuido equitativamente en el hogar. Es decir, que la cultura machista de servir el plato más grande al hombre (justificada en que éste hacía el esfuerzo físico) haya redundado en el precise rezago. El segundo defecto de nuestro estirón es que las mujeres chilenas han crecido menos y no han reducido la brecha con los hombres, que hoy es de 10 centímetros. Llorca solo tiene datos de la historia de la estatura de las mujeres respecto del siglo XX, y estos indican que hasta la década de 1960 midieron un poco menos de 1,60. En un paper que aún no publican –y donde el equipo trabajó con los datos de forty four mil marinos chilenos, entre 1897 y encontraron evidencia convincente de que hay una correlación entre altura y alfabetismo.
Este artículo busca profundizar nuestra comprensión de la dimensión económica de la pobreza y precariedad urbana en las vidas de los pobres urbanos, y averiguar sobre sus implicancias en el diseño de estrategias de política. Se parte de la hipótesis de trabajo de que la vulnerabilidad económica en los sectores de pobreza urbana no ha sido plenamente integrada en las políticas del habitat, limitando la contribución de éstas a la mejora en el acceso de los pobres urbanos al empleo e ingresos estables. El trabajo intenta girar la mirada desde los indicadores agregados sobre la situación de pobreza urbana y precariedad en la región, para incorporar al hogar pobre, y ver cómo la dimensión económica influye sobre la vida de los sectores de pobreza, y sobre todo, indagar sobre qué significado esta dinámica tiene para las políticas públicas del habitat. RESUMEN En las ciudades de América Latina y el Caribe, los pobres urbanos viven una heterogeneidad de condiciones y carencias que expresan directamente e indirectamente su vulnerabilidad económica. El trabajo se basa en los enfoques conceptuales del desarrollo sostenible, y de la generación de capacidades y oportunidades en las personas. Se parte de una hipótesis de trabajo de que la vulnerabilidad económica en los sectores de pobreza urbana no ha sido plenamente integrada en las políticas del habitat, limitando la contribución de éstas a la mejora en el acceso de los pobres urbanos al empleo e ingresos estables.
Y esto se puede aplicar tanto a sistemas de izquierda como de derecha, tanto al comunismo como al neo-liberalismo salvaje. En el presente trabajo sólo mencionaremos el caso de la filosofía y de la espiritualidad, como defensoras de una pobreza que libere y que promueva al ser humano. El Ministerio de Desarrollo Social y Familia publica mensualmente información actualizada del valor de la CBA y de las líneas de pobreza extrema y no extrema en base a la información entregada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
En este escenario, la mirada moralizadora de la pobreza es una ‘piedra de tope’ para una revisión profunda de las causas del malestar chileno. Esto se debe a que la mirada moralizadora, al centrarse en los hábitos y valores de individuos y sus familias, permite hacer ‘vista gorda’ a explicaciones sociales y estructurales de la pobreza. Y lo que es aun más complejo y perjudicial, el énfasis en lo ethical genera distinciones y jerarquías sociales sutiles, ancladas en el orden de lo simbólico, que son muy efectivas para deslegitimar las demandas sociales de los más desaventajados. El discurso de la flojera, entonces, limita el necesario diálogo social, horizontal y libre de estereotipos que se requiere para solucionar las desventajas sociales que afectan a muchos chilenos. Y hasta que no exista un cuestionamiento a la ideología moralizadora de la pobreza, y un reconocimiento de cómo esta visión se ha expandido en la sociedad chilena, será muy difícil lograr cambios estructurales profundos que permitan avanzar hacia mayores niveles de equidad, derechos universales y bienestar colectivo.
El proceso de urbanización ha permitido resolver algunas de las necesidades básicas de la población pero no ha podido facilitar la eliminación o substancial reducción de la pobreza. La informalización del mercado laboral debida a la incapacidad de las economías de generar suficiente empleo formal4, se considera entre las principales causas de la pobreza urbana. El sector informal ha llegado a representar el 73% del mercado laboral urbano, especialmente en lo que se refiere a actividades de las prestaciones de servicios, que es el sector adonde se registra el mayor incremento. El desafío principal consiste en incorporar esta fuerza de trabajo en la economía formal, donde los niveles de salarios, protección social y productividad son más elevados. La insuficiencia de ingresos laborales como determinante básico de la pobreza urbana se ha abordado, en el corto plazo, en materia de diseño de programas de capacitación laboral, provisión de crédito al sector informal, programas mixtos de empleo transitorio y capacitación focalizados en grupos vulnerables (mujeres, jóvenes, adultos mayores, grupos étnicos).
Entre las políticas a considerar destacan las que mejoran la productividad vía capacitación, aumentan la participación laboral femenina y reducen las prácticas discriminatorias en el mercado del trabajo; así como un fortalecimiento de todos los niveles del sistema educativo. Ya dijimos, es la multidimensional que como su nombre lo indica mide varias dimensiones, como salud, vivienda, educación, las que forman parte del bienestar de las personas y entrega un análisis más fino de sus reales carencias. En mi estudio entrevisté principalmente individuos asociados a movimientos religiosos que hicieron mucho hincapié en la caridad como la principal manera de relacionarse con las personas pobres (ver recuadro metodológico).